SYNA
Al caer la noche, le pregunté a Dorian si podía verlo en su oficina para hablar a solas. Él aceptó, un poco extrañado.
Suspire, frustrada cuando nos encerramos en la oficina y lo mire a los ojos, fijamente, antes de decirle todo lo que rondaba en mi mente.
—Creo que ya no es seguro que estén aquí —miró a un costado y luego cerró los ojos, casi en una expresión cansada —Me gustaría que vinieran con nosotras a la playa, al menos por un tiempo hasta que las cosas mejoren...
—Si, lose… Es algo que vengo pensando desde hace un tiempo.
—Tenemos habitaciones suficientes, no habrá problema por ello.
—Gracias, Sy...Le diré a los chicos que empaquen algunas cosas.
Giro para salir de la habitación pero antes de que llegara a abrir la puerta, volví a hablar.
—Dorian… una última cosa —me observó, interesado —¿Confías en Mérida?
—Si, ¿por qué? ¿Tú no? —me preguntó frunciendo el ceño.
—Tiene actitudes...extrañas.
Dorian dijo que seguramente sería mi mente jugándome una mala pasada, que estaba estresada y veía enemigos por todos lados.
Ahora nos encontramos en la casa de la playa, ya todos instalados y conviviendo con los demás.
Los días pasan acelerados, hasta esta mañana en la que nuestra cotidianidad cambia un poco. Dorian, Malcom y yo nos encerramos en una habitación a planear nuestro próximo ataque a los médicos suicidas. El hechicero nos cuenta que ha llegado a sus oídos que pronto habrá una convención de estos, no nos servirá para rescatar a las personas que mantienen cautivas pero si, para erradicarlos a ellos.
Tendríamos un mes para planear el ataque, sin lugar a fallos.
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Editado: 06.12.2021