El destino 2.

Capítulo 19.

Después de la pequeña celebración de pedida de mano, todos se fueron a dormir. Debían estar descansados para lo que estaba por llegar. Toda la manada estaba de los nervios por la inminente guerra. En especial Mia. Estaba asustada, pues no sabía que les depararía a todos. No quería la guerra, pero era necesaria. Por el bienestar de todos, y en especial por su hijo. No quería que creciera temiendo a Jasper. No lo permitiría.

– ¿No puedes dormir? – pregunta Joseph al notar que Mia no paraba de dar vueltas en la cama.

– Tengo demasiadas cosas en la cabeza – susurra ella –. ¿Y si todo sale mal? ¿Qué pasará si perdemos? No quiero que nadie muera por mi culpa.

Joseph la acerca hasta que la chica tiene su cabeza sobre el pecho de él. El chico pensaba igual que Mia. No quería que nadie muriese.

– Todo saldrá bien – susurra –. No te aseguraré que salgamos todos de una pieza, pero ganaremos.

Horas más tarde todo el claro estaba activo, preparando las últimas cosas que necesitarían. Ayer enviaron a todas las mujeres que no estaban dispuestas a luchar con todos los niños a Francia. No querían sorpresas. Ahora solo estaban en el claro todos los lobos que estaban dispuestos a luchar.

En el ambiente se podía notar la tensión.

Mia se había deshecho de las extensiones de su cabello y se preparó para lo que estaba por venir. Vestía todo de negro con una pequeña coleta en su nuca. 
Will se estaba ocupando de repartir las armas necesarias. Todos debían ir bien preparados.

– Esto es para ti – dice Will entregando dos espadas cortas a su hermana pequeña –. La última vez las manejaste bien.

– Gracias – susurra ella cogiendo ambas espadas con sus respectivas fundas –. ¿Cómo va todo?

– De momento bien – contesta con una sonrisa –. No estés tensa. Debes estar segura de ti misma, hermanita.

– Voy a necesitar algo más de armamento – dice ella alejándose de Will.

El chico se la queda mirando preocupado. Sabía que de esta guerra no iban a salir ilesos.

– No ha dormido en toda la noche – dice Joseph acercándose –. Es su primera guerra, después de todo.

– Esta no es como las demás – contesta Will –. Arco, ¿verdad?

– Y unas cuantas estacas.

Mientras todos se iban armando para la batalla, Asmodeo aparece. Intentaría intervenir lo menos posible en la batalla. Debían ganar los alfas sin ayuda. De no ser así correría el riesgo de que el sello no se quebrara.

– Te veo nerviosa – comenta acercándose a Mia -. ¿Es tu primera batalla?

– No – contesta ella cogiendo aire –. Tengo miedo de que todo esto acabe mal y esté llevando a la manada hacia su propia muerte.

Asmodeo entendía a la loba. No era fácil liderar a un gran ejército, en este caso una gran manada, y pensar que los llevabas hacia una horrible muerte.

– Te diré una cosa – susurra Asmodeo –. Habéis pasado todas las pruebas que se os han puesto, algunas con dificultad, pero las has pasado. Por eso estás aquí, más fuerte que antes. Piensa que esta guerra es otra prueba para la que te has estado preparando toda tu vida. – posa sus ojos amarillos en los de Mia –. Sé que lo lograrán. Nunca fallan.

– Muy motivador – susurra ella con una pequeña sonrisa –. Gracias.

Él asiente y deja que la chica vaya a reunirse con Joseph.

Cuando todos estuvieron listos emprendieron el viaje para la batalla.

La manada marchaba con los ancianos guiando, los guerreros más fuertes, donde se encontraba Shane, William y Dante iban detrás de ellos. A ellos les seguían los demás guerreros y al final del todo se encontraban los alfas. A Mia no le había gustado esa posición. Prefería estar al frente, dispuesta a ser la primera en atacar, pero los ancianos habían insistido. Siempre habían usado esa formación a la hora de la batalla, donde toda la manada protegía al alfa, en este caso a los dos.

Todos estaban muy atentos, por si los vampiros se habían adelantado, y cuando llegaron cerca de un pequeño claro los ancianos se detuvieron. Rápidamente formaron un círculo alrededor de los alfas. Habían notado la presencia de un vampiro.

Este no tardó en salir. Se trataba de Damon, el vampiro que ayudó a salvar a Kate. Iba desarmado, pero no por eso era menos letal. Había ido a buscar a la manada.

– Damon – dice Emmett al verlo. Kate rompe la formación para ir corriendo hacia su amigo.

– Has venido – susurra ella abrazando al vampiro -. Me alegro de que hayas entrado en razón.

Damon le devuelve el abrazo y ve como Emmett se acerca, pero no lo hacía solo. Los dos alfas venían con él, con los dos hermanos de Mia. El vampiro recién llegado se queda mirando a Mia, y comprendió porqué Jasper se había obsesionado tanto con ella. La alfa era hermosa, pero si miraba más profundo, podía notar la fortaleza que ella tenía. Era una mujer dispuesta a luchar por sus seres queridos. Una guerrera.

– Mia, Joseph, les presento a un buen amigo. – Dice Emmett cuando los alfas llegan -. Damon fue quien nos ayudó a sacar a Kate.

– ¿Por qué estás aquí? – Pregunta Mia mirando al vampiro. Notó que era antiguo, y eso solo significaba que era muy poderoso.

– Kate me hizo ver que esta guerra no es cosa de los vampiros. – Contesta él sin apartar la vista de los ojos de Mia -. Pero no soy solo yo quien piensa así. Muchos vampiros están dispuestos a abandonar a Jasper en cuanto llegue el enfrentamiento.

A Mia le gustó oír eso, pues así las posibilidades de ganar esa guerra eran mayores.

– ¿Qué tantos vampiros? – Pregunta Emmett.

– Ahora mismo Jasper cuenta con unos mil quinientos vampiros – Damon mira a su amigo -. Los vampiros que piensan como yo son unos quinientos, más o menos.

– Eso sigue dejando a unos mil vampiros. – Susurra Joseph -. Nos siguen ganando en número.

El miedo volvió a Mia. Las probabilidades de que ganasen eran muy escasas.




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