Roxy echó la ensalada de papas en dos platos, agregó un poco de sal y los llevó a la sala de estar, ya casi eran las diez y la oscuridad reinaba afuera.
—Disculpa el tamaño —dijo mientras le entregaba su porción a Evan—. Se me están agotando las provisiones y todavía faltan dos semanas para que nos vuelvan a abastecer.
—No importa —Evan le ofreció una suave sonrisa.
Ambos comieron en silencio mientras la noche se cerraba, Roxy se imaginó cenando en otras condiciones, que fueran mejores a... Esto. Se imaginó en un bonito lugar en donde se comía afuera, bajo las estrellas, en mesas adornadas por esos manteles de colores. O incluso, preparando algún tipo de comida ultra compleja en su cabaña, cualquier cosa que fuera mejor que tan solo comer papas.
Pero así era su realidad, y tenía que conformarse con lo poco que Richard les daba, migajas.
—Déjame levantar esto —dijo Evan, tomó ambos platos y se perdió en la cocina.
Roxy se sentía triste, quizá era su falta de energía o el hecho de que por la tarde vio a uno de los cachorros desmayarse mientras jugaba con los demás, o la culpa que todavía sentía por el castigo de Evan..., tal vez era todo eso junto, o el hecho de que recordar cómo era todo antes cuando el viejo Jimmy vivía, hacía a su corazón encogerse de dolor.
Borrando una lágrima que se escapaba a su control, Roxy se dirigió a la habitación, miró al techo, hacia la ventanilla en la que a veces observaba el cielo lleno de estrellas, y que ahora esos puntos brillantes y lejanos ya no estaban, porque las nubes eran demasiado densas para que su luz las atravesara. A veces, subir al techo le relajaba, era como si pudiera escapar de todos los problemas, como si estar próxima al cielo la liberase de sus pensamientos.
Sacando de detrás del armario una escalera plegadiza, Roxy la aseguró al suelo para evitar cualquier accidente, luego subió hasta el ante último escalón y con sus torpes movimientos intento deslizar la ventanilla.
— ¿Qué es lo que haces?
La suave voz de Evan le hizo desestabilizarse.
—Subir al techo —dijo en un jadeo.
Giró y se enfrentó a esos ojos glaciales.
—Baja de ahí.
—No me gusta obedecer órdenes.
Pero Evan era un alfa, y supuso que si ambos se iban a quedar juntos, establecer un dominio sería cuestión de tiempo. Tarde o temprano Roxy tendría que aceptar su naturaleza, de lo contrario la relación jamás funcionaría.
—No es una orden —dijo, Evan se acercó para afirmar la escalera—. Quiero ayudarte, esos temblores que tienes son cada vez más fuertes y no me gustaría que te hicieras daño, déjame abrir la ventanilla y ayudarte a subir.
Por más que quisiera negarlo, el leopardo tenía razón, Roxy estaba débil y no podía hacer nada contra eso. Con cuidado, descendió hasta estar en suelo firme, rápidamente Evan tomó su lugar y deslizó la ventanilla sin problemas, usando la fuerza de sus brazos se impulsó hacia afuera.
—Ven, yo te subiré.
Roxy llegó hasta el último escalón y tomó sus manos, Evan jaló de ella hasta que su abdomen quedó apoyado en el marco, de ahí la soltó con suavidad para que terminara por su cuenta de subir. El aire fresco soplaba en una brisa suave, Evan se sentó y miró alrededor, curioso y asombrado, Roxy supuso que debía de agradarle la altura, no podía ser la vista porque solo había sombras y oscuridad, un cielo nublado y el frío.
A ella le gustaba cuando había estrellas y la luz de la luna que le daba un brillo diferente al bosque alrededor.
Pero con esas condiciones, todo parecía demasiado sombrío para su gusto.
—Este debe ser tu lugar favorito en todo el mundo.
Roxy se sentó junto a él.
—No, aquí vengo cuando necesito... Relajarme. —En realidad iba arriba cuando necesitaba paz, pero ahora eso era un concepto lejano—. Es mucho mejor cuando hay estrellas.
Evan levantó su mirada al cielo, sus ojos no brillaban, y la falta de luz le impedía verlo con la claridad que necesitaba. La pantera rogó por acercarse.
—Cuéntame un poco sobre ti Roxy, ¿qué quieres de tu vida?
Ella no se esperaba esa pregunta, estaba acostumbrada a lo típico, eso de ¿cuál es tu color favorito? O ¿estudias o trabajas? O la muy clásica ¿cuál es tu signo? Preguntas superficiales que jamás pasaban de moda... Sin embargo, Evan..., bien, él no se amoldaba a la regla y comenzaba a pensar que nunca terminaría de sorprenderla con sus actitudes tan alejadas del típico macho alfa.
—Quisiera convertirme en arquitecta —dijo, en su mente añoró que eso pudiera hacerse realidad, desde pequeña siempre le gustó construir todo tipo de cosas, aunque la mayoría de ellas no tuvieran forma ni sentido alguno—. ¿Y tú?
Evan rodeó las piernas con los brazos, reduciendo su figura.
—No lo sé, nunca pensé que llegaría a vivir tanto... —Hizo una pausa y luego rió por lo bajo—. Hay muchas cosas que me gustaría ser, pintor, guitarrista, mecánico... Pero si tuviera que elegir algo que se amoldara a lo que soy, definitivamente elegiría ser profesor.
La pantera ronroneó contenta, daba vueltas en su mente, tan feliz por lo misterioso que era el leopardo..., tan lleno de cosas ocultas, era un enigma que atraía al depredador, impulsando su curiosidad felina.
—Profesor ¿eh? Sí, puedo imaginarte con unos bonitos anteojos de intelectual que resaltan tus ojos azules, con un suéter de lana negro bien ajustado, jeans de mezclilla desgastados y rotos, y oh, sí, un salón lleno de adolescentes descontrolados.
Evan largó una risa suave, y deliciosa de oír, era la primera vez que lo hacía y tanto ella como el felino querían que fuera algo constante, su música favorita.
— ¿Estás tratando de cambiar mi opinión?
Roxy pudo ver su sonrisa.
—No, jamás —respondió, llevó una mano al centro del pecho—. Solo me imagino cómo te verías, dominando a los chicos revoltosos con tu tono de alfa, y deshaciendo a las chicas con tu mirada, serías un buen profesor.