Aunque estaba realmente, muy, demasiado furioso por lo que acababa de hacer, Evan se encontró con la aterradora realidad golpeándolo duro como un tren de carga directo al pecho. El animal jamás se equivocaba, Roxy, la mujer que lo apuñaló la noche anterior..., era su compañera.
Evan se detuvo frente al panel curvo de vidrio que hacía de ventana, estaba en lo que parecía una casa de árbol, alto, muy alto, y todo el exterior era un exuberante bosque de verdes árboles, y algunos otros de copas desnudas.
Respirando fuerte, Evan arañó el suelo de madera con sus garras. Tenía una buena vida siendo un solitario, yendo por la ruta sin un rumbo fijo, libre, esto no era lo que quería, Evan no deseaba otro clan en donde vivir, otro alfa al cual someterse y engañar una y otra vez. Él no resistió su inseguridad cuando estaba con los Ice Daggers, no soportó tener que fingir lealtad cuando en todo momento el felino presionaba por un desafío.
Liam Gallagher era más comprensible y compasivo que ese tal Richard, su alarde de poder y dominio le demostraron, sin palabras ni hechos ajenos, que no estaba frente a un pacificador, el alfa de ese clan era un bruto guiado por el instinto y la sed de poder. Eso nunca era bueno para ningún clan.
«Entonces lo que ella dice es cierto» pensó «Este clan está en peligro bajo la dirección de ese hombre» pero eso no significaba que considerara la súplica de Roxy, Evan no quería lidiar con la responsabilidad de liderar a un clan.
—Evan, ¿estás bien?
No supo por qué rayos su voz se oía tan bien, arrastrándose a través de su pelaje como una suave caricia que llamaba al leopardo en su mente. La necesidad corrió a través de su cuerpo, encendiendo su sangre, pero Evan no cedió. Puede que Roxy fuera elegida por el animal como la hembra con la cual emparejarse, pero él no la conocía. Y a pesar de que fue cautivado al momento en que se encontró con ella, no podía confiar, y no sabía cuándo lo haría.
— ¿Evan?
Gruñendo, se encontró con esos ojos almendrados, el color suave como chocolate claro, oscilando a un amarillo intenso.
—Detente.
No le hizo caso.
—Ya basta.
Rugió fuerte y lleno de rabia, controlando al leopardo que luchaba por acercarse a ella. La transformación de regreso siempre era dolorosa, pero en su caso siempre sentía como si su piel se derritiera con lava líquida, ese dolor ofuscaba a todo lo demás, huesos, músculos, tendones, todo lo que se rompía para volverse a armar, no importaba, porque lo único que Evan sentía cuando se transformaba era la piel arder.
Quedó sentado en el frío suelo, ocultando su desnudez al juntar las piernas contra el pecho y rodearlas con los brazos. La herida del puñal ya casi se cerraba, pero el olor a sangre era tan nítido que todavía creía que estaba saliendo de su cuerpo.
—Evan...
—Aléjate —dijo entre dientes—. Por favor.
Ella resopló molesta.
—Mira, sé que no hemos iniciado bien las cosas y que ahora está todo muy confuso para ambos pero creo que si le damos una oportunidad...
— ¡Me apuñalaste! —Gritó haciéndole retroceder un paso—. Tu plan inicial era mentirme y hacerme pelear contra tu alfa, dime ¿con qué seguridad puedo creer que lo que dijiste no es cierto? ¿Cómo confirmo que no estás mintiendo para mantenerme aquí, cómo puedo saber si no estás fingiendo quererme como tú compañero?
Sentía un dolor en el centro de su pecho, Evan ya no quería más engaños, ni limosnas, si el amor o la maldita naturaleza tocaban a su puerta, él quería seguridad, ningún engaño.
Roxy bajó la mirada, y él cedió a la tentación de mirarla de reojo. Tenía una suave cascada roja descendiendo por la parte frontal, ondulando a medida que bajaba hasta las costillas, y la piel cremosa. Se detuvo cuando llegó a esos labios carnosos en forma de corazón, el calor le inundó y Evan regresó al paisaje más allá del vidrio.
—Mi pantera te reconoció —ella dijo con suaves palabras—. Y el animal nunca se equivoca.
Evan dudó en silencio, quizá eso no era del todo cierto, quizá el leopardo todavía estaba aturdido por la pérdida de sangre y había confundido las cosas, el impulso que echó a andar su corazón como loco, el crudo y visceral gruñido..., todo eso había sido un malentendido...
Una mancha negra se movió a su derecha, Evan volteó a ver y de pronto el aliento se le atascó en la garganta. Roxy caminó hacia él con postura relajada, intentando no verse como una amenaza, era grande, fuerte y de seguro peligrosa, todo un depredador acercándose paso a paso, con el intenso color amarillo de sus ojos fijos en el suelo, las garras apenas raspando la madera, y ese pelaje oscuro..., brillaba bajo la luz, revelando algunas rosetas doradas en sus flancos traseros.
En su vida Evan había visto a algunos cachorros pantera, cuando a sus ocho años cayó preso en un laboratorio clandestino, los cambiantes pantera eran los únicos en generarse de forma natural, y solo aparecían al azar. Pero nunca había visto un adulto, debía admitir que ella era magnífica.
Su aliento cálido rozó la piel expuesta, Evan contuvo el deseo de cambiar para rozar sus pelajes, un movimiento y Roxy empujó su cabeza contra su hombro, reclamando su atención. Evan levantó la mirada y al momento en que fue detenido por esos ojos felinos, el leopardo en su interior volvió a rugir, sus ojos albergaban una llama tenue y cálida, un interés que hasta el más tonto habría notado, Evan no estaba frente a Roxy, sino que tenía a escasos centímetros a la otra mitad, la pantera que en una sola mirada tan intensa como una tormenta de invierno, le decía que en efecto, ellos dos estaban conectados.
Era cierto, sus animales se reclamaron mutuamente.
A pesar de perder su fuerza, Evan rompió el contacto, sentía su piel arder con un calor diferente, que iniciaba en sus mejillas y se expandía en todo su cuerpo, la reacción era tan absurda como aterradora, se sentía como un cachorro primerizo y eso era un poco humillante.