El destino 2.

Capítulo 4.

Joseph y Mia volvieron a casa a media noche, donde una Catrina y Cristina los estaban esperando muy enfadadas. 

- ¿Se puede saber dónde habéis estado? - Catrina pregunta alzando la voz. 

- Hemos estado muy preocupadas - continua Cristina igualando el enfado de Catrina -. Muchas personas van detrás de vosotros y se os ocurre la gran idea de desaparecer. 

- ¿Es que no pensáis? - Catrina coloca sus brazos en jarra. 

- Mamá... - Mia pone los ojos en blanco -. No es para tanto. 

La joven alfa mira a Joseph con una sonrisa cómplice.

- Nada nos hubiera pasado - contesta Joseph con una gran sonrisa y pasa un brazo por los hombros de Mia -. Y si ya habéis terminado, me gustaría ir a descansar. 

Ambas mujeres se los quedaron mirando con el ceño fruncido. El enfado que hasta hace poco habían tenido se había esfumado en cuanto Mia había sonreído. Una sonrisa de verdad, y se dieron cuenta de que se estaba pareciendo a la antigua Mia. 

- Está bien - Catrina contesta mientras parpadea -. Pero prometer que no volveréis a salir sin avisar. 

- Lo prometemos - susurra Mia con un bostezo y se abraza a la cintura de Joseph. Estaba agotada, y si ella estaba así, pensó, Joseph estaría peor que ella -. Buenas noches. 

 Ambas mujeres se quedaron mirando como se marchaban.

- Echaba en falta a la Mia amable - susurra Cristina -. Está volviendo a ser ella. 

- Sí... - Catrina mira a la mujer a su lado -. Necesitaba a Joseph. 

Las dos mujeres se habían hecho muy amigas en los últimos años, y Cristina apoyaba mucho a la loba para que no se viniera abajo. La animaba a seguir cuando veía todo muy oscuro. 

Cristina se conmovió mucho al saber la historia de Catrina y Daniel. Era un gran amor el que se tenían y al que no debían renunciar. Por eso Cristina le subía el ánimo, y ahora que Mia estaba mejor las cosas serían más fáciles. Todos se centrarían en buscar a la manada y no tendrían que preocuparse tanto por la joven alfa. 

 

Mia estaba paseando por un gran claro en medio del bosque a la luz de la luna. No sabía dónde estaba exactamente, pero el claro bañado por la luz de la luna la tenía encandilada. 

Cerca de ella estaba una gran casa, pero con solo verla Mia supo que estaba abandonada, y con forme iba caminando más casas aparecían, pero todas abandonadas. En un parpadeo vio todo rojo como la sangre. También vio las casas abandonadas ardiendo, y de ellas salían personas gritando. Pero solo duró un parpadeo. 

Mia se puso nerviosa, miró a su alrededor y cuando posó los ojos en el camino pudo ver las huellas de un lobo. Uno muy grande, dedujo por el tamaño. 

Sin pensarlo las siguió y se adentró en el espeso bosque por el que no podía entrar la luz de la luna. 

Otro parpadeo y pudo ver el bosque ardiendo y personas saliendo de él, gritando asustadas. 
Tenía los nervios de punta, pero siguió caminando, siguiendo las huellas. 

Un lobo negro como la noche más oscura apareció frente a ella. Mia lo miró a los ojos y no reconocía a ese lobo. 

Este le mostró los dientes, advirtiendo para que no se acercase más. 

"Tienes que llevar cuidado." La voz del lobo se filtró en su cabeza. "Lo que acabas de ver es lo que le puede pasar a tu manada."

- ¿Lo que acabo de ver? - pregunta ella confusa. 

Mia volvió a ver todo rojo. Las casas en llamas y la gente saliendo de sus hogares, pero lo que más le llamó la atención fue la gran casa y los habitantes que salían de ella. 

Era su familia y llevaban dos cuerpos, pero no quemados. 

"Esto es lo que le puede pasar a tu familia si no cumples tu destino." Oyó al lobo. "Tu destino a estado escrito desde que naciste. Estás aquí por un propósito, y si no logras cumplirlo, esto es lo que les espera a las personas que quieres."

Mia abrió mucho los ojos al ver que uno de los cuerpos que sacaban era el cuerpo muerto de Joseph, y junto a él estaba ella. 
Ambos estaban muertos, lo podía ver en los ojos sin vida y por las dos dagas de plata clavadas en los corazones de ambos. 

- ¿Cuál es mi destino? - pregunta cuando vuelve a ver al lobo frente a ella. Lágrimas caían por sus ojos al ver tal horror. Ahora sabía de qué claro se trataba. Era el hogar de la manada. Warren. 

"Sabes cuál es. Solo debes cumplirlo para que lo que has visto nunca suceda."

El lobo se dio la vuelta para marcharse y Mia intentó impedirlo. No sabía cuál era su destino. Que debía hacer para que ninguno de la manada tuviera que pasar ese fuego y para que Joseph no muriese. 

"La manada hace más fuerte a su alfa. Recuerda eso." Fue lo último que dijo antes de desaparecer. 

 

Mia se despertó de golpe. El sol estaba saliendo y junto a ella estaba Joseph, que dormía plácidamente. 

Su corazón estaba acelerado y miró por toda la habitación. Junto a la cama habían las mismas huellas de su sueño. 

- Buenos días - Joseph la coge de la cintura y la arrastra a su lado -. ¿Has dormido bien? 

Mia le cuenta el sueño que ha tenido. Y el buen humor desapareció. 

- Creo que leí algo sobre un lobo negro - Joseph se levanta de la cama -. Tu padre debe tener una copia del libro en el palacete. 

- ¿Y que esperamos? - Mia se levantó y Joseph le siguió. Fueron a despertar a todos.

 

Ya en el coche Will miraba mal a su hermana. 

- Ayer estabas reacia a irte y ahora nos despiertas cuando aún no ha salido el sol - le dice mientras se recuesta -. Estás loca. 

- Eso no te lo discuto - contesta mientras conduce. Miró por el retrovisor y vio el coche que conducía Shane en el que estaban los Stark y Aneth -. Mamá, ¿papá tiene copias de todos sus libros?

- Sí - contesta Catrina con el ceño fruncido -. Las hizo para tenerlas en todas las casas. ¿Por qué lo preguntas? 




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