El destino de Evan [ice Daggers Spinoff]

Capítulo 7

 


Evan colocó la última tira de cinta adhesiva transparente sobre los pedazos de la fotografía, echando maldiciones al león que la destruyó, condenándose a sí mismo por lo que había hecho y reteniendo el impulso del leopardo que desde que le quitó a los idiotas de encima a Roxy, no paraba de pedirle que se acercara. Necesitaba descubrir la causa de esos temblores espasmódicos que tenía a veces, diferentes y raros, ni de frío ni de nervios, ¿acaso ella estaba enferma y no se lo había dicho? Y si era eso la causa, ¿por qué se sentía tan ofendido y dolido? Cuatro días pasaron y seguían siendo desconocidos, cuando se miraban y hablaban había timidez en los dos, como si evitaran despertar la furia el uno en el otro, de seguro no debía de importarle tanto su estado de salud... ¿O quizá sí?

Tal vez tenía que seguir esperando...

Evan debía admitir que no le estaba poniendo las cosas fáciles a ella, pero para un hombre que fue traicionado tantas veces, la confianza era algo serio que no podía darse el lujo de compartirlo con nadie. De los pocos amigos que tuvo, solo Aria supo su pasado y ella jamás lo traicionó. Los demás... No estaba seguro de que no lo haría.

— ¿Quién es ella? —Roxy le preguntó.

La mujer se sentó junto a él, Evan continuó en su tarea de que la imagen quedara lo más parecida a su forma original, mientras sentía con cada célula de su cuerpo a la pantera merodeando cerca. Roxy quería una respuesta, lo sabía por esa ansiedad que teñía el frío aire de la sala, antes había dejado colgada una de sus preguntas porque no estaba seguro si podía responderle con la verdad. Evan protegía mucho las pequeñas cosas buenas que tuvo antes de terminar en ese lugar, eran diminutos puntos luminosos en una tortuosa vida de oscuridad.

—Ya te dije, es solo una amiga.

Valiente, fuerte, un tanto distante y tan feroz que todos debían cuidarse de ella.

—Evan —Roxy tomó su mano, deslizando sus dedos entre los suyos—. Sé que contigo las cosas no empezaron bien, te traje aquí por la fuerza y no era tu deseo quedarte. Pero, estamos juntos en esto, ¿recuerdas?

—Sí —respondió, pero se negó a mirarla, en cambio, mantuvo su atención en la mujer de la fotografía, que tenía rasgos tan similares a los suyos que a veces le asustaba—. Ella..., es Aria Ashburn.

—Ah..., pensé que era un familiar tuyo, digo, ambos se parecen mucho.

Sí, muchos le dijeron eso, que eran como dos gotas de agua, pero ellos no eran familiares..., al menos eso quería pensar Evan, pues cada vez que volvía a la imagen, menos razones tenían para dudar de si Aria tenía algún tipo de parentesco con él.

—No, ella era una persona muy cercana a mí.

— ¿Qué le pasó?

—Nada. Yo deserté del clan y le pedí que me dejase tomarle una fotografía para mi viaje.

Aria era una persona especial para Evan, cuando la conoció sintió que tenía una conexión con ella, como si ambos fueran iguales en casi todos los sentidos. En ese momento él apenas alcanzaba los dieciocho años de edad, Aria rondaba los veintiséis, ahora Evan ya tenía su edad cuando la mujer ingresó al Cubo, y ella sobrepasaba los treinta y cuatro. Siempre tendría grabada en su mente la enorme sabiduría y la fuerza con la que ella se movía, pensaba y actuaba.

—Se emparejó antes de que me fuera —continuó con una fugaz sonrisa atravesando su rostro—. Con un sujeto que la estuvo persiguiendo durante cinco años.

La paciencia era una virtud que no todos poseían, y si alguien la encarnaba mejor que nadie, sin duda, ese alguien era Sean Wells, quien nunca desistió en atraer a la mujer que amaba a sus brazos. Y en cierto modo, le hacía pensar en tener un afecto de tal magnitud.

«Y ahora podemos. Porque la encontramos» el leopardo se movió inquieto, con el pelaje deslizándose bajo su piel, y ronroneando como un gato casero.

— ¿Cómo era tu clan antes de que Richard lo tomara?

Roxy se inclinó hacia él, de reojo vio su sonrisa, suave y dulce, mientras su mirada se hallaba perdida en los recuerdos.

—Próspero, sano, feliz. Jimmy Loewe era un gran alfa, severo cuando lo hacían enfadar pero tierno como un cachorro cuando pedías su ayuda.

Ella suspiró, el corazón de Evan se apretó dentro del pecho al sentir ese anhelo implícito en el aire, el deseo de una vida mejor. Y él quiso volverlo realidad, las cadenas de sus inseguridades no le oprimían en su mente, solo ahí Evan podía imaginarse dándole a Roxy lo que ella tanto quería, libertad, para los suyos.

La realidad era distinta, Evan era un alfa débil, pero si no podía derrotar a Richard, al menos le haría la vida un poco menos miserable a cada cambiante Fire Heart.

Justo cuando estaba trazando un plan, el temblor espasmódico de Roxy llamó la atención del leopardo.

—Quiero la verdad Roxy, ¿qué sucede?

Con sorprendente ternura, ella rozó su mejilla sobre su hombro, como el gato que era por dentro, un aroma a sal le dijo que había derramado una lágrima. El leopardo gruñó molesto, e insistió en acercarse para consolarla, alejar cualquier tipo de dolor que le estuviera lastimando.

— ¿Sabes lo que sucede cuando un cambiante deja de alimentarse?

—No.

—El animal en el que se transforma comienza a reparar la pérdida de peso, transfiere todo al humano; proteínas, grasas, todo, hasta que eventualmente muere de inanición, se desvanece.

Un nudo se le formó en la garganta, y se preguntó si ella había visto a sus seres queridos partir de esa forma, ¿desde cuándo Richard los condenó a morir de hambre?

— ¿Cuántas veces comen?

—Una vez al día, un té con un par de galletas en el desayuno y la merienda, de esa forma las raciones alcanzan el mes.

El leopardo gruñó de rabia, ese imbécil los estaba matando lentamente, ¿cómo siquiera podía dormir por las noches? Era tan injusto...

— ¿Cuándo comenzaron a disminuir las raciones de comida?

—Hace un año y medio.

— ¿Ya han muerto personas?




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