Prologo.
La noche estaba oscura. Caía una densa lluvia que no dejaba ver más allá de dos pasos. En una gran mansión iba a ocurrir algo que ninguna de las personas que viven ahí se hubiera imaginado nunca.
En esa casa viven una familia muy importante para los hombres lobos, ya que en ella habita la familia del alfa.
Esa era la mayor manada de lobos, y protegían a su alfa, pero esa noche no iba a salir bien.
- No me gusta la pinta de esta tormenta, Daniel - le susurra Catrina a su marido, el alfa -. Nunca ha habido nada igual. Puede ser un mal presagio.
- Nada va a pasar - Daniel rodea la cintura de su esposa y madre de sus tres hijos. Dos varones y una pequeña preciosa -. Desde que te quedaste embarazada de Mia, estás siempre muy nerviosa - dice quitando importancia a la preocupación de su amada.
- No es solo por Mia por lo que me preocupo. También lo hago por Shane y William - murmura ella un poco furiosa. No le gustaba que su marido no le creyera. Presentía que algo malo iba a suceder -. Y por todos los otros lobos de nuestra manada.
- Es solo lluvia, Catrina - Daniel la coge de la cara para mirar a esos ojos verdes que amó desde el primer día que la vio años atrás. Le costó una barbaridad el poder estar juntos, ya que el padre de ella era el alfa de una manada rival de la de su padre. Siempre había crecido creyendo que todos los hombres de Víctor eran bestias que no merecían piedad alguna. Pero Daniel conoció a Catrina y supo que estaba equivocado. Su padre juró vengarse por alejar a su única hija de él. Desde ese día no habían parado de luchar, sabía muy bien que su amada estaba nerviosa porque en pocos días tendría lugar otra batalla contra los suyos -. Sabes que nunca dejaré que nada malo te pase. A ninguno de nosotros.
A lo lejos se escucha el llanto de una niña. Mia, la más pequeña de los hijos de Daniel y Catrina, estaba llorando y gritando. No era el llanto de una pesadilla.
Con el corazón en un puño, Catrina se lanzó a correr hasta la habitación de su niña que tan solo tenía un año. Daniel le pisaba los talones. También estaba preocupado.
Se encontraron con la habitación destrozada, pero un movimiento en la ventana hizo que los ojos del alfa y su mujer se dirigieran ahí.
Por la ventana estaba saliendo uno de los guerreros de Víctor. Dante se llevaba a su pequeña que gritaba asustada por ayuda.
- Nunca la encontraréis - fue lo único que escucharon de Dante antes de que desapareciera de la nada con la pequeña Mia en sus brazos.
Catrina cayó al suelo de rodillas, aullando de dolor. Un grito que atravesó todo el vecindario hasta llegar a oídos de Víctor, a unos kilómetros más allá de la casa de su hija.
Víctor sonrío al oír el dolor de Catrina. El mismo dolor que había sentido él por su huida con ese maldito lobo de Daniel y por su traición. Miró a la niña que tenía en brazos. No se iba a quedar con la hija de Daniel.
- Te mataría, pero llevas mi sangre - murmura Víctor -. Dante, haz que la bruja esté lista para cuando lleguemos. Vamos a necesitar de sus servicios.
Le entregó a la niña y se metió en el coche, alejándose de ese maldito pueblo al que su hija llamaba hogar.