El despertar místico

CAPÍTULO ONCE

SYNA

Caminamos en silencio por el bosque hasta encontrar un tronco en el que poder sentarnos, Kassia me observa con una latente curiosidad que siempre la caracterizó.

Por la mañana, apenas terminamos el desayuno, le dije que debíamos hablar. Quizás vio la seriedad en mi rostro porque no tardó en afirmar y ahora, nos encontramos alejadas de los demás a punto de tener una charla que puede cambiarlo todo para siempre y yo, no podría culparla por ello.

 

—Prométeme que primero escucharás toda la historia, ¿vale? 

 

—Si, Sy. Tranquila, no estés tan seria —dice con un tono de voz jovial.

 

—Por favor Kass, no estoy bromeando —dejando las bromas detrás, asiente con la cabeza y se mantiene en silencio, esperando, quizás, que yo comience a hablar.

 

—Cuando era niña, vivía en una gran casa de dos pisos junto a mis padres. Ellos eran geniales, siempre me protegían de todo y me daban cariño, demasiado. Tengo el cabello de mamá y los ojos de papá, ellos siempre lo repetían —continuar con la historia, a pesar de solo estar en el principio, hace retorcer mi corazón y las palabras parecen trabarse en mi  garganta —Siempre supieron que era especial, que era poderosa y no solo por ser un alfa, sino por todo lo que había en mi interior. Ellos siempre repetían que era única.

>>Pero no todo siempre fue perfecto, no me dejaban relacionarme con los niños de la manada porque me temían, decían que cuando me acercaba a ellos los hacía temblar y es que, desde pequeña el poder de mi loba era notable. 

Recuerdo sentir a mi loba en mi interior, furiosa porque no nos permitían tener amigos. Una furia que se fue acumulando con el paso del tiempo hasta que una noche, mi loba tomó el control mientras todos dormíamos y los asesinó, tengo algunos destellos de recuerdos. Esos ojos idénticos a los míos, observandome con temor y los gritos de mi mamá, diciéndome que no lo hiciera.

—Cuando recupere el control, estaba sentada en las escaleras y todo estaba lleno de humo, las llamas crecían furiosas entre la madera. Me costaba creer en mis recuerdos porque yo amaba a mis padres, ¿como mi loba podría hacerles algo así? —mis ojos están llenos de lágrimas que me niego a derramar y Kassia, mi cachorra, me observa con odio que se resbala por sus mejillas en compañía de las lágrimas, uno que jamás había visto dirigido hacia mi de su parte.

 

—Syna...¿cómo te atreves…?

 

—Prometiste escuchar toda la historia —le interrumpo, sabiendo que si continuo solo será para empeorar las cosas pero si no cuento todo, no creo lograr volver a juntar el valor necesario para contárselo —Recuerdo irme corriendo de la casa y chocar con una mujer de ojos vacíos, ella dijo que me ayudaría.

>>Al otro día, en la manada, todos estaban de luto por la muerte de mis padres. Amaris dijo que olió el humo y que me encontró justo a tiempo. Ella se hizo cargo de mi desde entonces hasta que un día, ella vio algo y con ayuda de un amigo, me llevó a tu antigua manada. El me incorporo a los recuerdos de todos, como una niña huérfana demasiado autosuficiente que podía cuidarse por sí sola, para todos siempre estuve ahí. Aunque no fue así, tenía nueve cuando me llevaron a la manada, dos años después de haber asesinado a mis padres. Tres años después, naciste tú. 

 

—Mi loba siguió dando problemas pero Amaris me enseñó que la meditación ayudaba, por suerte no volvió a asesinar a nadie. Trato de mantenerla en control.

 

Nos mantenemos en silencio, yo perdida en mis recuerdos y ella, no lo se y la verdad, no estoy preparada para volver a ver el odio en su mirada.

 

—¿Cómo pudiste, Syna? —pregunta levantando la voz —Me engañaste todo este tiempo, a toda la manada.

 

—Kass… escucha…

 

—Ya escuche suficiente, ¿no crees? —me interrumpe, aunque en realidad, no sabía qué decirle —Ahora escúchame tu a mi, ¿cómo puedes dormir por las noches?

No espera una respuesta, se levanta y camina apresurada de regreso con los demás, limpiándose bruscamente las lágrimas que caen por sus mejillas.

Intento seguirla, pero caigo de rodillas sobre la tierra con miles de imágenes reproduciéndose en mi mente. 

La mirada aterrada de mi padre, los intentos desesperados de mi madre por escapar, a todos en sus entierros, Amaris, yo en el fuego, la nueva manada, el ataque, las torturas y por último, el odio en los ojos de mi dulce cachorra.

 




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