El despertar místico

CAPÍTULO DIEZ

DORIAN

 

Ha pasado una semana desde que Syna volvió a perderse en su lobo. Ese día le costó algunas horas poder volver en sí y desde entonces, una bruma de tristeza la rodea de forma constante. Los primeros días de su llegada se la veía triste por momentos pero ahora esa tristeza se hizo permanente, la mayor parte del tiempo esta taciturna y solo habla con Kassia en algunas ocasiones.

 

—Es mucho más grave de lo que parece, Dorian —me dijo una tarde, sus ojos que se encontraban perdidos observando por la ventana me enfocaron por unos momentos y lo que vi en ellos no me agrado para nada.

 

—¿Te refieres a la psíquica? —asintió con la cabeza y me extendió un papel manchado de sangre —¿Que quiere decir esto?

 

—Lo que lees...ellos acabarán con todos nosotros.

 

La psíquica vio algo, y ese algo anunció nuestra destrucción. 

 

Los médicos suicidas están detrás de todos los seres sobrenaturales y, si ella se arriesgo a venir hasta aquí sabiendo que encontraría su muerte, es porque debemos estar más alertas que de costumbre.

 

Desde entonces estamos más atentos, alerta, esperando un posible ataque.

Veo a Syna sentada en el pasto del jardín y me encamino hacia ella.

No me observa ni habla pero sabe que estoy aquí porque al sentarme a su lado, deja escapar un sonoro suspiro cargado de cansancio y ansiedad.

 

—¿Cómo has estado? 

 

—He estado peor, la verdad —su voz suena débil.

 

—¿Y tu loba? —desde su último cambio la ha retenido, sabiendo que no se encuentra lo suficientemente estable como para poder cambiar sin perderse en su mente.

 

—Ansia salir, pero debo reprimir esos deseos —por primera vez en días me observa, con los ojos brillantes —Mi loba siempre fue inestable, supongo que es demasiado para un solo cuerpo. Me perdí en ella tantas veces...que ya he perdido la cuenta.

 

—Los lobos poderosos son los más propensos a perderse —asiente con la cabeza, haciendo una mueca con los labios —¿Cómo sueles controlarla?

 

—La meditación ayuda, conectarme con los espíritus de energía que nos rodean.

 

—Siempre que Kassia habla de ellos me dan ganas de pedirle que los dibuje, me da curiosidad su aspecto.

 

—Son pequeñas esferas azules que flotan a nuestro alrededor, las más brillantes generalmente son las que más energía desprenden. Ellos suelen estar en los lugares más puros, bosques, claros, etcétera —dice con una pequeña sonrisa en el rostro que se pierde rápidamente, dejándonos en un silencio que está muy lejos de ser incómodo.

 

—Ven conmigo —digo cuando me levanto del pasto, ofreciéndole una mano que observa dubitativa.

 

La sostiene y se ayuda con ella a levantarse, me observa con una curiosidad latente en sus ojos.

Me transformo para lograr llegar más rápido y le hago una seña con mi cabeza para que se suba a mi lomo. Se sostiene de mi cuello, agarrando fuertemente mi pelaje.

Comienzo a correr por el bosque, zigzagueando entre los árboles y asustando algunos animalitos del lugar, escucho una tenue risa, que si no fuera por mi audición poderosa, creería que me la había imaginado.

 

Llegamos a un gran claro que es adornado por un estanque lleno de peces que logramos ver gracias a la transparencia del agua en la que nadan.

Syna comienza a caminar por el lugar mientras que yo me recuesto en el cesped que me hace cosquillas en el hocico. Cuando regresa, se recuesta a mi lado y nos pasamos el resto del día allí, en un cómodo silencio en donde los dos disfrutamos la presencia del otro.

SYNA

 

—Kass, ya quédate quieta. Déjame dormir —gruño molesta, hace casi una hora nos acostamos a dormir pero Kassia se encuentra demasiado inquieta y no deja de moverse en la cama, impidiendo mi sueño.

 

—Es que no puedo dormir… —dice con un tono infantil —¿Me cuentas un cuento, Sy?

 

Bufo divertida, recordando las muchas veces en las que ella, de pequeña, me pedía que le contara alguna historia para poder dormir.

 

—Vale, ¿cual? —a pesar de preguntar sé cuál historia me pedirá.

 

—Cementerio de deidades —esa es su historia favorita desde pequeña, incluso creo que se la sabe de memoria.

 

—Vale —me observa con sus ojitos brillantes, mientras recuesta su cabeza en mi pecho. Despues de eso, empiezo a contar:

 “Oh bienvenido joven viajero, dijo el anciano al recién llegado, lo había divisado hacía rato,  vagando como alma en pena, por aquel pueblo. Buscando un alma piadosa que le dirigiera la palabra”

>>Desafortunado has sido, amigo mío, al llegar a este lugar. No, no me hagas caso, espetó con fingida pena, en el intento de captar su atención, esperando que aquel hombre preguntara por más. ¿Quieres que te cuente la historia? preguntó, aquellos ojos verdes del anciano observaron al hombre con tanta emoción, que el viajero no pudo negarse.




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