El despertar místico

CAPÍTULO CATORCE

 SYNA

 

El sol calienta mi rostro y el pasto acaricia mi cuerpo, estoy acostada en el jardín observando el cielo que se encuentra sin nubes. Pero a pesar de la calidez que embriaga el lugar, de el constante acurruco de los pequeños espíritus que rodean el lugar; todo mi cuerpo se siente frío, ajeno a todo lo que me rodea.

El dolor de mis recuerdos se hace presente en la realidad, como si cada una de las antiguas torturas y heridas estuvieran siendo recreadas y abiertas nuevamente en mi.

 

En todo este tiempo no he logrado que mi mente deje en el olvido todas las atrocidades que sufrí en aquel lugar lleno de sufrimiento. 

Los gritos, los llantos, las súplicas, el hedor a sangre, a podredumbre.

 

Nos encerraban en celdas pequeñas con una puerta transparente, frente a mí había un chico pelirrojo. El era un silfo, sus orejas eran puntiagudas y sus dedos eran decorados por largas uñas negras que terminaban en pico, vestía un enterizo celeste de algún material liviano que parecía levitar en cada movimiento que él hacía. Nunca supe qué fue lo que le hicieron los médicos pero en definitiva sé que le hicieron algo. 

 

Un día se lo llevaron y unas horas después regresó inconsciente. Mientras los días fueron pasando un asqueroso olor empezó a esparcirse por todo el lugar, invadiendo las celdas. Se movía de forma errática, y sus gritos estaban cargados de dolor cuando su piel comenzó a abrirse, a supurar y lentamente comenzó a pudrirse hasta que un día, ya no quedó nada del excéntrico y elegante hombre que los médicos capturaron. Finalmente se convirtió en una masa de pus, secreciones y un día, sin más, murió en su celda. Encerrado y a la merced de unos locos que disfrutan experimentar con otras personas.

 

Un débil lloriqueo se oye por el bosque e internamente agradezco que algo interviniera y me saque de mis tortuosos recuerdos.

Miro a mi alrededor, intentando identificar la fuente de aquel sutil llanto y camino hacia unos arbustos que son sacudidos levemente. Los aparto un poco, dejándome ver a un pequeño cachorro de lobo color caramelo. 

 

—Oh...hola pequeño —el cachorro sacude su diminuta colita en cuanto me ve y se acerca dando tiernos pasitos tambaleantes —¿Dónde está tu mami?

 

Claro Syna, sigue esperando a que un cachorro de lobo conteste lo que le preguntas.

 

Lo tomo en mis brazos y empiezo a revisar los alrededores en busca de su madre o de alguna manada de lobos, él es demasiado pequeño y podría haberse separado del grupo fácilmente. 

Después de caminar un rato con el pequeño en brazos que deja algunas lamidas en mi cuello, desisto en la búsqueda y regreso al lugar en donde lo encontré, con una última esperanza de encontrar a algún otro lobo.

 

—¿Está todo bien, Syna? —pregunta Tyler al verme emerger del bosque.

 

—Si...encontré a un cachorro —digo mientras lo alejo de mi pecho para que Tyler pueda verlo —Intente encontrar a alguna manada o a su madre, pero...parece que está solito.

Comenzamos a caminar para entrar a la cocina donde están Amapola y Seb que nos miran apenas ingresamos. Ambos desvian sus miradas al pequeño que sostengo en brazos cuando comienza nuevamente a llorar.

 

—Un cachorrito...—Amapola se acerca emocionada, seguida por Seb y ambos comienzan a acariciarlo.

 

—Parece que tiene hambre —Seb comienza a preparar un poco de leche para que pueda darle al cachorro mientras que les cuento como fue que lo encontré.

 

Después de unos minutos empiezo a alimentar al pequeño cachorro que se desespera apenas ingiere un poco de alimento, demostrando que hacía mucho tiempo que quizás estaba vagando solo por el bosque. Dorian y Josh aparecen entre los árboles en sus lobos, regresando de una patrulla. Después de vestirse, se adentran a la casa y se sientan en los asientos libres.

 

—¿De donde lo sacaste? —pregunta Josh mientras toca con delicadeza las pequeñas orejas del lobo.

 

—Lo encontré en unos arbustos, estaba solo —el cachorro termina su almuerzo y después de bostezar de manera tierna, recuesta su pequeña cabecita en mi pecho —Busqué por el bosque a algún otro lobo pensando que quizás su manada aun estaba cerca, pero no encontré a ninguno.

 

—Que raro...nosotros no vimos nada en el bosque —Dorian mira al cachorro en mi pecho y sonríe levemente —Mira, parece que se ha dormido.

Y en efecto, el pequeño cachorrito cayó en brazos de morfeo después de alimentarse.

 

El día pasa y me es inevitable desprenderse o alejarme del lobo color caramelo, y él parece tampoco querer alejarse de mí.

Llegamos a la conclusión de que su madre lo abandonó por algún motivo, quizás porque fuera el más pequeño de la camada —ya que en efecto, el cachorro se ve bastante pequeño — y por alguna razón, llegó hasta la casa de la manada.

 

Me alegro saber que nadie se negó a que yo me quedara con él. Amapola y Seb parecen enamorados de él y no los culpo, el pequeño cachorro es adorable.

Me hubiera gustado que Kassia estuviera aquí para poder verlo, pero espero que regrese pronto y que podamos arreglar las cosas entre nosotras.




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