Roxy borró el rastro de lágrimas mientras se adentraba en la sala, estaba cansada de llorar y tenía sed, fue por un vaso de agua, obligando a tragar por el nudo que le oprimía desde adentro. No sabía cuánto más podría soportar de esta injusticia, estaba agotada, harta de temer despertarse con la noticia de una nueva muerte, de tener que enterrar a sus seres queridos uno por uno, solo por el estúpido capricho de un psicópata ególatra y perverso, malvado.
Odiaba a Richard con cada fibra de su cuerpo, y la pantera quería desmembrarlo parte por parte, hacerle sufrir el doble de por todo lo que estaba haciendo. Ronnie apenas llegaba a los setenta, tenía otras tres décadas que vivir..., pero era obstinado el viejo, siempre cargando demasiado peso en sus espaldas, siempre queriendo llevar el lugar de los castigos.
Roxy se imaginó lo que habría pasado si el viejo no hubiera tomado la responsabilidad por el chip GPS que los tigres encontraron en su cabaña, Evan habría asumido la culpa y entonces... ¿Podría haber soportado la condena en el foso? Él era un leopardo de las nieves con tolerancia al frío... Quizá...
La pantera protestó con un bufido, negándose a aceptar que su compañero se arriesgara a sufrir tal calvario. Y como si en su mente lo hubiera invocado, Evan apareció desde la sala. El temperamento del leopardo todavía no se aplacaba por completo, pero cuando Roxy se giró su mirada se suavizó sobre ella al instante. Desde el vínculo que compartían emergió una oleada de paz que serenó su interior al tiempo que cerraba la distancia entre ambos.
—No hagas eso —pidió.
— ¿Qué cosa?
—Calmarme. Déjame sufrir el duelo.
Una sonrisa suave apareció, Roxy no podía con esto.
—No puedo evitarlo —dijo, Evan avanzó más hasta que la acorraló contra el borde de la encimera—. Cosas de alfa.
Roxy dejó escapar una risa baja, y luego se detuvo al ver que en sus ojos de hielo estaba el depredador presente, un animal en piel humana que era controlado con un frágil equilibrio. Evan había cambiado, de ser una criatura evasiva a un felino dominante, seguro y poderoso, ¿se debía al vínculo? No lo sabía, pero el cambio en su actitud le dijo algo a sus instintos.
—Eres fuerte Evan, más de lo que piensas.
Él enredó sus dedos sobre los mechones de su cabello, como un inocente juego, mientras su atención se hallaba centrado en eso. La distancia de sus ojos le dijo que estaba retrayéndose otra vez, y eso le molestaba. Roxy sostuvo su muñeca, obligándolo a levantar la mirada y prestarle atención.
—No te eches la culpa —ordenó.
Evan le miró, aparentando estar confundido.
—Lo siento aquí —apuntó a su corazón, que ahora estaba envuelto bajo la coraza de energía protectora, la energía de Evan—. Ya no puedes fingir.
—Yo no estoy... —Se detuvo y miró a través del ventanal, en donde las gotas corrían deslizándose con suavidad—. Si yo hubiera...
—Evan, conocí a Ronnie más tiempo que tú, era tan obstinado como su hijo, un maestro de la palabra, si intervenías habría armado otro argumento para que quedaras exento de culpa.
Respirando fuerte Evan se alejó, retrocediendo un paso.
—Pero no es justo que muriera.
—Lo sé.
Evan caminó hacia el ventanal.
—Por esta razón no quería ser dueño de un clan —murmuró—. Hay una enorme responsabilidad, un gran cargo de culpa cuando un miembro muere mientras estás al mando. —Su voz decayó—. Es el precio de que te sigan, puedes conducirlos a las manos de la muerte.
Evan apoyó una palma, usando la estructura como soporte, Roxy se acercó, rodeó su espalda con un brazo y se quedó ahí, sosteniéndolo, mientras la pantera se encargaba de estabilizar las crudas emociones que se derramaban sobre el vínculo que los unía, un lazo vibrante del frío color del hielo.
— ¿Lideraste algún clan antes?
Evan negó.
—He visto a otros alfas perder vidas bajo su mando, la culpa..., el dolor..., y la incertidumbre que les atravesaba..., eso de pensar qué habría pasado si tomaban una decisión diferente. He visto todo eso, y no lo quería para mí, yo..., no quería ser el responsable.
—No lo eres —respondió—. Todo lo que has hecho ha sido para ayudarnos, es Richard el que tiene la culpa, no tú Evan. No tú.
Evan le atrajo, el fuerte toque de su mano en la cintura le hizo sentir segura, como si todo no se estuviera desmoronando frente a sus ojos.
—Tienes un enorme corazón y me alegra de que sea mío.
Evan le abrazó, más relajado, esa tensión se desprendió permitiendo que su respiración se volviera normal. Y ahora todo se redujo a una calma cordial, el silencio en el que cayeron se vio interrumpido por el tenue sonido de la lluvia al golpear el techo. Roxy cerró los ojos, los latidos del corazón de Evan se mezclaron con el agua, en una canción dulce que podría haberle hecho dormir si no tuviera una intrigante imagen repitiéndose en su mente sin descanso.
Evan y Richard, frente a frente, en un agresivo duelo de miradas que les dio falsas esperanzas. En ese momento Roxy esperó el enfrentamiento, ella estaba dispuesta a luchar a su lado si con eso se liberaban del cruel alfa que los estaba matando lentamente. Pero, Evan volvió a ceder su dominio y no hizo nada.
Roxy quería averiguar por qué siempre se arrepentía a último minuto, qué era aquello que lo detenía de tomar el control. La situación habría sido la ideal si tan solo hubiera sacado las garras y dientes en vez de bajar la agresiva mirada, tenía el respaldo de los adultos, había pocos guardias para defender a Richard. Evan tuvo el momento en sus manos y lo dejó pasar.
— ¿Por qué no lo enfrentaste? —Preguntó.
La tensión volvió a surgir.
—De donde vengo, los rituales de entierro y velorio no son lugares para la violencia, la memoria de los muertos se respeta.
—Sí, pero este no es el clan Ice Daggers, y estoy segura que Ronnie habría visto con orgullo a todo el clan reunido para despedazar a Richard en su tumba.