El bosque se encuentra en tranquilidad, solo se oye el cantar de los pájaros y las caricias del viento nos acompañan en cada paso que damos.
Nuestras pisadas son suaves en la energética tierra de nuestro territorio. El melodioso sonido de nuestras risas es acompañado por los pequeños roedores, que se encuentran a nuestro alrededor, emitiendo sus adorables sonidos.
—Entonces…¿en verdad crees que pueda hacerlo?
—Claro que puedes —Syna siempre tenía las palabras adecuadas, siempre supo hacerte sentir bien y darte esperanza —Puedes hacer todo lo que te propongas cachorra.
—Te dije que no me llamases así…
—Te encanta que lo haga, a mi no me engañas —y es verdad, el cariñoso apodo que me puso lograba que mi corazón vibrase de felicidad pero siempre me gustó molestarla con ello.
El silencio se extendió entre nosotras mientras continuamos nuestra caminata.
—Puedes hacerlo Kass, tienes talento en ello y no debes avergonzarte por querer un poco más de lo que se supone, debes tener.
—Van a burlarse de mí — a pesar de sus dulces palabras, mi mente no abandona esa idea. Se supone que mi lugar es calmar a los más conflictivos pero eso no es lo que yo quiero, quiero luchar, defender a los más débiles y no ser una especie de terapia comunal —Sabes que ellos no permiten que los rangos se cambien.
—¿Quien dice que debemos conformarnos con ello? Uno puede ser lo que quiera ser, mírame a mí, soy quien yo quiero y no permito que me digan en donde debo encasillarme —Sus ojos brillan con determinación, completamente convencida de lo que dice — No dejes que ellos te impidan cumplir tus sueños Kass.
—Tienes razón, siempre la tienes…—digo mientras acaricio mi colgante en forma de corazón que ambas compartimos.
Caminamos un rato más por el bosque y luego comenzamos el camino de regreso cuando de repente la alarma del pueblo comienza a sonar y un tenue olor a sangre llega hasta nosotras en compañía del viento.
—Nos atacan...—un estado de alerta nos poseyó a ambas, sabiendo que las cosas no estaban bien en nuestro pequeño pueblo —Corre, rápido y escóndete, si alguien te descubre has lo que mejor sabes hacer. Pelea.
—Syna, no —digo mientras la sostengo de una muñeca —No me dejes.
—Jamás voy a dejarte —acaricia mis mejillas mientras junta nuestras frentes, en una tierna acción que siempre hacíamos —Siempre volveré a ti cachorra.
La veo marcharse corriendo para luego dar un salto y convertirse en una gran loba blanca que rápidamente desaparece entre la maleza del bosque, dejándome a mí atrás. Las ganas de seguirla y luchar junto a ella me invadieron desde el primer momento pero se que no debo sucumbir ante mis impulsos, aun soy considerada demasiado inutil para intervenir y debería estar oculta con los demás de mi categoría y aquellos que están un nivel por encima de mí, sin embargo estoy demasiado lejos y es arriesgado por lo que le hago caso a Syna y corro hasta encontrar un hueco en el tronco de un árbol.
Las horas pasan y yo continuo en mi escondite hasta que el sol se oculta y decido ir a investigar. Mi conciencia dice que debo quedarme aquí a salvo y en espera a que Syna regrese por mí, pero algo en mi interior me hace desobedecer al ver el humo alzarse entre las copas de los árboles.
Camino en silencio por el bosque, tan diferente a aquel que recorrimos juntas hace unas horas. Los pájaros ya no cantan y los pequeños roedores parecen haberse escondido.
Lo único que continua es la caricia del viento solo que esta vez trae consigo el hedor de la sangre y muerte.
Al llegar el olor de de las cenizas mezclado con el de la sangre me recibe junto a los cadáveres de los que fueron mis vecinos.
Algunos aún permanecen en sus formas lobunas pero cada cuerpo que encuentro en un intento desesperado de recibir respuestas me indica que el aliento de la muerte ya se los llevó con ella.
Las caballas humean, llorando a gritos por lo que alguna vez fueron.
Entre el hedor que rodea toda la comunidad divisó la esencia de Syna y me apresuro a seguirla en su búsqueda.
—¡Syna!¡Syna! —grito una y otra vez mientras sigo su olor pero no recibo respuesta alguna.
Al girar en una esquina de la desolada calle el rastro, que con anterioridad seguía, se desvanece de golpe. Observo mi alrededor, intentando comprender porque ya no puedo olerla, sin percatarme que inconscientemente me encuentro buscándola entre los cadáveres que me rodean y en un movimiento la suela de mi zapato parece pisar algo duro.
Al bajar mi vista, comprendo por qué su rastro me guió hasta aquí. Su colgante en forma de corazón, aquel que compartimos, se encuentra tirado entre la tierra.
Esa es la primera ocasión en que mi corazón se rompe y ella no está para unir sus piezas con sus dulces palabras y cariño de madre porque comprendo que por primera vez en tantos años, ella no volverá por mi.
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Editado: 06.12.2021