El despertar místico

CAPÍTULO DIECINUEVE -FINAL

SYNA

 

Transcurrió una semana desde el ataque del que fuimos protagonistas en el bosque. Desde que los médicos suicidas nos atacaron guiados por tres rastreadores. Desde que uno de ellos murió, desde que Issac, el otro rastreador, decidiera marcharse en busca de su familia ahora que era libre.

 

—Nosotros no queríamos —dijo cuando se estaba por marchar —Se los juro…

 

—Lo sabemos, tranquilo —Dorian le dijo, y es que aquello era verdad. No los culpamos por guiarlos a nosotros, quien sabe todo lo que habían sufrido para después ceder a sus órdenes macabras.

 

Recuerdo, cuando estaba cautiva, ver a una anciana rastreadora. 

 

Apenas podía sostenerse de pie, su piel pálida estaba llena de heridas que eran incapaces de sanar y parecía incapaz de controlar el temblor de su cuerpo.

Los rastreadores escasean y eso presenta un problema para los médicos ya que a través de ellos era como localizaban a todos los demás seres.

 

Estaba a mi lado cuando me llevaron al quirófano, a mi me realizarían una lobotomía y a ella, intentarían hacer que su poder sea más potente. No les preocupaba que ella muriera ya que recientemente habían capturado a un joven hombre con la misma capacidad que la anciana.

 

Recuerdo que me sonrió y dijo en un susurro:

—Estoy un poco celosa, ¿sabes? —la miré extrañada, los médicos estaban a unos metros, ajenos a nuestra charla.

 

—¿Por qué no te harán un agujero en la cabeza? —me fue inevitable decir, la mujer sonrió. Divertida por mi sarcástico comentario.

 

—No. Lo estoy porque tú podrás ver el cambio, siempre soñé con verlo —dijo con sus ojos brillantes, soñadores.

 

—¿Qué cambio? —pregunté confusa.

 

—Todo esto, explotara un día —bajó la voz un poco cuando uno de los medios nos dirigió una mirada, pero rápidamente siguió haciendo lo suyo —El despertar místico está ocurriendo, niña. Lo que durmió por cientos de años está despertando y dejame decirte que les saldrá el tiro por la culata, no podrán evitar la revolución cuando los sobrenatural una fueras.

 

Luego de eso, comenzaron nuestros procedimientos. No recuerdo quien de las dos ritos más fuerte, quién comenzó primero pero sí recuerdo, que fui yo la única que siguió respirando cuando todo terminó.

 

Ella creía en nosotros, en que nos levantaríamos y lucharíamos. Al principio creí que lo que decía era una locura pero ahora, ya no me parece tan incoherente. Es inevitable.

Mérida, la otra rastreadora, decidió permanecer con nosotros y Dorian le asignó una habitación. Diferente a cuando está en su forma mágica, es una chica rubia un poco rellena con ojos color almendras que siempre parecen sonreír.

 

Luego del ataque tome una decisión, adelante mi viaje y hoy, una semana después, estoy por marcharme de este lugar, que en pocos meses me dio un cálido abrazo.

 

Me despido uno a uno. Seb me da un tímido abrazo cargado de sentimientos y un anhelante pedido en sus ojos. Le sonrio, haciendo una promesa silenciosa.

Tyler y Joshua me apresan en un abrazo, en donde los dos hombres me rodean de sus familiares olores. Amapola llora un poco y yo sonrio, enternecida por las palabras susurradas de su parte.

 

—Cuidate, ¿me oíste? —le digo a Ezra mientras lo señalo con un dedo y una mirada filosa —No quiero que tu padre me ponga algún maleficio porque su hijo se metió en problemas.

 

—No te preocupes, Sy. Me cuidaré. Lo prometo —mientras nos abrazamos, acaricio tiernamente su espalda como cuando era un pequeño niño que se sonrojaba cada vez que me veía.

 

Me dirijo a Kassia, que no se molesta en ocultar sus dolidas lágrimas.

 

—No llores, cachorra —digo tiernamente mientras junto nuestras frentes —Volveré, siempre volveré a ti.

 

Dejo un cálido beso en su frente y acaricio a Diablo, que lame mis manos, desesperado por un poco de atención.

 

—No vayas a olvidarme, pequeño —le digo en un susurro mientras acaricio detrás de sus orejas.

 

Me levanto y camino al auto que hemos conseguido  para que emprenda mi viaje. Estamos a unos kilómetros del territorio de la manada, cerca de una carretera en la que me marcharé. 

Dejo mi bolso en los asientos traseros y me acerco a Dorian que me observa unos metros alejado de los demás.

Nos miramos a los ojos mientras somos rodeados por una cálida sensación.

 

—Siempre tendrás un espacio con nosotros, lo sabes, ¿no? —dice en un susurro tímida, esperando a que confirme sus palabras.

 

—Si, lose —le digo. Siento mis mejillas enrojecer —Regresaré, Dorian.

 

Deja un tierno beso en mi frente.

 

Me encamino al auto y comienzo mi viaje, volteo una vez antes de ver por última vez a aquella pequeña familia que formamos en poco tiempo.




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