El despertar místico

CAPÍTULO 14

Maratón 2/3

DORIAN

 

Este día ha sido agotador y no por haber hecho demasiadas cosas sino por la tensión que me acompañó a lo largo de todo el día.

 

Arropo a Ulises en la cama ya que el sol ya se ha marchado y es su hora de dormir. Me levanto para salir de la habitación pero el niño sostiene mi mano, impidiéndolo.

 

—¿Te quedas conmigo hasta que me duerma? —dice con voz débil. Las bajas temperaturas lo debilitaron notablemente pero ahora, parece estar recuperándose bien.

 

—Claro…

 

Nuevamente me siento a su lado y él, como si fuera un pequeño cachorro, se acurruca contra mi. Pocos minutos después, él cae dormido y yo me marcho, cerrando suavemente la puerta para no perturbar sus sueños.

 

—¿Hay alguna noticia? —le pregunto a Amapola cuando la encuentro en uno de los pasillos.

 

—Aun nada.

 

Suspiro mientras paso las manos por mi cabello, alborotándolo. 

Cuando Syna gritó, los pelos se me pusieron de punta por la horrible sensación que me produjo. Tomó la piedra que colgaba de su cuello y desapareció sin decir nada.

 No lo comprendí al instante pero luego recordé su naturaleza de Banshee. Me preocupé, claro que lo hice.

 

—¡Ezra! —grité mientras corría por las escaleras —Necesito que contactes con tu padre, ¡ya!

 

—Escuche el grito, ¿que ocurrió?

 

—No lo sé, Syna se marchó sin decirnos nada.

 

Rápidamente, Ezra contactó con su padre y este nos informó que Syna no estaba allí, que todos estaban bien.

No me había percatado de lo tenso que estaba hasta que el dijo que todos allí estaban bien. Que Kassia se encontraba bien. Pero, ¿entonces quién no lo estaba?

 

Pase el resto del día atendiendo a Ulises, asegurándome que se encontraba bien y tratando de distraer a mi mente.

 

Cuando estoy en la cocina, tomando un vaso de agua, aparece a mi lado Syna cubierta de sangre. El vaso resbala de mi mano a causa del susto y se rompe en cientos de pedazos.

 

—Syna…¿qué ocurrió? ¿Estás bien?

 

—La asesinaron…

 

—¿De qué hablas? ¿A quién? —le cuestiono, intentando comprobar si se encuentra herida.

 

—Amaris...está muerta —me observa y sus ojos se llenan de lágrimas. Sin importarme que esté cubierta de sangre, me acerco y la abrazo fuertemente.

 

—Vamos a la habitación, ¿si?

 

Comenzamos a dirigirnos hacia las habitaciones, encontrándonos a los demás que nos observan consternados. Atraídos, quizás, por el estruendo del vaso al romperse.

Al pasar por su lado, me parece ver que Mérida sonríe pero al regresar la vista hacia ella, tiene una expresión entristecida.

 

Ya en la habitación la guió hacia el baño, para que pueda limpiarse y ponerse ropa nueva.

 

—¿Puedes bañarte tú sola? —le pregunto al ver su mirada perdida y que no se mueve.

 

—¿Quieres que te ayude a limpiarte? 

 

Casi imperceptiblemente, asiente por lo que comienzo a desvestirla y luego la ayudo a adentrarse a la bañera. Delicadamente paso el agua por su cuerpo y restriego una esponja en el. Pocos minutos después, la sangre abandona su cuerpo mas no su mente.

 

La acompaño hasta la cama y ella se acuesta a un lado de Ulises, quien duerme plácidamente. Me quedo a su lado hasta que se duerme luego de llorar un poco mientras acaricio su cabello. 

En algún momento de la noche, caigo dormido a su lado con el recordatorio de que por la mañana le preguntaría qué fué lo que ocurrió.

 




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