El Despertar I

|Capitulo veinticuatro|

|Terminar con todo|

 

†Adeline†

Había momentos, como estos, en donde dibujaba por mero placer.

En donde me gustaba ver el desliz del lápiz de grafito sobre la hoja, en donde me agradaba la forma en que mis manos se manchaban. Era relajante, significativo, cuando el arte que me ayudaba a lidiar con ellas escapaba de sus dominios y llegaba hasta mí como un soplo de viento impregnado en alivio. Y después de días tan depresivos y cargados, aquello era algo que realmente estaba necesitando.

Tracé de forma suave el contorno de una lámpara, esperando no temblar y equivocarme. De fondo, habia dejado un espacio gris y sin chiste para que el artilugio tomara protagonismo. Los detalles se los haría después, cuando la silueta estuviera lista y yo me sintiera menos oprimida. Apenas habia comenzado por ellos cuando la puerta de la habitación se abrió y Phin entró como si el mismísimo diablo la persiguiera. Elevé una ceja, apartando el lápiz del dibujo para evitar cualquier tipo de accidente. No sabía en dónde estaban mis borradores y, sinceramente, no me sentía con fuerzas para buscarlos.

—Creí que el problema entre Ángel y tú ya se habia solucionado —hablo, creyendo que su turbación se debe a algo que volvió a pasar entre ellos. Después del momento con Alessandro en el pasillo, habia obligado a Andrew a que olvidara lo sucedido y se concentrara en nuestra principal misión.

Y aunque no fue fácil, puesto que ambos jóvenes tenían los labios tan sellados, logramos hacer que llegaran a un acuerdo que apenas comprendimos. No supimos con exactitud qué sucedió entre los dos mejores amigos para que la tormenta durara más de un día, pero las cosas habían tomado mejores tintes después de ello, haciendo que la razón no fuese más relevante o necesaria.

Mi amiga me miró, llevándose el pulgar al dedo y mordiendo sus cutículas. Uñas ya no tenía. Una mala costumbre de su parte que intentamos con Beca eliminar, sin ningún tipo de éxito o avance en los últimos dos años. La más pequeña del grupo parecía ser una caja de nervios incontrolables por temporadas, y esta al parecer sería una de esas.

—No pude evitarlo, lo siento —soltó de golpe.

Fruncí el ceño, sin entenderle.

—¿De qué estás hablando? —quise saber.

Dejé el cuaderno y el lápiz a un lado sobre mi cama. Ya terminaría la lámpara mágica otro día. Ahora, mi atención la tenía la pequeña castaña que me miraba como si hubiera cometido las peores de las travesuras del día.

—Él me dio un mensaje para ti, y cuando me crucé a Andrew de camino… —titubeó, yo me había levantado de la cama cuando dejó en claro que se estaba tratando de mí. Pero no era eso lo que más me preocupaba, sino su mirada. La cual, turbada y desesperada, no dejaba de dirigirse a todos los puntos posibles de la habitación —. Me la quitó, tiene la nota y ahora está enfadado. Demasiado.

Tardé en procesar lo que me estaba diciendo, me sentía aturdida por su vomito verbal y pocas cosas que salieron de su boca fueron entendibles. La mayoría era un susurro sin sentido o un tartamudeo despedido sin control. Phin volvió a levantar la mirada y apretó los labios en una mueca, debía tener la confusión grabada en el rostro hasta que reaccioné.

«Mensaje»

«Él».

«Andrew enojado».

Solo había una persona que se me ocurría podía causar aquel efecto inmediato en mi amigo, y lo habia visto esta misma mañana. La forma en que mi amigo lo miró, la forma en que actuó…

«Él me dio un mensaje para ti» las palabras de Phin se repitieron dentro de mi cabeza, dándole aún más sentido a las teorías que formé en el interior de esta.

«Alessandro» sisearon las voces, enfadadas y asqueadas.

El enfado traspasó desde ellas hasta llegar a mis venas, haciendo que mi sangre hiciera combustión espontánea al convertirse en un acelerador para la ira. Me giré y avancé hasta el cajón de mi mesa de noche, sacando de ella la nota que, al arrepentirme de haberla tirado a la basura, volví a guardar. El dije del collar brilló también dentro y, al tomarlo, dudé. Era mío. Siempre fue mío.

«Pero por el tiempo que pasó en sus manos, parece más de él» pensé con cierto pesar.

Pensaba devolvérselo junto a la nota, pedirle de una vez que fuese sincero y, si me quedaba tiempo, decirle lo muy confundida que me sentía con todo lo sucedido. Porque mi mente no habia podido aclararse en días y se debía también al esfuerzo que yo estaba poniendo en ignorarlo y entenderlo todo. Como si fuesen dos decisiones inconclusas que se maquinan por separado hasta decidir cuál era más fuerte como para seguir.

Tras de mí, escuché a Phin soltar un quejido.

—Sabía que no debía contártelo.

Mi espalda se irguió, tensa de una manera dolorosa. Cuando miré a mi compañera de cuarto, fue con el ceño fruncido y una expresión dolida.

—¿Enserio, Josephine? —solté, sintiendo la ira quemar en cada respiración que daba —. ¿Así decides todo? «Esto puedo contárselo a Ada, esto no. No vaya a reaccionar mal» —continué, acercándome.

Estuve a punto de arrepentirme cuando se encogió en su sitio y su barbilla tembló. Una parte de mi quiso reaccionar y hacerle entender que no debía temerme. Yo jamás le haría daño, y ella debía saberlo.

Desde siempre, desde que se metió en mi corazón y mi piel, supe que la cuidaría como una hermana mayor. Phin fue la primera persona en este lugar que logró sacarme una sonrisa y hacerme sentir que no todo estaba perdido, que aún quedaba algo lindo en todo aquel desastre. Ella, sobre todo ella, fue la causante de que yo comenzara a unirme a los demás. A dejar de poner distancias donde ya no cabía ni siquiera un gramo de aire. Y ahora… me temía.

Y dolía.

Pero en aquel momento, el enfado era mucho más fuerte. Mis manos temblaban y sabía que, si continuaba mirándola, mi rabia sería mal dirigida.




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