El despertar místico

CAPÍTULO DIECISIETE

KASSIA

 

Cuando sabes que todo se está desmoronando a tu alrededor y encuentras un momento en el que todo eso parece lejano, lo resguarda en tu corazón, en tu mente.

Es exactamente lo que estoy haciendo ahora, guardo en mi mente los días preciados en donde todo brilla y el sol reluce en lo alto de nosotros.

 

Me aseguro de que mi mente capte cada uno de los detalles de la escena que se produce frente a mis ojos. 

Syna, en su forma lobuna, persigue a Diablo que trata de escapar de la gran loba blanca. En eso consiste su juego desde hace minutos.

Me es inevitable sonreír, alegre de saber que el pequeño cachorro le devolvió un poco de la felicidad y vitalidad que parecieron arrancar de ella.

 

Dorian sale al jardín y en cuanto el cachorro lo ve, comienza a ladrarle. Esperando que se una al juego. Pronto tres lobos juegan, felices, en el jardín. 

 

—Parece una escena sacada de algún documental mediocre —dirijo la mirada a Ezra, que se encuentra sentado a mi lado.

 

—A mi me parece bonito —digo sincera, volviendo a observarlos jugar —Es algo tierno.

 

Ezra no tiene oportunidad de responder cuando Syna se nos acerca y comienza a jalar por la manga de mi remera. Rio por la situación.

Me uno a su juego, por un instante mi mente cree que somos una familia. Pero estamos muy lejos de serlo, Diablo no es más que un cachorro de lobo salvaje. Dorian y Syna apenas se hablan y dudo que los sentimientos de él — de los cuales yo jamás me habría dado cuenta de no ser por Seb y Ezra — sean correspondidos por Syna.

En todos los años desde que la conozco, jamás la he visto tener una relación con nadie. Quizás por mi culpa, tal vez el hecho de hacerse cargo de mí la alejó de aquello o quizás, simplemente jamás tuvo la oportunidad.

 

Ambas caminamos por el bosque seguidas de Diablo. Syna sostiene mi mano, como cuando era pequeña y ella temía que saliera corriendo apenas viera algo que llamase mi atención.

 

—Pronto me iré, lo sabes. ¿No?

 

—No deberías Sy, aun no estas bien —digo observando el camino.

 

—Estoy bien, cachorra —sonríe  al ver pasar un pequeño pájaro azul frente a nosotras —Ya estoy bien, mi loba está en control y he recuperado fuerza.

 

—Ya...—digo en un susurro — Pero, ¿y tu mente? 

 

—Vuelvo a repetir, estoy…

 

—No, no estás bien —digo un poco más fuerte de lo que pretendía — Te vi cuando se rompió el vaso, ¿que hay de eso, Sy?

 

—Eso es algo que pasará con el tiempo Kass, confía en mí. Jamás haría algo de lo que no estuviera segura.

 

No contesto, seguimos caminando con Diablo que va ajeno a nuestra charla.

 

—Hablar quizás te ayude…

 

Pienso que no va a responderme, que se guardará aquello que atormenta a su mente. Quiero ayudarla, así como ella lo hizo cuando era pequeña y soñaba que mi padre vendría a asesinarme en medio de la noche.

Me sorprende cuando deja salir un sonoro suspiro, sentándose en un espacio lleno de césped  algunas pequeñas flores blancas, y dice:

 

—Muchas de las cosas que nos hacían eran con un fin experimental, pero algunas veces les gustaba jugar con nosotros.

 

—¿Qué clase de juegos? —pregunto, temiendo que la respuesta sea más de lo que puedo soportar.

 

—Uno de sus juegos preferidos era clavarnos vidrios en los ojos —dice acariciando distraídamente el lomo del cachorro — Decían que era para comprobar qué tan rápido podemos sanar en las zonas más sensibles, pero podía ver el regocijo en sus ojos. Cómo se entretenían con ello.

 

—¿Qué clase de monstruo podría hacer eso? —pregunto en un débil susurro, reteniendo las rebeldes lágrimas que quieren escapar de mis ojos.

—Para muchos somos monstruos porque somos diferentes, cuando en realidad los únicos que lo son, se esconden entre ellos. Fingiendo ser personas comunes cuando en realidad han perdido completamente su humanidad.

 

El pensar en todo lo que ha debido pasar, en todo lo que pasaron aquellos que fueron y son cautivados por esos locos, hace que mi corazón quiera romperse.

 

—Yo no les agradaba demasiado, les gustan los que se quejan, lo que gritan y suplican —dice con una sonrisa vacía —Yo no lo hacía, así que solo me dejaban para experimentar, para obtener un fin.  A veces, deseaba que me torturaran también, lo prefería.

 

—Sy...—mis dedos recorren el suelo en una sutil caricia, intentando distraer a mi mente que intenta recrear las cosas que Syna relata —¿Cómo escapaste?

 

Esta pregunta ronda mi mente desde hace tiempo, desde que ella llegó. Mas no me había atrevido a preguntarle cómo había logrado escapar, no quería provocarle algún mal momento asi que decidi esperar y ahora, me es casi imposible seguir con esa incógnita.

 

—Mi loba —dice con un intento de sonrisa —Fue la única vez en la que me alegré porque ella tomase el control.




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