El despertar místico

CAPÍTULO DIECIOCHO

KASSIA

 

El tiempo parece haberse absorbido en el bosque e incluso es como si estuviéramos ajenas a todo lo que nos rodea. Solo Syna y yo. Como en los viejos tiempos.

Repentinamente, un disparo se oye a pocos metros de nosotras y a lo lejos se escucha el aullido de Dorian, informándonos de un peligro que nos acecha.

 

Una nueva detonación se oye y el árbol frente a nosotros recibe el impacto de una bala, voces se escuchan a nuestras espaldas. Syna voltea y lo que ve parece perturbarla. Imito su acción y me arrepiento de hacerlo, hombres armados con rastreadores que, evidentemente, nos han encontrado.

 

—¡Corre, Kassia! —Syna grita, no es necesario tratar de pasar desapercibidas. Nuestras imágenes ya están impregnadas en sus pupilas. Tiro de su brazo, insitándola a seguirme. Me niego a dejarla sola otra vez. A lo lejos, se vuelve a oír a Dorian, llamándonos —Voy detrás de ti.

 

Cambiamos y comenzamos a correr lo más rápido que nuestras extremidades nos lo permiten. Syna lleva a un Diablo asustado, con la colita entre sus patas, agarrado del pescuezo. 

Los disparos nos siguen en cada hectárea que recorremos y se siguen oyendo cuando llegamos junto a los demás, que nos esperaban alertas. El enfrentamiento es inevitable pero, es mejor pelear todos juntos que estar separados en diferentes partes del bosque.

 

—¿Cómo nos encontraron? —pregunta Tyler.

—Rastreadores —dice Sy, posicionándose a su lado, viendo correr al cachorro que se esconde dentro de la casa.

 

Los rastreadores son seres similares a espectros, flotan unos centímetros sobre el suelo. Sus pieles son pálidas y sus ojos, parecen ausentes todo el tiempo. Visten grandes túnicas blancas y un velo que cubre parcialmente sus rostros. Tal como dicen sus nombres, son capaces de rastrear cualquier cosa, a cualquier persona sin importar donde estén. 

 

Son extraños, escasos en el mundo sobrenatural.

 

SYNA

 

Desde que desperté este día, tuve la necesidad de gritar. Era como si un potente grito estuviera atravesado en mi garganta, incapaz de ser liberado.

Cuando vi a aquellos hombres en el bosque, vestidos con grandes gabardinas negras y máscaras del mismo color que cubren todo su rostro, supe la razón de aquella sensación. Grandes cadenas eran enrolladas en sus manos, cadenas que apresaban los cuellos pálidos de tres rastreadores que avanzaban hacia nosotras.

 

Del bosque surgen los tres rastreadores seguidos de sus captores y diez médicos más, que cargan grandes armas.

Los disparos comienzan a estar más cerca de nosotros, y rápidamente una guerra inevitable se desata en el lugar.

 

Luchamos, clavando nuestras garras y filosos dientes siendo resguardados por Ezra, que nos ayuda con algunos hechizos. Estoy por morder la pierna de un médico suicida que le apunta con su arma a Amapola, quien lucha con otro de ellos, cuando me es inevitable liberar un feroz gruñido, semejante a un grito, que lo expulsa a unos cuantos metros.

 

Cada rugido que dejo escapar, libera ondas de energía y su impacto en los médicos los desestabiliza. Dándole la oportunidad a los demás para atacar.

 

Uno de los médicos apunta con su arma en dirección a Tyler, que está acabando con uno de ellos que sostenía la cadena de una rastreadora, la cual se resguarda detrás de un árbol.

 

Veo como aprieta el gatillo y grito, tratando de advertirle:

 

—¡Tyler! —me observa, atento a mi llamado —¡Cuidado!

 

Mas mi advertencia es inutil, el hombre dispara. La escena frente a mis ojos parece ir en cámara lenta. Tyler voltea cuando se oye el disparo, la rastreadora que permanecía oculta abandona su escondite y corre en su dirección, posicionándose frente a él y recibiendo todo el impacto de la bala.

 

La rastreadora cae, Tyler cae junto a ella.

 

Poco a poco, todos los médicos suicidas van muriendo. Tenemos algunas heridas, impactos de bala de los cuales no tenemos que preocuparnos.

Tyler yace en el suelo, sujetando la cabeza de la rastreadora que respira sus últimos alientos agonizantes y es que, su herida es mortal y lo sería, incluso para nosotros.

 

Nos mantenemos en silencio, incapaces de arruinar sus últimos segundos. Su mano, que anteriormente, sostenía la de Tyler cae inerte a un costado y sus ojos dejan de reflejar brillo, se vuelven opacos, sin vida.

 

Parecemos estar rodeados de destrucción. Cadáveres están esparcidos por todo el jardín que anteriormente se encontraba repleto de pequeños espíritus. Ahora, se encuentran escondidos por toda la masacre que sucedió. 

 

Los dos rastreadores permanecen juntos,compungidos por la muerte de su compañera. Kassia se acerca a mi, me abraza por la cintura. 

 

—Tranquila, cachorra —acaricio su mejilla —Todo estará bien…

 

Dorian nos observa a todos, intentando asegurarse de nuestro bienestar. Cuando sus ojos se topan con los míos, asiento con la cabeza y una minúscula sonrisa que él devuelve.




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