El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 45

El sol matutino bañaba los jardines del palacio de Arvandor con una luz cálida y suave, mientras las flores llenaban el ambiente con los colores más vivos. Tari estaba sentada en un banco de madera tallada, rodeada de la serenidad de la naturaleza, con una taza de té entre sus manos y una expresión relajada. Parecía estar esperando pacientemente a Ylva y Ethan.

Al llegar, Ylva no pudo contenerse. Cruzó los brazos y la miró directamente, con un tono ligeramente molesto.

—¿Podrías dejar de darle tantas vueltas al asunto? Desde el desayuno siento como si estuvieras intentando retrasar todo —dijo, sin rodeos.

Tari levantó la vista hacia Ylva, con una sonrisa tranquila que sólo parecía aumentar la frustración de la licántropa.

—Qué impaciente eres, querida Ylva —respondió, en tono divertido—. Debes cultivar un poco más esa cualidad. La paciencia es una virtud esencial para una reina.

Ylva bufó, visiblemente molesta por el comentario.

—La paciencia y yo jamás nos hemos llevado bien, Tari, y para que lo sepas, no tengo ningún interés en desarrollarla —replicó, manteniendo su postura firme y desafiando la serenidad de la elfa.

Ethan, soltó una ligera risa, le costo mantener a su amada tranquila mientras esperaban ser llamados por ella, por lo que mantuvo cierta distancia, dejando que ambas manejaran el momento a su manera. Tari simplemente sonrió un poco más, sin perder su compostura, claramente acostumbrada a lidiar con temperamentos fuertes como el de Ylva.

—Acércate, te dije que responderé todas tus preguntas, Ylva. Así que te escucho —dijo Tari.

Ylva no perdió tiempo. Se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro antes de lanzar su primera pregunta.

—¿Por qué tu hermano me llamó prima? —preguntó, sus ojos enfocados en Tari, buscando respuestas claras.

Tari inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera midiendo sus palabras.

—Porque en tu sangre también corre sangre élfica —respondió, simple y directa.

Ylva parpadeó, claramente desconcertada. La información la confundió más de lo que esperaba. Frunciendo el ceño, soltó otra pregunta, llena de curiosidad y tensión.

—¿Conoces a mis padres? ¿Sabes quiénes son? —preguntó, su voz casi desafiante, mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.

Tari dejó la taza de té que sostenía sobre la mesa junto a ella y exhaló suavemente, manteniendo su mirada fija en Ylva.

—No, no los conozco. Pero tengo una leve sospecha de quiénes podrían ser, en ese caso podría decir que si —admitió, con honestidad—. Sin embargo, no estoy segura, y por esa razón no puedo decírtelo. No me gusta hablar de cosas sin tener bases sólidas que las respalden.

Las palabras de Tari solo parecieron irritar más a Ylva. Se inclinó hacia adelante, su expresión mostrando claramente su frustración.

—Eso es contradictorio, eres una elfa mentirosa. Me das una información que lo cambia todo, pero luego dices que no puedes decirme más porque no estás segura. ¿Cómo esperas que no me moleste por algo así? —replicó, su voz levantándose un poco, aunque sin perder del todo la compostura.

Tari, sin embargo, no se dejó afectar por el tono de Ylva. Su serenidad permaneció intacta mientras la miraba con algo de comprensión y paciencia.

—Lo entiendo, Ylva. Pero prefiero ser sincera contigo y solo hablar de aquello que sé con certeza. Decirte algo sin pruebas solo añadiría más dudas a las que ya tienes, y no quiero hacer eso. Confía en mí, si llego a tener la certeza de lo que sospecho, serás la primera en saberlo —dijo, su voz llena de convicción.

Ylva bufó, claramente molesta, pero no pudo negar que Tari tenía un punto. Aunque sus emociones la sobrepasaban, no podía ignorar que Tari estaba siendo honesta y cuidadosa.

—¿Por qué estás tan segura de que llevo sangre élfica? ¿Y si te has equivocado? —preguntó su tono, aunque directo, estaba cargado de cierta desconfianza.

Tari mantuvo su postura tranquila, llevando sus manos juntas sobre su regazo mientras respondía con su voz suave y segura.

—No es posible que me equivoque en esto, Ylva. Tengo la capacidad de reconocer a un familiar de mi linaje, incluso si la conexión es lejana o está mezclada con otra sangre —explicó, con una calma que parecía casi inquebrantable—. Aunque tus padres sean licántropos, hay rastros claros de un antepasado élfico en ti. Esa conexión es algo que no puedo ignorar.

Ylva frunció el ceño, procesando las palabras de Tari. Aunque era difícil de aceptar, su tono y expresión dejaban claro que Tari no estaba hablando con dudas ni suposiciones.

—Un antepasado élfico... —murmuró para sí misma, como si intentara darle sentido a esta revelación—. Entonces... ¿qué significa exactamente eso? ¿Qué implicaciones tiene?

Ethan, que había estado escuchando con atención pero en silencio, estaba sorprendido tanto que no lo podía creer así que colocó una mano en el hombro de Ylva, como un gesto de apoyo.

—Eso depende de ti, Ylva, sólo tu puedes decidir como lo afrontas. Pero hay fuerzas poderosas en tu sangre, y saber quién eres por completo podría ser clave para lo que te espera —dijo Tari, dejando que sus palabras flotaran en el aire como una semilla destinada a germinar con el tiempo.

El ambiente en el jardín se tornó más denso, como si las palabras estuvieran cargadas de un significado que nadie quería abordar aún. Ylva, sin embargo, no podía contener su curiosidad. Miró directamente a Tari, con una impaciencia palpable y firmeza.

—¿Qué es lo que me espera? —preguntó, su voz con un ligero filo, ansiosa por obtener respuestas.

Tari asintió lentamente, como si estuviera midiendo cuidadosamente lo que iba a decir. Giró su mirada hacia Ethan, quien permanecía en silencio, aunque su postura tensa delataba que sabía exactamente de lo que Tari iba a hablar.

—Ethan, ¿ya le has contado la profecía? —preguntó Tari, su voz tranquila pero directa.

Ylva no dio oportunidad a que Ethan respondiera. Dio un paso adelante, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y urgencia.




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