El amanecer llegó sin canto de aves.Solo el murmullo de los árboles y el crujir de las armas al ser afiladas rompían el silencio.
En el corazón de Lycandar, el Palacio se había transformado en un cuartel vivo. Guerreros de distintas razas se entrenaban en los patios, los herreros trabajaban sin descanso, y los magos reforzaban los límites del reino con hechizos antiguos.
Ylva caminaba junto a Ethan, ambos vestidos con ropas de entrenamiento, cubiertos de sudor y tierra. Habían pasado horas perfeccionando sus movimientos, no solo como guerreros, sino como compañeros de batalla. Su sincronía era casi instintiva.
—¿Crees que estamos listos? —preguntó ella, observando a los soldados reunidos en el campo.
—No —respondió Ethan con honestidad—. Pero eso nunca ha detenido a los que tienen algo que proteger.
En la sala de estrategia, Lyra desplegaba un mapa encantado sobre la mesa de piedra. Aldric, los líderes de las razas aliadas y los capitanes de las manadas estaban reunidos.
—Makon no atacará de inmediato —dijo Lyra, su voz firme—. Está reuniendo lo que queda de sus fuerzas. Pero no debemos confiarnos. Vendrá con todo.
—¿Y si lo enfrentamos antes de que esté listo? —preguntó un elfo de armadura dorada.
—No —intervino Aldric—. Si lo hacemos, caeremos en su juego. Él quiere que nos desesperemos. Que nos dividamos. Debemos esperar el momento justo.
—Es cierto, no debemos tener ningún error en nuestros pasos ni seguirle el juego a ese pelele —dijo Ignis—. Este Makon, no le teme a nada, se cree que es el centro de atención, pero se va a equivicae, porque le daremos una lección.
Mientras tanto, en los pasillos del palacio, Aria y Dereck organizaban a los refugiados y a los heridos que llegaban. La familia de Ethan se había integrado por completo, cada uno aportando lo que podía. Iván, su padre, ayudaba a entrenar a los más jóvenes, mientras Elena y otros humanos eran escoltados a un refugio oculto, lejos del frente.
En la noche, bajo la luna creciente, Ylva se encontró con Lyra en los jardines.
—¿Crees que sobreviviremos? —preguntó Ylva, su voz apenas un susurro.
Lyra la miró con ternura, pero también con esa chispa de misterio que siempre la envolvía.
—No lo sé. Pero sé que tú estás destinada a más que esta guerra. Y si el destino ha de cumplirse… entonces esta batalla es solo el principio.
Ylva alzó la mirada al cielo.
Las estrellas parecían más lejanas esa noche. Pero su fuego… seguía ardiendo.
El amanecer se alzó una vez más sobre Lycandar con un tono gris plateado, como si el cielo mismo se preparara para la guerra.
Los patios del palacio vibraban con movimiento, ya que los Guerreros de todas las razas entrenaban sin parar.
Desde las alturas del Salón de Estrategia, Aldric observaba el despliegue con una sonrisa que no lograba ocultar del todo. Por primera vez en siglos, los reinos se habían unido.
—Los dragones han confirmado su vuelo —dijo Lyra, entrando con paso firme y dando los reportes más recientes—. Los enanos han sellado sus túneles y están listos para el combate. Las hadas del musgo y del crepúsculo han enviado sus mejores hechiceras. Y los elfos… han traído sus arqueros de luz.
Aldric asintió, con los ojos brillando de esperanza.
—Entonces no estamos solos. —Su voz resonó con fuerza—. Esta vez… luchamos como uno.
Jesper, el estratega de los elfos, se adelantó entre los líderes reunidos. Su capa de hojas encantadas se agitaba con cada paso.
—He estudiado los movimientos del ejército de Makon —dijo, desplegando un mapa mágico sobre la mesa—. Y hay algo que debemos aprovechar: su fuerza está concentrada en los extremos. Sus flancos son débiles. Si atacamos desde el centro y dividimos sus líneas, podemos desestabilizarlo.
Los reyes de cada reino intercambiaron miradas. Era una oportunidad real.
—¿Y qué lo motiva a venir con tanta furia? —preguntó Aldric.
Jesper bajó la mirada, luego la alzó con gravedad.
—Ylva. Él busca una omega con linaje puro. Cree que ella puede engendrarle un heredero… uno que lo consolide como el Alfa absoluto de todas las manadas.
El silencio fue roto por una carcajada seca.
Ylva, que había entrado justo a tiempo para escuchar, se cruzó de brazos y alzó una ceja.
—¿Ese idiota cree que puede tenerme como criadora de su linaje? —dijo con ironía—. De seguro recibió información errada. Mejor así… porque la caída será más dolorosa. Y yo estaré feliz de darle una paliza a un idiota de porquería como él
Algunos reyes sonrieron. Otros asintieron con respeto.
—Sobre el terreno —intervino Lyra—, lucharemos en las Llanuras de Nieve. El frío será intenso, pero nuestras tropas están preparadas. Los dragones mantendrán el cielo despejado, y las hadas reforzarán el suelo para evitar que se hunda.
—¿Y los riesgos? —preguntó Dereck, desde el fondo.
Aldric se volvió hacia todos.
—Es imposible que no haya pérdidas. Esta guerra no se ganará sin sacrificios. Pero si luchamos juntos… podremos evitar que el mundo caiga en las garras de un falso Alfa, que se cree un dios.
Ylva apretó los puños. Ethan, a su lado, la miró con orgullo.
La guerra se acercaba. Pero esta vez… la esperanza también marchaba con ellos.
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Editado: 04.11.2025