El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 44

El cielo, ahora oscuro, proyectaba un azul profundo que se colaba por los ventanales del palacio, decorado con las luces titilantes de las estrellas y los brillos mágicos que iluminaban Arvandor. Mientras caminaban hacia el comedor, ya que le habían anunciado que la cena estaba lista. Ylva levantó la mirada hacia el cielo nocturno y, con curiosidad, preguntó:

—¿Qué hora es? Cuando llegamos era temprano, ¿tan rápido oscureció?

Ethan, con una sonrisa, miró a su alrededor como si estuviera calculando.

—Debe ser alrededor de las nueve de la noche —respondió con tranquilidad.

Ylva se detuvo un segundo, sus ojos abriéndose ligeramente en sorpresa, mientras un rubor subía lentamente por sus mejillas. Al recordar los momentos que habían compartido, una sensación cálida y avergonzada se apoderó de ella.

—¿Las nueve? —murmuró, llevándose una mano a la frente como si estuviera intentando procesar el tiempo perdido—. Entonces… ¿Dormimos bastantes horas? —añadió, con un tono que intentaba sonar casual, aunque su rubor la traicionaba.

Ethan la miró con una sonrisa traviesa en los labios, pero no dijo nada más. Solamente sujetó su mano, disfrutando del calor de su amada.

Al cruzar el umbral del comedor, la calidez del lugar se sintió de inmediato. Las luces flotantes iluminaban el ambiente de manera suave, y el sonido de una cascada lejana llenaba el aire con tranquilidad. Sin previo aviso, una figura salió corriendo hacia ellos. Era una elfa más joven que la reina, con cabello blanco que caía como un halo etéreo alrededor de su rostro y ojos de un peculiar color morado que parecían brillar con una intensidad increíble.

—¡Ethan! —gritó emocionada mientras se lanzaba a sus brazos.

Ethan sonrió ampliamente y correspondió al abrazo, sosteniéndola como si no hubiera pasado el tiempo.

—¡Massiel! Mira nada más lo mucho que has crecido —dijo mientras la alejaba un poco para observarla mejor—. La última vez que te vi apenas eras una niña de cinco años. Ahora... ahora eres toda una señorita.

Massiel, con una sonrisa brillante y un toque de picardía en su mirada, respondió con un tono alegre.

—¿Cómo podría olvidarme de un lobo tan bonito?

Ethan soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza, claramente divertido por sus palabras.

—Supongo que es un cumplido. Aunque no sé si mi apariencia habrá mejorado tanto como tú recuerdas —bromeó, manteniendo la calidez en su voz.

Massiel solto una risa.

—Pues sí, definitivamente estás más guapo —dijo, con un tono juguetón, antes de dirigir su atención hacia Ylva.

La joven elfa la miró con curiosidad y alegría, dando un par de pasos hacia ella.

—Estoy muy feliz de conocerte —dijo alegre mientras sus ojos morados recorrían a Ylva—. Mi nombre es Massiel, soy la princesa menor del Reino de Arvandor, aunque algún día seré una reina, como mi hermana, Tari.

Massiel extendió su mano hacia Ylva pero no quedo ahí, ya que se lanzó directamente a darle un abrazo. Fue tan enérgico que Ylva tuvo que dar un paso atrás para no perder el equilibrio.

—Tú también eres muy hermosa. Me encanta cómo tienes tu cabello, es precioso y ¡perfecto! Son muy pocos los lobos que tienen el cabello así.

Ylva, un poco sorprendida por el carácter abierto de la joven elfa, no pudo evitar sonreír. También correspondio al abrazo y respondió con amabilidad.

—Gracias, Massiel. Es un placer conocerte. Soy Ylva —dijo.

Tari, con su habitual tono tranquilo pero autoritario, se acercó y le dirigió una sonrisa a Massiel.

—Massiel, querida, ¿por qué no le das a Ylva un poco de espacio para respirar?

Massiel soltó una pequeña risita mientras retrocedía un paso, con sus ojos morados llenos de picardía.

—Está bien, está bien. Lo siento, Ylva. Me emocioné un poco —dijo con una sonrisa que era imposible no encontrar encantadora.

Tari, entonces, extendió una mano hacia la larga mesa del comedor.

—Por favor, siéntense. La cena será servida en breve —indicó con un gesto elegante.

No pasó mucho tiempo antes de que la mesa se llenara de muchos platos variados y apetitosos, dispuestos con perfección elfica. Había frutas que parecían capturar la luz de las estrellas, panes recién horneados que desprendían un aroma cálido, carnes jugosas cocinadas con especias que Ylva no podía identificar, y dulces que destellaban con colores mágicos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, las conversaciones fluyendo con naturalidad y risas llenando el aire.

Ethan, terminando uno de los deliciosos platillos, se volvió hacia Massiel con una sonrisa.

—Massiel, ¿y cómo van tus mariposas? —preguntó, conociendo de sobra la adoración que la joven elfa sentía por estos animales.

Massiel levantó la mirada, su rostro iluminándose de inmediato. Con una sonrisa radiante, respondió.

—¡Oh, van increíbles! He encontrado especies nuevas cerca de los jardines del este. Son tan bellas, con colores que brillan tanto que parecen cambiar con la luz del día. ¿Sabes? Incluso he conocido a algunas hadas que se parecen a las mariposas —dijo emocionada, gesticulando con las manos mientras hablaba.

Ylva, alzó una ceja, intrigada.

—¿Hadas mariposas? Eso suena... interesante —comentó, esbozando una pequeña sonrisa.

Massiel asintió con entusiasmo.

—¡Lo son! Sus alas son tan delicadas y luminosas que casi parecen parte del viento. De hecho, hay una que dice que su hogar está entre las flores más altas del reino, ya que su Reino fue destruido. Estoy intentando ganar su confianza para que me lo muestre —añadió, con un brillo soñador en sus ojos.

Tari, intervino con un leve suspiro.

—Mientras sigas persiguiendo mariposas, Massiel, dudo mucho que algún día llegues a ser reina —comentó con un tono ligeramente burlón.

Massiel se giró hacia Tari, fulminándola con la mirada. Por un instante, parecía que iba a protestar, pero Haldir, que hasta entonces había estado disfrutando de su copa de vino, levantó la voz, con calma pero firmeza.




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