El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 46

Tari se levantó con gracia del banco en el jardín, dejando atrás el aire relajado que había mantenido hasta entonces. Sus ojos brillaban con intensidad, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar tuvieran un peso histórico que no podía ignorarse.

—Incluso los humanos tienen una profecía, ¿cierto, Ylva? —dijo, con un tono serio pero sereno—. Es más antigua de lo que muchos recuerdan y se remonta al principio de todo.

Caminó unos pasos, su mirada perdida entre las flores del jardín como si estuviera viendo escenas de un pasado distante.

—En el principio, todo estaba en perfecta armonía. El Dios de los humanos, junto con el dios que creó cada especie, convivían en paz, al final eran como hermanos. Cada ser en la tierra recibía dones, poderes concebidos con un propósito bueno, para traer equilibrio y prosperidad a los mundos. Pero... —se detuvo un momento como si meditara.

Tari giró lentamente hacia Ylva y Ethan, su expresión ahora más seria.

—Fue entonces cuando la oscuridad encontró un huésped. Un querubín, un ser celestial cuya luz era pura, sucumbió al deseo insaciable de poder. Quiso poseer todos los dones, controlar lo que no debía ser controlado. Esa ambición lo consumió, y en su caída, arrastró con él el balance que existía. Así fue como el caos se desató.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran, el viento del jardín acariciando sus cabellos blancos. Los ojos de Ylva reflejaban una mezcla de asombro y desconcierto.

—¿Y que más pasó?

Tari dejó escapar un ligero suspiro antes de continuar, su mirada fija en Ylva, como si quisiera asegurarse de que cada palabra quedara grabada en su mente.

—La profecía cuenta que en los cielos estalló una guerra sin precedentes. La ambición del querubín, su deseo de poseerlo todo, desató ese conflicto que destruyó la armonía que había existido. La batalla fue feroz, y aunque fue derrotado, logró desestabilizar todo aquello que era considerado perfecto.

Se detuvo un momento, dejando que el peso de las palabras recayera antes de seguir.

—Finalmente, el querubín fue desterrado. Pero su castigo no terminó ahí. El creador que le dio vida lo sentenció a muerte eterna, un estado que debería haber acabado con su existencia para siempre. Sin embargo, antes de cumplir la sentencia, le ofreció una oportunidad... —dijo, su voz bajando ligeramente, como si cada palabra tuviera una carga especial.

Ylva, intrigada, dio un paso hacia adelante.

—¿Qué clase de oportunidad? Tenía que haber muerto de una vez —preguntó, su voz reflejando el desconcierto que sentía.

Tari inclinó ligeramente la cabeza, con un gesto que parecía encerrar siglos de sabiduría.

—El querubín afirmó que la rebelión no era solo por ambición y que quienes les servían a ellos, era por obligación y no por amor. También alegó que ninguno de los dos dioses estaba siendo realmente bueno con sus creaciones. Que les quitaban la libertad de disfrutar plenamente de todo lo que eran capaces de hacer, limitándolos por completo. El creador le ofreció la oportunidad de demostrar si lo que decía era cierto —explicó, su tono cada vez más solemne—. Aunque, en su caída, el querubín ya había perdido la luz que lo definía. Había sido consumido por la oscuridad y, en su destierro, se convirtió en un demonio.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó Ylva, sintiendo que había piezas del rompecabezas que aún no encajaban, mientras intentaba comprender la magnitud de lo que Tari le estaba revelando.

Tari dejó que el silencio en el jardín se alargara un momento, permitiendo que la atmósfera se impregnara del peso de sus palabras anteriores. Luego, se inclinó ligeramente hacia adelante, mirando a Ylva con intensidad antes de continuar.

—La otra parte de la profecía dice así —empezó, su voz grave pero melodiosa—: Un diamante surgirá, puro como la luz de las estrellas. Este diamante será el vínculo que unirá a todos: humanos, lobos, vampiros, hadas, dragones, elfos, ángeles, etc... cada raza. Y de las estrellas caerá una lágrima, una señal celestial que marcará el nacimiento de una esperanza que creíamos perdida.

Tari hizo una pausa, observando las reacciones de Ylva antes de seguir, su voz bajando ligeramente.

—Una princesa desterrada retornará, y su poder encenderá una chispa en los corazones. El lobo y el ángel, una alianza tan inesperada como poderosa, se unirán contra el demonio que cayó del cielo.

Ylva tragó saliva, sintiendo un leve escalofrío recorrer su cuerpo. Cada palabra parecía resonar en lo más profundo de su ser. Tari, consciente del impacto que sus palabras estaban causando, añadió con solemnidad:

—Sólo en la unión de todas las razas, el diamante brillará en su máxima gloria. En la batalla final, la paz reinará y el destino sombrío será revertido.

Ylva, completamente sorprendida, la miró con los ojos muy abiertos, buscando asimilar lo que acababa de escuchar. Tari mantuvo su mirada fija en ella, como si quisiera asegurarse de que cada palabra encontraba su lugar en el corazón de Ylva.

—Puedo ver el poder que llevas en tu sangre, Ylva —dijo Tari con firmeza—. Es un poder inmenso, y estoy segura de que serás una de esas guerreras que liderará la batalla en esa guerra. Lo que está en tu interior no es común. Es extraordinario, eres única.

Ylva, aún procesando la magnitud de la profecía y la conexión que Tari parecía ver en ella, se quedó en silencio, no sabía que decir ante tal revelación.

Ethan se cruzó de brazos, mirando a Tari con seriedad. Su voz sonó firme, aunque mantenía ese matiz reflexivo que siempre lo caracterizaba.

—Tari, sé que la profecía es clara en algunos aspectos. Pero también hay partes que no se entienden del todo —dijo, con un leve encogimiento de hombros—. Es como si estuviera diseñada para dejar incógnitas que sólo se resolverán con el tiempo.

Antes de que Tari pudiera responder, Haldir entró al jardín. Su presencia, imponente como siempre, llamó la atención de todos. Con su cabello trenzado y su mirada azul intensa, se acercó con pasos firmes y habló de inmediato.




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