SYNA
Traspasar el portal se siente como si una cálida brisa te atrapara. Mientras estás en él, diferentes escenarios aparecen ante tus ojos hasta que la magia encuentra el lugar al que pretendés ir. Es como si estuvieras viendo todo a través de un espejo que refleja lo que hay del otro lado.
El mar es lo primero que veo, las olas moviéndose en un compás lento, semejante a un vals. Al salir, identifico gaviotas graznando a lo lejos y el olor a océano.
Una pequeña niña de ojos saltones, color verdes, se acerca corriendo descalza en cuanto nos vé.
—¡Olivia! —le grita un hombre que se encuentra a unos metros —¡Ven a ponerte unos zapatos!
—Nooo...la arena está calentita —la niña ríe, divertida por su pequeño acto de rebeldía contra su padre.
Sus cabellos negros, caian en ondas hasta mas haya de la cintura. Dándole, junto a la peculiaridad de sus ojos, un aspecto tétrico. Parece una pequeña muñeca de porcelana.
Al llegar a nosotros, me abraza. Rodeandome con sus cálidos brazos y regalándome una tierna sonrisa que resulta un poco chistosa, a causa del diente que le falta.
—¿Cómo estás, Oli?
—Bieeen…¿jugarás conmigo hoy? —la niña me pregunta. No me niego, descansar un día no generará grandes cambios.
—Claro, pero primero debo hacer unas cosas, ¿Si?
Luego de asentir con la cabeza, se va corriendo hacia su padre que la recibe con los brazos abiertos y la hace girar en el aire.
Me adentro a la casa, que está a unos metros de la playa, seguida por Malcom.
En el camino muchas personas nos saludan, alegres de vernos. Muchas otras, atienden a quienes recién han llegado junto conmigo.
—¿Encontraste algo? —le enseño unos papeles, algo manchados de sangre y tierra. Los lee, atento.
—Esto es horrible, Syna.
—Lose. Basándonos en estos registros, había más de treinta personas en aquel edificio pero solo encontré a siete —aquellos registros mostraban el paso de todo tipo de personas por aquel lugar, quienes eran, que eran.
—Faltan los registros médicos, quizás…
—Han muerto —completo su frase, sabiendo que ambos pensamos lo mismo. Lo más probable es que la mayoría hayan muerto en manos de los médicos suicidas.
Doy una respiración profunda mientras me froto la frente. Desde que me marché, hace ya cuatro meses, he estado irrumpiendo en algunos centros de suicidas. Siempre intento traer conmigo los registros de quienes estuvieron retenidos allí y sus “registros” médicos. Eso nos ayuda a saber que tanta parte del cerebro son capaces de despertar. Cuanto más seres renacen, más alarmante es.
Juego un rato con Olivia en la arena e intentamos hacer un castillo de arena, pero este se derrumba en pocos segundos.
La niña, complacida, luego de unas horas se marcha y me deja a solas en la playa.
Camino un rato, perdida en mis pensamientos y sintiendo la cálida brisa.
—Necesito tu ayuda —le dije una vez que ambas nos habíamos sentado alrededor de una mesa. Amaris me sonrió.
—¿Qué necesitas, pequeña Syna?
Poco a poco le expliqué mi plan y juntas, comenzamos a formar una pequeña tropa.
En un par de semanas, encontramos una propiedad frente a una playa y construimos, con ayuda de la magia, una gran casa de cuatro pisos.
Identificamos cada uno de los asentamientos de los médicos suicidas, los analizamos y marcamos.
Cuando la casa estuvo lista para habitar, comenzamos a atacar dichos lugares. Rescatamos a todos aquellos que permanecían privados de su libertad y siendo objetos de estudio de un grupo de lunáticos. Muchos murieron, estaban heridos y aún sufrían los estragos de las crueles intervenciones que pretendían hacerlos mágicos. Algunos ya eran seres sobrenaturales cuando fueron capturados y les hicieron otros procedimientos despertando otras partes de sus cerebros, tal como hicieron conmigo, y de esa forma comenzaron a nacer los híbridos.
Muchos otros, eran simples personas que cayeron por una u otra razón en sus manos.
Les dimos a elegir, podían volver a sus antiguas vidas y tratar de continuar, olvidando todo lo que habían vivido y descubierto. Seguir viviendo como simples humanos, aunque claro, sabiendo que ellos deberían protegerse a sí mismos ahora que pertenecían a un mundo que muchas veces podía ser cruel y extremadamente anhelado por algunos grupos de personas.
La otra opción era vivir en la casa que construimos, estarían protegidos pero también sería un posible centro de ataque ya que muchos seres, de diversas procedencias, habitarian allí.
Algunos decidieron volver a sus antiguas vidas, aceptando el riesgo y muchos otros, aceptaron vivir aquí.
Poco a poco la casa se va llenando, vamos formando una comunidad que se protege. La mayoría aquí sabemos lo que es estar a manos de los médicos suicidas y ninguno quiere volver a esa situación.
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Editado: 06.12.2021