Roxy todavía tenía el sabor a sangre y carne cruda en la boca mientras se vestía, odiaba tener que matar criaturas inocentes, pero su instinto de supervivencia era más fuerte que la consciencia que ahora le estaba atormentando. Pobre conejo, no se merecía esto, Roxy no quería perder a su pantera, pero nada justificaba la pérdida de un ser vivo.
Ah..., los sacrificios que estaba obligada a hacer por culpa del bastardo de Richard.
Para quitarse ese horrible sabor, sacó de un pequeño bolso de tela unas hierbas que Sarah le había dado después de haberse terminado el primer lote. Un poco de frescura con notas amargas, pero era mucho mejor que la sangre que alteraba los sentidos de la pantera. Estaba muy lejos de casa, casi en la periferia del territorio, cada vez le estaba costando más cazar para mantener a su felino con fuerzas, los temblores eran un aterrador signo que le mostraba que su animal le estaba entregando todo para salvarla, y Roxy no quería perderla.
Un ruido a su derecha, lejano, le hizo levantar la mirada, entrar en alerta, por un momento se imaginó que los hermanos Larkin la estaban acechando de nuevo, pero cuando la fría brisa atrajo un suave olor a mente y cedro, por dentro deseó que fueran los leones. Con esa repugnante mirada altiva, ella avanzó como adueñándose de la tierra que pisaba y eso era tan molesto..., Ofelia Shmidt era custodiada por dos cambiantes tigres, parte de la guardia personal de Richard, que obedecieron de inmediato inclinando sus cabezas cuando la mujer les pidió un momento a solas.
—Hola Roxy —saludó con una sonrisa radiante—. Es bueno verte.
Ella no podría decir lo mismo.
—Hola.
Por supuesto, Ofelia notó su molestia, cualquiera podía hacerlo a kilómetros de distancia cuando ellas dos se encontraban, pero es que era casi imposible para Roxy fingir que le agradaba al menos un poquito, no podía hacerlo, le odiaba y era irónico que antes fueran amigas tan cercanas como uña y carne.
—Sabes, te estaba buscando.
— ¿Segura? Siempre que apareces me reportas a Richard para que me castigue por romper alguna de sus reglas tontas.
Ofelia abrió sus ojos de avellana, fingiendo horrorizarse, oh sí, ella era una experta en eso de fingir, pues tenía un corazón tan negro como el carbón.
—Estoy aquí por un motivo diferente.
Hastiada, Roxy se cruzó de brazos.
— ¿Cuál?
—Bueno, como sabes, ya falta poco para dar a luz a mi hijo y necesito un ayudante que me haga compañía.
— ¿Y quieres que yo sea tu sirvienta? No, jamás.
Ofelia se apretó el puente de la nariz y resopló con cansancio.
—Roxy, ¿quieres solo escucharme?
—No.
Ella gruñó bajo, quería amenazarla, pero como era habitual, no podía, no solo porque era una sumisa, sino que, Roxy no se dejaba someter por ninguno que estuviera del lado de Richard, y eso incluía a Ofelia dentro de la lista.
—Yo vengo a proponerte una mejor calidad de vida —dijo con una sonrisa delicada—. Piénsalo, conmigo puedes tener muchos beneficios, como volver a comer todo lo que quieras, las tres comidas, incluso tus favoritas, pastas y galletas, tartas y frutas, ¿recuerdas que te gustaban mucho? Conmigo puedes volver a probarlas.
De solo imaginarlo, el hambre pinchó en su estómago, pero la pantera olía el engaño, y recordaba la traición más baja y ruin que podría haber esperado de una persona como Ofelia. Pues ella se lanzó a los pies de Richard cuando este asumió el liderazgo de forma ilegal, y ahora estaba vinculada a él, llevando a su hijo en el vientre, y ni siquiera podía hacerle ver a su pareja todo el daño que estaba haciendo al controlar las raciones de alimento, imponer ese absurdo toque de queda y prohibirles salir del territorio, casi eran esclavos, y Ofelia solo miraba desde la distancia, ella tenía el corazón de Richard en sus manos, podía hacer algo para detener todo este sufrimiento, pero en vez de eso, solo buscaba poder y dominio, dos cosas que en su condición normal de cambiante sumisa no podía obtener.
— ¿Y ver cómo los demás se mueren de hambre? No, gracias, prefiero irme con ellos.
Toda amabilidad forzada abandonó su rostro, Ofelia enredó un dedo en su cabello castaño, como jugando inocente mientras la miraba con altivez.
—Siempre tan honrada, bondadosa, gentil y desinteresada, Roxanne, la niña favorita del viejo Jimmy. Pierdes tu tiempo —rió—. La pobre Roxy compadeciéndose de todas las personas que se burlaron por ser una híbrida, ¿has olvidado esas risas y golpes? ¿La humillación por ser una anormalidad, una pantera negra?
—Yo no vivo hundida en el resentimiento, deberías aprender de eso.
Ofelia sonrió, y eso le dijo que era imposible hacerle cambiar de opinión, su corazón estaba ennegrecido y ya no quedaba de su amiga dulce y amable, ella se perdió para siempre, la mujer que estaba frente a ella solo era el cascarón vacío por dentro.
—Te daré una última oportunidad para que aceptes.
Roxy pasó de sus ojos de avellana, a su abultado vientre, recordó a las madres y cachorros que se debilitaban más y más cada día, tal vez ahora que Ofelia estaba próxima a tener un cachorro, tendría un resquicio de compasión en su alma oscurecida por el ansia de poder.
—Los cachorros pierden peso rápidamente, ¿no podemos compartir la comida con ellos?
Ofelia puso una mano en su corazón, por un momento Roxy creyó que se estaba ablandando.
—Esos cachorros no son míos, no es mi problema.
— ¡Ofelia! —gruñó.
—Inclina tu mirada —exigió—. Y muestra tu respeto a la mujer que lleva al heredero del clan en su vientre.
Roxy le miró con rabia, era casi inconcebible que una mujer fuera tan desconsiderada y negligente, aun siendo madre se negaba a ayudar a niños vulnerables, ¿cuándo, su más cercana amiga, se había convertido en un monstruo tan cruel?