Aldric salió de la habitación con pasos firmes, pero su cuerpo reflejaba el peso del esfuerzo que había realizado. Estaba agotado, pero lo más importante era que su hermana estaba fuera de peligro. Su temperatura había vuelto a la normalidad.
Sin perder tiempo, miró a Ethan y le pidió que lo siguiera.
—Tenemos que hablar —dijo con seriedad.
Ethan asintió sin cuestionar, siguiendo los pasos de Aldric hasta su despacho. El ambiente allí era diferente, menos cargado por la tensión de la habitación anterior, pero aún impregnado de todo lo que había ocurrido.
Aldric le indicó uno de los sofás, y Ethan se dejó caer en él sin demasiada ceremonia. Aún llevaba el cansancio sobre sus hombros, la desesperación que apenas comenzaba a disiparse.
—Te ves fatal —comentó, su tono seco pero con un vestigio de preocupación.
Aldric soltó una leve exhalación antes de responder.
—También usé parte de mi energía para controlar la crioquinesis de Ylva —explicó, sus palabras marcadas por el agotamiento.
Ethan asintió, comprendiendo el esfuerzo que había requerido manejar el poder descontrolado de su mate. Sin titubeos, le agradeció.
—Gracias, Aldric.
Aldric sonrió levemente, sin buscar reconocimiento.
—Está fuera de peligro —dijo con calma—. En cuanto se le pase el efecto del calmante que le administraron, despertará.
Ethan exhaló con fuerza, cerrando los ojos por un momento. La batalla aún no había terminado, pero al menos ahora podía respirar.
Ethan abrió los ojos y respiró profundamente, intentando ordenar sus pensamientos antes de formular la pregunta que llevaba tiempo rondando en su cabeza. Sus sospechas habían estado ahí, pero nunca pensó que tan ciertas fueran.
—¿Ylva es tu hermana? —preguntó, su voz baja, pero firme—. ¿Es ella la princesa perdida?
Aldric lo observó sin rodeos, sin evasivas, como si le estuviera confirmando algo que, en el fondo, siempre supo.
—Sí. —Su respuesta fue corta, contundente—. Bienvenido a la familia Lancaster, amigo. Mejor dicho, cuñado.
Ethan abrió la boca, pero no encontró palabras. Por un momento, su mente quedó atrapada en un torbellino de pensamientos. Siempre había sentido que Ylva era especial, que había algo diferente en ella. Pero esto… esto era más grande de lo que imaginaba.
Ante su silencio, Aldric aprovechó para hacerle una pregunta que parecía inevitable.
—Cuéntame ¿Cómo la conociste? —inquirió—. Y lo más importante… ¿cómo supiste que es tu mate?
Ethan sonrió de lado, recordando el pasado con una mezcla de nostalgia y diversión.
—Fue peculiar… y un tanto complicado, Aldric —admitió—. Desde el primer momento en que la conocí, me costó reconocerla como mi mate. Incluso… no puedo conectar aún con sus pensamientos. Algo que me atormenta, además si ella está mal, tampoco lo siento, y mira todo lo paso, ella me decía que estaba bien y le creí.
Aldric lo miró con calma, sin juicio, solo con comprensión.
—No te sientas mal —dijo—. No es tu culpa, Ethan. Porque Ylva es diferente. No solo tiene el poder del hielo.
Ethan arqueó una ceja, intrigado.
—¿A qué te refieres?
Aldric sonrió con un destello de misterio en su mirada.
—También posee otros dones poderosos —reveló—. Uno de ellos es el Velo Arcano.
Ethan entrecerró los ojos, tratando de captar el significado detrás de esas palabras.
—¿Velo Arcano?
—Es la capacidad de ocultar su poder ante cualquier especie, incluso su propio aroma —explicó Aldric—. Pero no solo eso, también puede expandir esa habilidad para proteger a sus seres queridos.
Ethan parpadeó, asimilando la información.
—Así que… ella puede ocultarnos. Puede borrar nuestras presencias ante un enemigo.
Aldric asintió lentamente.
—Exactamente. Y esa habilidad no es solo un don, es un escudo.
Ethan sintió un escalofrío recorrer su piel. Todo comenzaba a tener sentido. Ylva era más poderosa de lo que jamás imaginó.
Aldric se acomodó en su asiento, su postura reflejaba tanto agotamiento como determinación. Su mirada permanecía fija en Ethan, sabiendo que aún quedaban muchas preguntas por responder.
—Supongo que por eso, también de cierta manera me afecta.
Aldric asintió.
—Ylva, al desconocer todo lo que puede hacer, ha estado utilizando sus poderes de forma involuntaria —explicó con seriedad—. No los controla aún, por eso no puedes sentirla ni compartir sus pensamientos, ni sus dolencias. Su propio poder ha estado protegiéndola incluso de su propio mate y las pocas veces que lograste hacerlo, fue por su lado lobuno que te reclamaba.
Ethan exhaló profundamente, procesando la información. Todo seguía encajando, pero aún había incertidumbre en su interior.
—¿Y cuando despierte? —preguntó, con un dejo de preocupación en su voz—. ¿Su poder se saldrá de control?
Aldric negó con la cabeza.
—Por ahora, lo más importante es que descanse y se alimente bien —respondió con calma—. Su cuerpo está débil, ha soportado mucho.
Ethan asintió lentamente, entendiendo que el proceso no podía apresurarse. Pero la siguiente parte de la conversación lo inquietó aún más.
—Después —continuó Aldric— deberá someterse a un entrenamiento intensivo.
La idea de un entrenamiento exhaustivo hizo que Ethan frunciera el ceño. No porque no creyera necesario que Ylva aprendiera a controlar su poder, sino porque sabía que ella no había sido preparada para esto.
—¿Qué tan intenso? —murmuró.
Aldric lo miró sin titubeos.
—Lo suficiente para que jamás vuelva a perder el control, porque Ylva, será una reina.
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Editado: 10.05.2025