El despertar difuso

El despertar difuso

¿Dónde poder ocultarme en esta mole de hierros retorcidos y hormigón desnudo? ¿Adónde acudir rápidamente engañando al mal que me acosa? ¡Solamente a veces! Destrucción y caos; montañas de basura depositadas en la lejanía, más allá incluso del alcance de mis pupilas...

Apuro el paso, acelerándose los latidos de un corazón que tranquilamente podría ser el mío. El aire no es puro y la humedad persiste en pieles forjadas. No hay consuelo para almas subastadas ni para individuos rindiéndose en plena lucha…

Al borde sin aristas despliego alas emplumadas. Aleteando como un abejorro aterrizo en la azotea de la mole más elevada. Desde aquí oteo el submundo que flota por no hundirse. Es enorme en extensión distendida. Gigantescos muros laberínticos acotan a curiosos que de ser algo serían personas de dos pies; casi normales, casi creíbles…

Es mi sueño así pues no marco yo las pautas a seguir. Debo dejarme llevar cuesta abajo y cuesta arriba. Entonces mis alas se descuelgan y en la desventura termino cayendo al vacío. Éste ha sido rellenado con despojos; cuchara a cuchara, palada tras palada… ¡Huecos cubriendo agujeros!

Nunca es completa la alegría del desdichado ni incompletos sus días de carencias. ¡Me reconforta saber que mi estupidez no es mayor que la del resto de personas!

Intento seguir camino, aún antojándoseme dificultoso. Pies de plomo pisando superficies dadas la vuelta ¡ideal cordura! A cada paso se hunden mis pies tanto como mis ideas mientras apremio envolverme en telas roídas.

Terminaré desapareciendo cuan hombre menguante, fusionado con hierros oxidados que no paran de quejarse. Escalofriantes al tiempo que deleznables son sus voces metálicas…

¿Sirve para algo la acción del deseo? ¿Alguien espera al otro lado de la vida? No tengo respuestas porque nadie aguarda nunca al otro lado de la vida. Mi tronco inferior se ha materializado en herrumbre, no pasarán muchos minutos antes de que yo, como entidad individual, sea etéreo y oxidado recuerdo.

¿A quién le importa? ¡Ni a éste que soy yo! Persona después del personaje, esquivo e irrisorio. Posiblemente viviendo en esta psicosis generada por insustanciales raciocinios...

Únicamente la cabeza permanece libre cuando la dejan en su sitio. Todo cuanto es callado adhiere un ladrillo más entre el hormigón y el hierro. De ser creyente me pondría a bien con el todopoderoso; riéndome en su cara hecha de sarcasmo y azufre…

Mi hora, marcada en el reloj de la pasada juventud, ha llegado hace tiempo. ¿O no? Súbitamente un campo de margaritas me recibe afable. Sea siendo tumulto de hierba y té verde, lontananza; puntos amarillos al descubierto y puntos blancos cubriendo negros. Sea al serlo humedad, otrora carcelaria, ahora benefactora. Ha lugar a fragancias de jazmín y rosas…

Tumbado contemplo el cielo sellado en azul. ¡Respeto ante semejante derroche! Pálidas nubes pintan figuras aleatorias a las que voy sacando parecidos razonables. ¡Cuán divertido juego de niños! No podría estar en mejor ubicación. Y es que pertenezco a esta esfera. Lo sé porque siento su piel pétrea tanto como la mía de cera caliente…

Relajado me adormezco cuan bebé despegado de la cuna. Panza llena, gaznate a rebosar y poco más. Sin embargo obsequiadme con más manjares pues saciado estoy del estómago que no del alma...

No podría ser más feliz en mi desdicha. No obstante como sea que lo bueno termina, aquí acaba esta reflexión sin comienzo y ciertamente justa de sentido.

Tras retomar conciencia de mis sentidos ya no existe prado ni té verde; tampoco puntos amarillos ni blancos... ni tan siquiera negros. No cabe fragancia a jazmín, rosas ni razonables parecidos en las nubes…

Me he dejado entrevistar por el Acosador sombrío. Éste llegó a mí en forma de expansión sensorial remota. Realmente no hubo tal mole de hierro y hormigón; sólo aquello que quise ver entre el espacio de lo que fui y de lo querría haber sido…

Me agarró la perdición del sofoco, engañándome con insinuantes falsedades. ¡Desperdicio de sinvergüenzas! Ahora que lo sé maldigo la sangre del mentor, flagelando mis descarnadas carnes… Consentido necio.

Sueños enredados a largos tallos espinosos. Mis reminiscencias despotrican al gusto; de primeras se me hacen incomprensibles mas para cuando llego a interpretarlas ya me encuentro en la vorágine de una nueva era…

¡El despertar difuso! Esta noche no habrá mentiras pero sí verdades que distarán mucho de serlo…




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