El despertar místico

CAPÍTULO TRECE

DORIAN

 

Una constante molestia en los ojos es lo que me despierta, Syna se encuentra a mi lado y duerme plácidamente. La espalda me duele por la mala posición en la que dormí y mis piernas se sienten entumecidas.

Pienso en todo lo que platicamos anoche, fue como si un manto nos hubiese arropado permitiendo que abramos nuestros corazones y contáramos cosas que pocas veces habían sido compartidas por nosotros. 

 

El recuerdo de sus ojos tortuosos persisten en mi mente, en cómo el dolor se filtraba en sus palabras al hablar de la muerte de sus padres y la razón del porque Kassia se marchó de manera tan repentina.

 

—No fue culpa tuya Syna —le dije cuando se quedó en silencio después de contarme lo que Kass le dijo —Eras una niña y tu loba es demasiado poderosa.

 

—De todas formas, lo hice.

 

—Pero no porque quisieras, Sy —acaricie con mi pulgar su mano, intentando ser un consuelo para ella —Y Kassia...ella no estará enojada contigo para siempre, lo entenderá.

 

—¿Y si cree que soy un monstruo? —preguntó con un sutil tartamudeo.

 

—Imposible, ella te adora —después de verla dudar, agregue —No eres un monstruo Syna y estas muy lejos de serlo.

Se remueve en el sillón en el que dormimos, frunce el ceño como si algo estuviera perturbando sus sueños y de manera abrupta, sobresaltándome, se incorpora y me mira con unos ojos rojos que se encuentran perdidos en algún lugar de su mente.

Cuando parece estar dispuesta a atacarme, algo que me hace saber por su posición de ataque, sus ojos vuelven a su color natural. Solo bastó un instante para que el ser sediento de sangre volviera a esconderse en una cueva ubicada en algún rincón de su mente.

 

—Está bien, tranquila —digo cuando su respiración comienza a alterarse.

 

—¿Te lastimé? —pregunta mientras me recorre con la mirada.

 

—No,no. Solo fueron unos segundos —mira a su alrededor y comienza a encaminarse a la puerta —Estás mejorando, Syna. Comienzas a recuperar el control.

 

No responde, se marcha cerrando la puerta detrás de sí.

 

¿Por qué dije eso? No lo sé, pero quería hacerla sentir mejor. Hacerle saber que su loba no tendría el control por siempre, pero no sé si logré mi cometido.

 

Más tarde encuentro a Seb en la cocina, tomando un café, y me siento a su lado comenzando una charla que por un rato no tiene sentido alguno.

En algún momento mi mirada se topa con Syna que se encuentra en el jardín y me pierdo observándola acariciar las plantas y sonriendo en algunos momentos, pocas son las veces que sonríe o las que habla con nosotros y por alguna razón, me enorgullece saber que soy una de las personas con las que más ha hablado, exceptuando  a Kassia.

 

—Te gusta.

 

—¿Que?, claro que no —digo seguro.

 

—Aja —dice con una sonrisa traviesa —Nos conocemos, Dorian. No puedes engañarme.

 

—No me gusta, solo eres tú intentando que deje de ser…

 

—Un viejo solterón —dice riendo a carcajadas cuando le gruño.

 

—No soy viejo…

 

—Claro que lo eres, tienes treinta y dos —estira su brazo y toca mi cabello —Mira, hasta tienes canas.

 

—No soy viejo —digo mientras me levanto y comienzo a dirigirme a las escaleras —Y no me gusta.

 

—¡Repítelo hasta que te lo creas! —Rio levemente por las ocurrencias de mi amigo.

 

Cierro con cerrojo mi oficina y me dispongo a leer algunos papeles, pero mi mente parece no querer colaborar. 

Mi mente me evoca al día en que esta manada se conformó.

 

Caminaba por las calles de tierra de nuestro hogar, el sol ya se había ocultado y todo era iluminado por las estrellas y algunas lámparas que decoraban los alrededores, cuando oí unos quejidos.

Me preocupó que alguien se encontrara herido así que me dirigí a la fuente del sonido, en un callejón se encontraba Alec y dos de sus amigos golpeando sin cesar un cuerpo acurrucado contra el piso.

 

—¡Hey! —dije alertándolos —¿Qué creen que están haciendo?

 

Mi intención era hacer que se marcharan y ayudar a quien estaban atacando, pero todo cambió cuando la luz reflejo el rostro ensangrentado de Seb.

El pánico en sus rostro era notable cuando me acerqué de forma amenazante. En algún momento los golpes comenzaron, eran tres contra uno pero eso no les importó. 

 

Siempre supe que Alec era un imbécil y muchas veces se lo dije a Seb  pero el amor lo tenía cegado hasta que un día rompió su relación con Alec  porque ya no sentía lo mismo y desde entonces siempre lo molestaba. Pero jamás había llegado a tal punto.

 

Por la mañana, me expulsaron de la manada.

 

Y es que el Alfa no creyó mi versión de los hechos, evidentemente le dio la razón a su hijo.




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