El destino de Evan [ice Daggers Spinoff]

Capítulo 12

 

Cuando los drones comenzaron a llegar por las noches, Roxy se dio cuenta de la extraordinaria intrepidez de Evan, no solo se enfrentaba a la dureza del clima frío como si de un paseo rutinario se tratara, sino que salía a las tres de la mañana arriesgándose una y otra vez a la posible captura de los guardias. Violar el toque de queda era merecedor de uno de los castigos más altos, el foso. 

Sin embargo, a él no parecía importarle, o su orgullo masculino era demasiado grande como para admitirlo, así que a la séptima ocasión, Roxy tuvo que detenerlo. 

—Hay otras formas Evan, puedes enseñarles durante el día. 

El leopardo giró, ella lo había agarrado del brazo. 

—Ya me han dicho que el alfa es un paranoico, no quiero provocar castigos innecesarios. 

—Ah, pero ¿tú si puedes tomarlos? —replicó—. Mira, sé que te entusiasma que tu plan funcione y que ayudarnos vuelve a tu animal un poco..., loco, pero no quiero que sigas arriesgando tu vida si hay otras formas de seguir con esto. 

Evan se deshizo de su agarre y dejó el bolso en el suelo. 

—Soy un leopardo, casi como tú pero de diferente pelaje, soy silencioso como tormenta de nieve, nadie puede verme ni oírme si yo no quiero. 

—Pero no eres invisible. 

Tampoco invulnerable, pensó pero eso decidió guardárselo. 

—Es la última vez —Evan se acercó y volvió a agarrar su nuca—. Después de esto dejaremos pasar unas semanas, nada malo va a pasar. 

En la oscuridad de la noche, sus ojos azules eran tenues, amables, Roxy sintió las ganas de besarlo. 

—Regresaré. 

Esa promesa invisible fue acompañada de una caricia en su mejilla, tan suave y tierna... 

—Quiero ir contigo —exigió—. Tú puedes ser sigiloso pero no detectas a los guardias como yo. 

Evan se separó de ella y recogió el bolso. 

—No, te quedarás aquí. 

Roxy gruñó bajo. 

—No me hagas esto... 

— ¿Qué, preocuparme por ti? 

—Desobedecer, e intentar protegerme —su voz adquirió un tono oscuro—. Yo puedo hacerlo solo. 

Eso era lo que le disgustaba de Evan, que no le dejara retribuirle la protección que él le otorgaba, no era recíproco. Se suponía que las relaciones eran de dos, por lo tanto, todo debía ser compartido el doble. Pero Evan le dificultaba la tarea, mostraba su preocupación pero a la vez le alejaba, como ahora. 

—Yo no me callo y obedezco, así no funciona esto. 

Evan alzó una ceja. 

— ¿Y qué es esto? 

Roxy vaciló, no tenía respuesta, la realidad era que no sabía realmente lo que sucedía entre ellos. Ya habían pasado dos semanas, en donde ambos se mantenían en una relación tentativa, envueltos en una complicidad extraña. Pero si era eso una verdadera relación, no lo sabía con certeza, y si existían alguna clase de sentimientos, ninguno los admitía, aunque Evan imponía una distancia tajante. 

—No lo sé —admitió—. Pero lo que sea que estemos haciendo..., no es el camino correcto, no esperes sumisión absoluta de mi parte. —Roxy hizo una pausa para mirarlo de frente—. Entiendo que tengas necesidades por tu condición de alfa, pero eso no implica que me quede en casa como una gata casera. 

Evan rió por lo bajo. 

—Hablas como si esa condición mía fuese una enfermedad, ¿acaso te incomoda que sea un alfa? 

—Por supuesto que no, ¿y si quiero estar cerca cuando corres el riesgo, eso te molesta? 

—A mí no —respondió—. Pero al leopardo sí. 

Roxy bufó, tomando su abrigo tirado en el sillón, caminó hacia la salida mientras se lo ponía encima, tiró de la portilla y luego miró hacia arriba, Evan se veía un poco molesto, pero le dejó acompañarle en la oscuridad de la fría noche. En absoluto silencio, se movieron como sombras en el bosque, Evan hablaba en serio cuando decía que era sigiloso, pues sus pisadas casi no se oían, y se movía con una fluidez excepcional. 

Era el turno de Sarah, sus provisiones debían llegar con exactitud a las tres de la madrugada, luego ella se encargaría de repartirles a los demás ancianos del clan y a los cachorros. 

Cuando estuvieron cerca de la cabaña, Evan pegó su espalda a un árbol, haciéndole un gesto, atrajo a Roxy entre sus brazos. Su corazón latía muy fuerte, así como su respiración era acelerada y baja, no tardó en comprender el motivo, un guardia pasó a varios metros, dirigiéndose hacia las plantaciones. Roxy se pegó cuanto pudo a él, rogando que no los descubriera. Afortunadamente, pasó de largo y siguió su ruta. 

—Creo que ya es seguro movernos —Evan murmuró. 

Roxy sacó su cabeza de donde la tenía —pegada a su pecho— para mirarlo, maldita fuera la oscuridad que no le permitía ver su expresión, sus ojos. 

—De acuerdo —dijo, y él abrió los brazos para dejarle ir. 

Sintió frío, y llegó a creer que no era en su cuerpo, sino en su alma. 

Ambos se detuvieron frente a la puerta de la cabaña, mientras Evan daba una serie de golpes a modo de código, Roxy se encargó de vigilar. 

—Hay un problema —dijo él retrocediendo un par de pasos con su mirada en el cielo—. Las ramas, serán un obstáculo para el dron. 

Roxy lo confirmó, los árboles alrededor estaban muy juntos, sus ramas se cruzaban entre sí y tapaban el cielo nocturno. 

— ¿Qué haremos? 

En ese preciso instante, en el que su corazón latió de miedo, Sarah abrió la puerta. 

—Adelante niños. 

Antes de ingresar, Evan se inclinó ante ella con respeto, a lo que Sarah respondió tomando su rostro entre sus viejas y arrugadas manos para besarlo en la frente. 

La pantera de Roxy recibió el calor del hogar con agrado, estirándose en su mente. 

— ¿Tiene el chip GPS? —Evan le preguntó apenas cerró la puerta. 




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