El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 59

Ethan sostuvo la mirada de Ylva con determinación, aunque en su interior había incertidumbre, ya que no sabía donde estaba el paradero de los Reyes.

—La encontraremos —le aseguró, aunque sabía que no podía garantizarlo del todo—. Te prometo que estaré contigo en cada paso.

Era una promesa que no necesitaba pruebas, ella lo sabía. Ethan siempre estaba a su lado.

Después, la mirada de él se suavizó, consciente de que ella aún estaba débil.

—¿Quieres que te busque algo de comer? —preguntó—. ¿O prefieres salir a comer algo?

Ylva se movió levemente en la cama, pero su cuerpo aún sentía el peso de la recuperación.

—Prefiero que me traigas algo —admitió—. Todavía me siento un poco débil para caminar.

Ethan no dudó. Se levantó sin titubeos y salió de la habitación. No tardó mucho en volver. En sus manos traía una bandeja con una comida abundante, llena de nutrientes, sin duda le caería bien. Pero lo que le sorprendió fue la forma en que Ylva comió.

Como si no hubiera probado bocado en días, como si su cuerpo reclamara cada porción con ansias. Ethan se cruzó de brazos, observando divertido.

—Nunca te había visto comer así —comentó con una ligera sonrisa.

Ylva, sin detenerse, terminó su porción y, sin vergüenza alguna, levantó la mirada.

—Quiero más, aún me queda hambre.

Ethan soltó una risa baja, negando con la cabeza.

—Claro, ya vuelvo amor.

Se levantó nuevamente y fue por otra porción.

Cuando regresó y ella finalmente terminó el segundo plato, el brillo en sus ojos y la sensación de satisfacción en su cuerpo le indicaron que por fin estaba saciada.

Ethan la observó con cariño. Después de todo lo que había pasado, verla comer con esa energía era una señal de que poco a poco, estaba recuperándose.

Ylva acomodó su posición en la cama, sintiéndose un poco más fuerte después de haber comido. Miró a Ethan con curiosidad, una idea brillando en su mente.

—Cuéntame cómo fue el viaje del Reino Dragón hasta aqui —le pidió, su tono lleno de interés—. Debe haber sido una vista espectacular viajar en un dragón, lastima que me perdi de disfrutar eso.

Ethan sonrió, recordando la sensación del aire golpeando su rostro mientras atravesaban los cielos.

—Sí, es una vista impresionante —admitió, su mirada reflejando la imagen en su memoria—. Pero no te preocupes, ya tendrás la oportunidad de experimentarlo, en esta ocasión lo importante eras tú, así que el viaje fue como un relámpago.

Ylva se quedó pensando en eso. La idea de volar sobre un dragón, de ver el mundo desde lo más alto, le provocaba una emoción innegable.

Y así las horas pasaron con tranquilidad. El ambiente era relajado, y la recuperación continuaba su curso. Hasta que, en un momento, una mujer loba del servicio entró silenciosamente, trayendo algo de merienda.

Sin decir palabra alguna, se inclinó ante Ylva antes de dejar la bandeja sobre la mesa. El gesto sorprendió a Ylva, pero no preguntó nada. Por alguna razón, sintió el respeto implícito en aquella acción.

Después de merendar, se estiró ligeramente y miró a Ethan con determinación.

—Quiero salir —dijo—. Y sobre todo, quiero conocer a los Reyes de esta ciudad.

Ethan soltó una pequeña sonrisa, su expresión reflejando algo más que simple diversión.

—El Rey Aldric ya te está esperando —le informó—. Quiere hablar contigo.

Las palabras hicieron que el corazón de Ylva latiera con fuerza. Este sería el siguiente paso. Un encuentro con respuestas, por algo le decía que ese rey podría darle o ayudarla en su búsqueda.

Ella se quedó en silencio por un momento, luego fijo la mirada en la puerta para posarla en su amado.

—¿Sabes qué postre se me antoja antes de ir a dar un paseo?

—Dime, cariño, ¿qué se te antoja comer? —pregunto él.

—Tú —respondió ella con picardia.

—Oh, vaya. Así que soy un postre delicioso. ¿Te gustaría probarlo?

—Por supuesto. No hay nada que desee más en este momento.

Con una mirada lasciva, Ylva comienza a bajar las tiras lentamente de su vestido, revelando su piel suave y sedosa mientras que Ethan la observa con deseo, casi sin poder contenerse.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunta ella.

Ethan asiente, incapaz de articular palabra. Ylva se acerca más a él y lentamente comienza a quitarle la camisa, acariciando su pecho con ternura.

—Creo que este es el mejor postre que he probado en mi vida.

Ylva sonríe y se acerca a sus labios, besándolo apasionadamente. La habitación empieza a llenarse de gemidos y susurros, mientras se entregan el uno al otro, con una pasión indescriptible.

Ethan se deleita en cada centímetro de la piel de Ylva, explorando con avidez cada curva y cada rincón de su cuerpo. Sus manos expertas acarician suavemente su espalda, sus caderas, sus muslos, mientras sus labios recorren su cuello con pasión y deseo.

Ylva arquea la espalda, entregándose por completo a las caricias de Ethan, sintiendo un placer indescriptible recorrer cada fibra de su ser. Susurra su nombre entre gemidos, inundando la habitación con el sonido de su rendición.

Ethan se sumerge en el aroma embriagador de Ylva, perdiéndose en el éxtasis de su unión. Cada roce, cada beso, cada gemido es una danza lasciva de deseo compartido, una sinfonía de cuerpos que se anhelan con intensidad.

El tiempo se detiene en ese instante de pura pasión, donde solo existen ellos dos, fundidos en un torrente de sensaciones que los arrastra hacia un abismo de placer incontrolable.

Ylva se abandona por completo a las caricias de Ethan, entregándose sin reservas a la tormenta de deseo que los consume. En ese éxtasis compartido, se convierten en un solo ser de pasión desbordante, donde el placer se convierte en poesía y el amor en un fuego que arde sin control.




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