Los años fueron pasando a gran velocidad para Mia y Joseph. No se podían creer lo rápido que iban creciendo sus dos hijos. Eran las criaturas más bellas que hubiesen visto.
Todo el mundo ayudó a Mia con los mellizos, en especial Joseph. No podía separarse de su familia.
Con tan solo seis meses los niños se transformaron en lobos, y eran los lobeznos más bonitos. Raffe tenía el pelaje de un negro brillante y Phoebe era idéntica a su padre. Blanca como la luna.
Ahora habían pasado tres años, Mia veía como sus hijos correteaban junto a Dante. Todo era magnifico, menos por una cosa. Hace un par de noches, Raffe y Phoebe intentaron quitarle el mando a ella y Joseph. La pareja estaba preocupada, pues tan solo eran dos niños. Así que Joseph fue a hablar con Asmodeo y entre ellos dos y Will estaban buscando la forma de recrear la piedra que Asmodeo le dio años atrás. Eso haría que los poderes de ambos estuviesen controlados.
- Hola – saluda Mia con una gran sonrisa a Sandra, que llegaba con su pequeña bebé en brazos -. ¿Cómo está la pequeña Katy?
- Cansada de tener a sus papás despiertos – dice Sandra -. ¿Cómo va la cosa?
- Aún siguen buscando la manera de recrear la piedra – suspira ella -. ¿Y Cora?
- Aquí – la chica llega con su vientre hinchado. Estaba punto de salir de cuentas -. No sé cómo aguantaste el tener a dos bebés dentro de ti. A mí me está matando tener uno.
Mia sonríe y se acerca a sus hijos. Estaban avasallando a Dante.
- Eh, comportaros bien con Dante – les regaña -. Están jugando.
Los dos asiente con una sonrisa y Phoebe se gira al oír pasos.
- ¡Tío Will! – grita empezando a correr hacia él -. Mira, he logrado hacer flotar la hierba.
- Muy bien, pequeñaja – la elogia él -. Tenemos una cosa para vosotros. ¿Están listos?
Asmodeo saca una pulsera y un colgante con dos piedras idénticas en cada uno. El collar era para Phoebe y la pulsera para Raffe.
- No deben quitarse esto nunca – dice Joseph mirando a sus hijos -. Estas piedras ayudarán a que se hagan más fuertes. Quieren ser fuertes, ¿verdad?
- ¡Sí, como papi y mami! – gritan los dos a la vez y salen corriendo para seguir jugando.
- Lo han conseguido – dice Mia fascinada.
- Es porque Alice escribió el hechizo – sonríe Asmodeo -. ¿Cómo vas con el último sello?
Mia había estado estudiando muy bien el último sello. Era el único que no habían descifrado, y también estaba lo que Samuel dijo que vio. Eso de que Raffe se iría con la luz y Phoebe con la oscuridad, y ambos restablecerán la unión rota.
- Sigo sin sacar nada. Tanto misterio y palabras clave me están atacando – coge aire y lo suelta lentamente -. ¿No pudieron decir, así es como se rompe el sello, hagan eso y todo estará bien?
Un trueno se escuchó, pero el cielo estaba despejado y no había ni una nube a la vista. Joseph y Mia se miraron un segundo. Algo andaba mal. Asmodeo también lo notó y sacó sus alas para ir tras los alfas, que se habían convertido en lobos y se adentraron en el bosque.
Encontraron a Raffe y Phoebe corriendo despavoridos. Algo o alguien les había asustado y en cuanto vieron a sus padres se escondieron detrás de ellos.
Will y Shane no tardaron en llegar y Mia les ordenó que se llevasen a sus hijos y estuvieran atentos a lo que podía pasar.
Se adentraron más en el bosque y encontraron a un hombre con alas grises. Empuñaba una espada. La furia de Mia iba ascendiendo con rapidez. Ese maldito ángel se había atrevido a asustar a sus pequeños.
- Asmodeo, sé que estás ahí – habla el ángel -. Vamos, hace siglos que no te veo.
- ¿Ha que has venido, Uriel? – el caído da un paso al frente pero antes les pide a los alfas que se mantengan escondidos -. ¿Te divierte asustar a los niños?
- Eso no son niños, son abominaciones que deben ser aniquiladas.
Mia no aguantó. Con un salto se lanza contra Uriel y le muerde el cuello. Mucha sangre empieza a salir, pero ella no se queda conforme. De un zarpazo aparta la espada del ángel, y empieza a morder y a arrancar miembros.
- La única abominación eres tú – gruñe volviendo a su forma humana.
Los dos chicos se habían quedado de piedra al ver como Mia había matado al ángel. Porque lo había hecho. Uriel estaba muerto.
- Acabas de matar a un arcángel – susurra Asmodeo.
- Lo sé – susurra ella -. Pero él iba a hacer eso con mis hijos. Coge su espada, y esperarme en la sala de reuniones.
Mia fue corriendo hacia el claro. Se lavó toda la sangre que tenía lo más rápido que pudo y se marcha corriendo a la mansión. Los niños corren hacia ella en cuanto la ven y empiezan a llorar desconsolados.
- Ya está, mis niños – susurra ella -. El hombre malo se ha ido.
Will la mira con el ceño fruncido, haciendo una pregunta con sus ojos. Mia asiente. Sí, lo había matado, y no se arrepentía de ello. Nadie iba a tocar ni un solo pelo de sus hijos.
- Ahora quiero que se vayan con las abuelas – dice con una sonrisa mirando los ojos verdes de Raffe y los azules de Phoebe -. Mami y papi van a tener una reunión. No quiero que se preocupen. Estamos aquí para protegerlos. No olviden que papi y mami son muy fuertes.
Los mellizos se van corriendo con Catrina y Cristina. Sabía que con ellas estaban en buenas manos.
Con paso firme Mia y Will se dirigen a la cabaña. En ella se encontraban todos los ancianos, Dante, Sam, su hermano Shane, Joseph y Asmodeo.
- Un puñetero ángel ha querido matar a mis hijos – gruñe Mia nada más entrar, posando sus ojos en el caído -. Quiero una maldita explicación. Se supone que ellos son los buenos.
- Supones mal – dice Asmodeo -. No creí que se enterasen de los mellizos tan pronto.
- ¿Quieres decir que mis hijos están en peligro? – dice Joseph. Los dos alfas estaban que echaban humo. No habían hecho todo lo que hicieron para que ahora sus pequeños estuvieran en peligro por culpa de los sellos.