El destino 2.

Capítulo 5.

Mia no sabía qué hacer. Joseph se había desmayado y aún no despertaba. Con él se habían quedado Aneth y Stefan. Se sentía perdida y sin saber que hacer. 
También sentía que había engañado a Joseph. Sí que sabía lo que le pasaba. Su loba interior siempre intentaba tomar el mando, y dentro de ella siempre había una batalla, y muchos días no sabía controlarse. 

Hoy era uno de esos días. Joseph no estaba despierto y caía sobre ella todo el peso. Volvía a estar agobiada. 

Meses después de más o menos aceptar que Joseph estaba muerto empezó a darle ataques de ira, y la frustración de no encontrar a la manada no ayudaba para nada. Estos dos años había estado bajo presión, pero ahora lo estaba más. Su padre había salido del mundo prisión y Jasper lo tenía, haciendo con él lo que le diese la gana. Sí, había recuperado a Joseph, pero aun estando con ella, habían conseguido herirle. No podía hacer nada para arreglar las cosas. Estaba en el mismo punto que hace unos días. Volvía a sentirse que no valía para nada. 

- Mia - Shane la saca de sus horribles pensamientos. Se limpia las lágrimas antes de girarse -. Joseph ha despertado. 

- Gracias - intenta sonreír y pasa por su lado, pero su hermano la detiene -. ¿Algo más? 

- Sé que crees que no te conocemos lo suficiente, pero te equivocas - susurra Shane -. Sabes que estoy aquí por si quieres hablar. 

- El hablar de mis sentimientos no arreglará las cosas - se suelta del agarre y vuelve a mirar al frente, pero se queda dónde está al ver a Joseph en la entrada. 

Seguía teniendo mal aspecto, pero había recuperado un poco de color. Iba sin camiseta y una venda le rodeaba el abdomen. Estaba mirando a Mia con una ceja alzada. 

Nadie había podido impedir que saliera de esa habitación, no cuando ha sentido lo mal que estaba Mia. Y no le había gustado nada. Supo desde que la conoció que era una chica muy reservada, pero segura de sí misma. Para su horror eso había cambiado. 

- Shane, ¿nos dejas hablar? - pregunta el alfa y Shane asiente antes de marcharse -. A ver, explícame eso que le acabas de decir a tu hermano. 

- Aún no te has recuperado del todo - Mia se acerca a él pasando por alto lo que le ha dicho -. Venga, tienes que descansar. 

- Estoy bien - Joseph la mira a los ojos -. Pero sé que tú no. Por favor, dime que te pasa. 

- Tenemos problemas más graves que los míos - lo coge del brazo e intenta que entre, pero el chico no se mueve ni un ápice -. Joseph...

- Quiero que hables conmigo - el lobo posa sus ojos en los verdes de Mia. Algo en ellos había cambiado. Sabía que estos dos últimos años había estado bajo mucha presión, pero ahora él estaba aquí -. Te has encerrado en ti misma, y lo entiendo. Yo tampoco soy el mismo de hace dos años. 

- Joseph, solo estoy agobiada - coge una bocanada de aire para intentar relajarse, pero no sirve de mucho -. Necesito estar sola. 

Se aleja de Joseph y del palacete para adentrarse en el bosque. 

Joseph se la queda mirando, indeciso si ir a por ella o dejarla sola. No quería presionarla, pero necesitaba que ella estuviese bien. 

Will aparece en la entrada, preocupado por el que los alfas no hubiesen entrado. 

- ¿Y mi hermana? - pregunta al no verla. 

- Ha salido corriendo - suspira -. ¿Tan mal ha estado? 

- No sabemos cómo era Mia. Fue muy poco tiempo el que estuvimos con ella antes de que todo pasase - se pasa una mano por el pelo -. Tú la conoces mejor que nosotros. 

Joseph se lleva una mano al puente de la nariz con un suspiro. Estaba claro que Mia no estaba bien, y tenía que arreglar eso. 

- Will - el chico mira al alfa -. Reúne a todos en la biblioteca. Tenemos que ir a por tu padre. Yo iré a por Mia. 

Will asiente y va a hacer lo que Joseph le ha pedido. 

En cuanto el alfa se queda solo empieza a caminar para ir en busca de Mia. Ahora que volvían a estar unidos sabía dónde se encontraba, y era un gran alivio. 

Antes de llegar donde se encontraba la chica se sorprende al ver lo que está haciendo. Se estaba haciendo daño a sí misma. Pudo reconocer la daga de plata que tenía en la mano, y se la estaba colocando sobre la piel. Sabía que no le dolía tanto como si se hiciese un corte, pero poner plata sobre la piel de un lobo era como si te quemasen con un hierro ardiendo. 

Mia estaba haciendo muecas de dolor, pero no apartaba la plata de su piel. Esta había sido la única manera que había encontrado de controlar a su loba. Antes se hacía cortes para debilitarla, pero ahora ya no podía, así que con esto tendría que bastar por ahora. Solo esperaba que con Joseph aquí las cosas se fueran normalizando. 

- ¿Se puede saber que cojones estás haciendo? - Mia da un salto por el susto y suelta la daga de plata -. ¿Te has vuelto loca? 

- Yo... - Mia no sabía que decir. Joseph estaba furioso. 

- ¿Crees que es normal lo que estabas haciendo? - Joseph se acerca más a ella -. Te estabas haciendo daño, a propósito. 

Mia no quería ponerse a llorar frente a él. Sabía que lo que había pasado ella era una nimiedad comparado con él. 

Ve como Joseph coge la daga caída y la mira con odio. 

- ¿Esto es lo que has estado haciendo estos dos años? - aprieta la daga en un puño y pone sus ojos en Mia. Ella empieza a sentir dolor en su mano derecha y nota como un líquido resbala por ella -. No sé por lo que has pasado, ya que no me lo quieres contar, pero te diré como han sido estos dos años para mí. Dolor, Mia. Simplemente dolor y soledad. No podía sentir donde estabas, y todos los malditos días me torturaban con plata - ríe sin gracia y lanza la daga lejos -. Llegué a creer que moriría. Tengo el organismo tan lleno de plata que me siento débil. 

- Joseph...

- No, aún no he terminado - la interrumpe -. Dos años, Mia. Dos años torturado por el psicópata más cabrón que hay en la tierra. Jasper puede ser muy imaginativo con la tortura - cierra la mano derecha en un puño -. Solo imagina lo que Dimitri te hizo a ti, pero durante dos años. Tú lo has tenido que pasar mal, la presión... ¡Joder! Hasta yo mismo noto la presión que tienes encima - se acerca más a ella y levanta su dedo índice apuntando al corazón de la chica -. Pero esto de aquí siempre ha sido fuerte. No tienes que guardarte las cosas para ti, pues ahora estoy a tu lado. Somos dos alfas unidos, y me mata verte así. 




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