Capítulo 2
Tenía una vista muy interesante en su cama, aquel desconocido dormía profundamente, arropado con las mantas y el cobertor, mientras que la anciana Sarah miraba al sujeto con detalle, su canoso cabello trenzado caía a un lado de la cama mientras analizaba cada parte de él, la habitación estaba silenciosa, y envuelta bajo el perfume natural del extraño.
Roxy estaba más alejada, cerca del armario junto al ventanal curvo que seguía el contorno de la guarida, evitando a toda costa observarlo. Cuando los demás le dieron refugio y curaron sus heridas, ella pensó que sería uno grande y fuerte, del tipo que con una sola mirada podría hacerte correr de miedo. Pero a la luz de la mañana, ella sintió el puñal de la decepción clavarse en su corazón una vez más cuando vio lo que en realidad era, y la pantera se quejó en un sonido agudo que solo hizo aumentar su preocupación.
Había traído una vez más al tipo equivocado, de seguro terminaría muerto como los otros seis.
—Bien, es un alfa, de eso no hay duda. —Sarah alejó su bajo y regordete cuerpo de la cama en donde dormía el sujeto—. Solo que, no estoy segura de qué tipo de cambiante es.
Roxy se apretó los ojos por un instante, tenía tanto cansancio que le costaba mantenerse activa y alerta.
—Por favor, no me digas que traje a un lobo alfa.
Sarah volteó a verla y se burló con su sonora risa cascada.
—Oh no, querida, un lobo alfa tan joven como él tendría otra complexión física más..., maciza. De ninguna forma puede ser un oso, tigre o león, pero es un tipo de felino, uno al que nunca había sentido antes.
— ¿Un jaguar quizá?
—No, es otro, no lo puedo describir, pero es fuerte.
Roxy trató de hacer memoria, por su mente viajaron todos los tipos de cambiantes que existían, desde los comunes y ordinarios lobos hasta los evasivos guepardos, pasando por los escasos zorros y coyotes, los pumas, leopardos y...
— ¿Crees que sea un leopardo de Amur?
Por lo que se sabía, ellos estaban extintos desde hace mucho tiempo, pero todavía aparecían rumores de que algunos continuaban viviendo en las partes más frías y recónditas de la tierra.
—No, no, nada se sabe de esos cambiantes. —Sarah se acercó a la ventana—. Quizá es uno de sus primos más cercanos, un leopardo de las nieves.
Ahora, eso tenía más sentido. Esos cambiantes se consideraron extintos cincuenta años atrás, pero en los últimos seis, esa idea fue destruida con la aparición de cientos de ellos, conformando una pequeña población de no más de dos mil.
El sujeto al que Roxy había traído era especial, incluso sintió un poco de intriga. Un alfa leopardo de las nieves, su felino ronroneó en su mente, impulsando su curiosidad.
— ¿Crees que podría ser útil?
Roxy lo miró, era delgado pero atlético, de cabello negro y un poco largo, piel blanca casi rozando la palidez, labios finos y agrietados. Ya había visto el brillo de esos ojos en la noche, azules como el frío hielo pero que guardaban esa fuerza protectora que la impulsó a elegirlo..., y apuñalarlo para traerlo al clan.
—Tal vez sí, tal vez no, ya veremos cómo reacciona cuando Richard intente someterlo.
Roxy volvió a mirarlo, su cuerpo era muy delgado a comparación del enorme y bruto hombre que ocupaba el puesto de alfa, aquel sujeto apenas tenía los músculos marcados.
—No podrá hacerle frente —murmuró con decepción.
Sarah inclinó su cabeza mientras sus brillantes ojos oscuros la miraban con amabilidad y cariño.
—Nunca hay que dudar de la fortaleza de los demás, los débiles no son débiles por siempre, quizá este chico tenga un poder oculto, puede salvarnos de Richard..., o puede huir o morir, nadie sabe. Hay que esperar.
Un cambio en su respiración les hizo prestarle atención, el sujeto movía sus párpados con pesadez, estaba despertando. Sarah se acercó, él le gruñó en el acto, eso no se lo esperaba. La anciana mujer retrocedió, dejándole espacio, la respiración del hombre se agitó a medida que pasaba su nerviosa mirada por todo lo que había alrededor.
— ¿Qué hago aquí? —Preguntó con voz pastosa y al intentar moverse el dolor transformó su rostro—. ¿Qué me hicieron?
A riesgo de ser lastimada, Sarah sostuvo su mano y trató de calmarlo.
—Tranquilo muchacho, estás seguro aquí.
Un siseo se escuchó bajo, el tipo era un felino, y Roxy sintió el aliento pesarle cuando esos ojos se cruzaron con los suyos, los colmillos bajaron y pronto su cuerpo se tensó, completamente ignorante ante el dolor y la sangre que teñía sus vendas de un intenso carmesí.
—No respondió mis preguntas —respondió regresando su peligrosa mirada a la anciana—. ¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? ¡Responda! Quiero saber qué rayos harán conmigo.
Sarah colocó su mano libre sobre el pecho desnudo.
—Calma cachorro, no te haremos daño. Sufriste un ataque de vándalos y te apuñalaron, Roxy te encontró y te trajo hasta aquí para que pudieran curar tus heridas. —Poco a poco, la respiración del sujeto regresó a un ritmo normal, pero su rostro continuó siendo agresivo, así como el dominio en su mirada—. Dime tu nombre, por favor.
El silencio se hizo pesado, Roxy se sentía incómoda y por múltiples razones, la historia de Sarah no era del todo cierta, había subestimado la fuerza de aquel sujeto y la pantera estaba empujando para salir.
—Evan —dijo al fin—. Evan Hatchet.
—Es un gusto conocerte —Sarah sonrió—. Yo soy Sarah y ella es Roxy.
Cuando volvió a mirarla, sus ojos se aclararon al tiempo que se estrechaban y abrían, haciendo enfoque, pronto, su incomodidad aumentó al ser presa de un detallado análisis que hizo al felino ronronear y empujar.
« ¡Ya basta! ¿Qué rayos te sucede?»
La pantera gruñó.
—Ahora, Evan, ¿eres un cambiante?
—Sí —murmuró sin dejar de mirarla.