El despertar del lobo. Crónicas del diamante

Capítulo 67

La noche había caído sobre Lycandar, pero el fuego en el corazón de Ethan seguía ardiendo con la intensidad de un recuerdo que no sanaba.

Sentado junto a Ylva, con la luna filtrándose entre las columnas del balcón, continuó su historia.

—Me enfrenté al Consejo —dijo, la voz tensa, como si aún sintiera el peso de esas miradas—. Les recordé que mi tío había tomado una decisión. Que su voluntad era clara: yo debía ser el próximo Alfa si él caía.

Ylva lo miraba en silencio, atenta, sin juicio.

—Pero los que apoyaban a Makon… —Ethan apretó los dientes—. No estaban de acuerdo. Dijeron que la palabra de un lobo muerto no bastaba. Que la sangre debía hablar. Así que propusieron un combate. A muerte. El que quedara en pie… sería el nuevo Alfa de la manada.

Hizo una pausa. El silencio se volvió espeso.

—Y yo… —bajó la mirada—. Yo escapé, pensé que era la salida más rápida ante aquella pesadilla. Minutos antes de que comenzara la pelea, escuché a los seguidores de Makon que él no iba a jugar limpio. Y cuando lo ví. Había veneno en su mirada. Trampas en su sombra. No era una pelea… era una ejecución disfrazada de traición. Porque eso fue lo que él hizo, traiciono el legado que mi tío le dejó.

Ylva respiró hondo. Sabía lo que venía.

—Así que huí. Como un cobarde. Dejé a mi manada a la deriva. Sin líder. Sin rumbo. Y Makon… tomó el poder sin oposición, hice sufrir a mi pueblo. Merezco la muerte, Ylva.

El silencio se alargó y Ethan no se atrevía a mirarla.

Pero entonces, Ylva se acercó más y le tomó el rostro con ambas manos y lo obligó a mirarla.

—Sí, es cierto eres un cobarde porque un Alfa debería luchar hasta el final —dijo con suavidad—. Pero también debería saber cuándo una batalla está perdida… y cuándo su vida vale más viva que muerta.

Ethan frunció el ceño, pero ella no lo dejó hablar, colocó uno de sus dedos en sus labios.

—Huir no siempre es de cobardes, Ethan. A veces, es de los que tienen el coraje de vivir para pelear otro día. —Le sonrió, con esa mezcla de ternura y fuego que solo ella sabía conjurar—. Además… si te hubieras quedado y muerto como un héroe, ¿quién me habría robado el corazón con esa cara de lobo atractivamente loco?

Ethan soltó una risa baja, ronca, como si no recordara la última vez que lo había hecho.

—¿Así que te robé el corazón, princesa?

—No te emociones —dijo ella, dándole un golpecito en el pecho—. Fue un préstamo. Aún estoy evaluando si lo mereces, Alfa.

Ethan la abrazó, esta vez con más fuerza, como si en ese momento entendiera que su historia no terminaba en la traición… sino que apenas comenzaba con ella.

Y bajo la luna, entre las ruinas del pasado y las promesas del porvenir, dos almas destinadas se aferraban la una a la otra. Porque a veces, el verdadero valor no está en quedarse… sino en saber cuándo es tiempo de volver.




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