—Antes de que emprendan su viaje, ¿por qué no tomamos un poco de té? Les ayudará a relajarse y descansar un poco —dijo Elowen con una sonrisa.
—Está bien —Ylva y Ethan asintieron mientras se sientan.
Mientras Elowen se movía con la gracia de una anfitriona, Maris levantó una mano y con suaves movimientos hizo que las hojas de los árboles cercanos que estaban en el suelo comenzaron a moverse, doblándose y girando como si tuvieran vida propia. En cuestión de segundos, las hojas formaron pequeñas bandejas que llevaban delicadas tazas y una tetera con té humeante. Las hojas flotaron hasta cada uno de ellos, sirviendo el té con precisión y elegancia.
Ylva observó toda la escena, completamente anonadada, sin apartar los ojos del espectáculo.
Maris, notando su expresión, arqueó una ceja con diversión mientras se sentaba tranquilamente. Hacía mucho tiempo que no tenían un visitante que se asombrara de todo lo que pueden hacer.
—¿Aún estás sorprendida? —preguntó, con una sonrisa que delataba cuánto estaba disfrutando la reacción de Ylva.
Ylva, todavía procesando lo que acababa de ver, asintió rápidamente mientras tomaba con cuidado su taza de té.
—Sí, y mucho… sobre todo porque siempre pensé que las hadas eran algo como… Al estilo Tinkerbell.
Elowen soltó una suave risa, sus ojos brillando con comprensión.
—Eso es algo común entre los humanos, nos imaginan diminutas y algo débiles. Pero las hadas no somos todas iguales. Tenemos distintas razas, como cualquier otra especie de criatura que habita en la tierra. Cada una de nosotras tiene su propio propósito y habilidades —explicó con paciencia.
—Aunque, debo admitir, si pudiéramos brillar como pequeñas luciérnagas, probablemente también nos divertiríamos —añadió Maris, de las tres hermanas, ella era la que un día llegó a odiar tener su estatura, quería ser una hada pequeña.
—Maris, lo hacemos —dijo Liora.
—Disfruten del té —añadio Elowen.
Ethan, después de un breve silencio, dejó su taza sobre la mesa después de terminar y se volvió hacia Elowen.
—Necesito hablar contigo en privado.
Elowen asintió con una leve inclinación de cabeza, su semblante tranquilo pero curioso. Se levantó con la gracia de quien parece flotar más que caminar. Juntos, se alejaron lentamente del grupo, adentrándose un poco más entre los árboles.
Elowen lo miró de reojo mientras caminaban.
—Me alegra verte aquí, Ethan. Pensé que nunca volverías —dijo suavemente, pero con un matiz de reproche que apenas se notaba.
Ethan soltó una risa corta, inclinando la cabeza, mientras una sonrisa de burla se dibujaba en su rostro.
—Tú sabes muy bien por qué no había vuelto, Elowen —dijo, un toque sarcástico en su tono, mientras las comisuras de sus labios se curvaban en un gesto desafiante, típico de su carácter.
Elowen se detuvo y le devolvió la sonrisa, esta vez con un aire de complicidad.
—Lo sé. Estoy consciente de que Liora te haya… ahuyentado aquella vez.
—Bueno, entonces no me reproches porque no había venido.
—Pero, Ethan, tú eres un lobo demasiado testarudo para tomar en serio lo que te dije aquel día sobre tu compañera —respondió con un ligero encogimiento de hombros, como si fuera una verdad que ella ya había aceptado hace mucho.
Ethan dejó escapar un suspiro mientras se apoyaba con una mano en el tronco de un árbol cercano. Sus ojos, entrecerrados, se fijaron en Elowen con intensidad.
—Entonces, explícame ahora. ¿Qué quisiste decir con lo que mencionaste de Ylva? ¿Eso de que es una reina? —preguntó, su tono firme.
Elowen lo miró, sus ojos brillaban como si contuvieran fragmentos de antiguos secretos.
—Te lo dije antes, Ethan, y te lo repetiré. Veo cosas que otros no pueden. Y cuando miro a Ylva, veo algo único. Es una reina, no en un trono hecho de oro, sino una reina en su esencia, en su sangre. Lleva el poder de liderazgo, de fuerza, de una protectora que está destinada a cambiar vidas y marcar un camino —dijo con solemnidad, sus palabras resonando como una verdad inquebrantable.
Ethan se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Por un instante, su mente viajó al rostro de Ylva, recordando su carácter fuerte y la bondad innata que siempre irradiaba.
—Ella no lo sabe… No tiene idea de todo esto —dijo, finalmente, su tono más suave, como si estuviera cuestionando no solo a Elowen, sino también a sí mismo.
Elowen sonrió, cruzando los brazos frente a ella.
—Lo sabrá cuando sea el momento. Y tú, Ethan, tienes un papel importante en eso. Ella confía en ti, y tú debes confiar en ella —dijo, su voz ahora más cálida, casi maternal.
Ethan asintió lentamente, aunque su expresión todavía mostraba preocupación y, en cierta medida, incredulidad. La conversación parecía pesar en el aire.
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que Ylva pertenece a uno de los reinos de los licántropos? ¿Pero a cuál? ¿Por qué la dejaron con humanos? —preguntó, su tono incrédulo, pero lleno de curiosidad.
Elowen lo miró con una mezcla de paciencia y un atisbo de orgullo antes de responder.
—Ylva lleva en su sangre linaje real, Ethan. Un linaje poderoso, uno de los más antiguos y puros que existen en su especie —dijo, con una calma que hacía parecer que cada palabra llevaba el peso de la verdad absoluta.
—¿Estás bromeando? —soltó, dejando escapar una risa corta que no pudo ocultar del todo su incredulidad.
Elowen se cruzó de brazos, alzando una ceja en un gesto ligeramente burlón.
—Ahí está de nuevo… el lobo testarudo que se niega a aceptar lo que digo, por qué no entiende. Siempre has sido así, Ethan —dijo, negando suavemente con la cabeza pero sin perder la sonrisa.
Ethan suspiró, alzando las manos en un gesto defensivo.
—No es eso, Elowen. Es solo que… es difícil de aceptar, son muchas las teorías que tengo en mi cabeza, ¿sabes? Pero… sí te creo, porque he visto el poder que tiene Ylva. Es algo que jamás en mi vida había presenciado —admitió, con un tono que reflejaba su mezcla de asombro y respeto.
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Editado: 04.11.2025