Capítulo 1.
Mia estaba en clase mirando las nubes. No tenía ganas de ir a clase hoy. Aunque a decir verdad, nunca le ha gustado. Siempre se metía en problemas con los demás alumnos. Los más comunes eran los chicos.
Eso traía de cabeza a sus padres. Mia los amaba más que a todo, ya que la habían adoptado cuando sus verdaderos padres decidieron dejarla en ese orfanato. Le debía la vida a Cristina y David, pero no ayudaba que se metiera en peleas. Lo bueno era que aunque no prestara atención en clase sacaba buenas notas.
- Señorita Stark - el profesor de historia dejó caer el libro sobre la mesa de Mia, sacándola de sus pensamientos -. ¿Le aburre mi clase?
- Claro que no - miente ella. No le hacía ni pizca de gracia la clase de historia y mucho menos con el profesor Emerson.
- A ver, ¿qué le estaba contando a la clase? - le pregunta a Mia para dejarla en ridículo, pero se va a quedar con las ganas, pensó ella.
- Mia cuadró sus hombros y miró a su profesor con una sonrisa.
- Estaba diciendo que la segunda guerra mundial comenzó entre 1939 y 1945. Que Afganistán, Dinamarca, España, Irlanda, Mongolia, Nepal, Portugal, Suecia y Suiza eran los únicos países neutrales en esta guerra - Mia ensancha más su sonrisa al ver que el profesor se había quedado con la boca abierta -. ¿Quiere que siga?
- Solo mira al frente - dijo con el ceño fruncido antes de ir de nuevo a la pizarra.
Al terminar las clases, Mia sale derecha al aparcamiento del instituto para poder marcharse al gimnasio, y así poder entrenar un poco.
Con tan solo diez años sus padres decidieron apuntarla a clases de kick-boxing para que descargase toda su furia en el ring. Ayudaba, pero no mucho. Lo bueno es que Mia sabía defenderse.
- Bonita moto - Mia levanta la vista para encontrarse con un chico de ojos verdes, pelo castaño con reflejos dorados y un poco bronceado -. ¿Es tuya?
- Sí - contesta ella sin hacerle mucho caso y se coloca el casco.
- Me llamo Shane. Shane Argent.
Mia se lo quedó mirando de arriba a abajo con una ceja arqueada.
- No me importa - le regala su mejor sonrisa -. Adiós, chico plata.
Pasa la pierna por encima de su moto y se marcha directa al gimnasio.
Dos horas después de haber pateado el trasero de su entrenador Dante llega a casa.
- ¡Ya he llegado! - saluda y va a la cocina siguiendo el olor de la cena. Su madre estaba preparando estofado.
- ¡Hola, cariño! - la abraza Cristina -. ¿Qué tal ha ido el día?
- He conseguido vencer a Dante - dice muy orgullosa de sí misma. Esto no solía ocurrir a menudo.
- No sé si alegrarme - Cristina intenta poner cara de que no le gusta lo que ha oído, pero en sus labios esconde una sonrisa -. Ah, se me olvidaba. Papá ha invitado a los nuevos vecinos a cenar.
- ¿Tenemos vecinos nuevos? - pregunta Mia mientras abre la nevera y saca un poco de zumo de naranja.
- Sí. Se acaban de mudar. Me he acercado para darles la bienvenida y tu padre, cuando ha llegado del trabajo, se ha encontrado con el señor Argent - le explica su madre y ella escucha atentamente. Desde que se vino a vivir a esta casa con tan solo cuatro años le encantaba escuchar la voz de Cristina. Le relajaba -. Como tienen todo en cajas papá les ha invitado a cenar.
- ¿Has dicho Argent? - pregunta recordando haber escuchado ese apellido antes. Cristina asiente.
- Tienen dos hijos. Shane y William - su madre pone una sonrisa socarrona. La misma que pone cuando quiere hablar de chicos con Mia. A ella no le interesa tener una relación con ningún chico -. Son muy guapos.
- Vale, mamá - Mia coge su vaso de zumo y se marcha a su habitación -. Voy a cambiarme.
- ¡Siempre haces lo mismo! - grita su madre entre risas.
Y era cierto. Siempre que Cristina sacaba el tema chicos, Mia se marchaba.
La chica se paseó por su habitación, arreglando un poco todo. Estaba inquieta y eso era raro. Siempre que entrenaba con Dante se sentía más relajada al llegar a casa.
Un movimiento en la calle le hizo detenerse y mirar. La familia de enfrente estaba yendo a su casa, pero lo que más le sorprendió fue ver al chico que elogió su moto en la salida del instituto. El chico plata.
- De eso me sonaba el apellido - murmura para sí misma.
Mientras Mia bajaba las escalera sus padres les daban la bienvenida a los Argent. Ella planta una sonrisa falsa en su cara y les saluda educadamente.
- Es un placer conocerlos, señores Argent - les echa un vistazo a sus hijos y ambos se parecen, salvo que William tiene los ojos de su padre.
- El placer es nuestro - la señora Argent se la queda mirando con una sonrisa agridulce. Mia no entiende muy bien esa mirada, así que la deja pasar y guía los invitados al comedor.
La conversación fluye entre los padres, los hijos solo miran y dejan hablar a los mayores, pero a Mia no se le escapa que William y Shane no le han quitado la vista de encima desde que han llegado.
- Bueno, Mia. ¿Cuántos años tienes? - le pregunta el señor Argent con una sonrisa muy afable.
- Tengo 15 y en unos días cumplo 16 - responde educada, pero en el fondo le estaba costando mucho no mirar a los dos chicos y decirles si es que tenía algo en la cara.
- Oh, vaya - responde el hombre -. Mis hijos tienen 18 - señala a Shane -, y 17.
Mia se queda mirando a los dos chicos. Solo se llevan un año entre ellos, piensa.
Cuando la cena termina los adultos se marchan al salón y Mia le toca cargar con los dos hermanos.
- ¿Conoces de algún lugar divertido para salir? - pregunta de la nada William -. Este barrio se ve aburrido.
- No salgo mucho - responde con indiferencia -. Al único lugar que voy para divertirme es al gimnasio.
- ¿Está por aquí cerca? - Mia se queda mirando a Shane, pensando si decirle que estaba al final de la calle.
- Sí - responde con la verdad -. Justo al final de la calle.