El Destino de la Estrella

Capítulo VIII: La Orden Carmesí

El grueso del ejército crepitaba bajo el cielo grisáceo. A lo lejos, entre colinas tiznadas de humo, ondeaban los últimos estandartes conquistados. Natalia caminaba entre tiendas como si fuera un corredor de su palacio, con el porte de quien manda incluso donde todo huele a barro, sangre seca y victoria.

Dentro de la tienda de mando, Ser Calveran ya la esperaba. Sobre la mesa descansaban mapas arrugados, rollos sellados y un búho disecado cuya silueta oscurecía la tela amarillenta.

—Habla —ordenó Natalia, sin necesidad de saludo.

—Informe desde Methisarys —respondió Calveran luego de carraspear, entregándole un pergamino con un sello de cera verde roto—.
Natalia lo desenrolló con rapidez, sus ojos devoraron las primeras líneas. Pero Ser Calveran no aguardó a que terminara. Las noticias eran demasiado importantes como para confiar solo en la lectura.

—Hace 17 días comenzaron los preparativos para el Festival del Séptimo Ciclo, un evento ritual que se celebra cada siete años, algo relacionado con un evento de la luna y las mareas. Las autoridades locales han invitado a emisarios de naciones aliadas para presenciar la ceremonia en lo alto de las montañas, en el Templo de la Sabiduría.

Natalia giró ligeramente la cabeza, interesada.

—¿Religioso?

—Más bien diplomático. Aunque se realiza cerca del Santuario de Aitherion es un evento cívico. Aun así, nuestra red confirma que el Vidente estará presente como figura ceremonial. Ha salido de su aislamiento.

—¿Quién es este “sanador” del que habla el informe?

Calveran asintió con lentitud.

—Tenemos información desde Gadiris. Uno de sus sanadores reales partió hace cuatro semanas, viajando a pie por las montañas, evadiendo la vigilancia y evitando las rutas marítimas comerciales. Todo indica que intenta llegar a Methisarys para encontrarse con el Vidente… en secreto.

—Entonces es un emisario. —Natalia frunció el ceño—. ¿Saben quién es?

—No. Solo se interceptó un mensaje cifrado —respondió Calveran, bajando un poco la voz—. Menciona a un “curandero de piel clara” enviado en secreto desde el trono de Gadiris. No hay nombre, pero sí una descripción... algo inusual.

Natalia arqueó una ceja.

—¿Inusual cómo?

—Hablan de una joven de piel pálida como la sal, casi traslúcida. Cabello blanco, ojos claros. Algunos escribas antiguos usaban el término Luzneutra para referirse a personas así. “Los que nacieron sin color”.

Natalia desvió la mirada, pensativa.

—¿Y me estás diciendo que alguien con ese aspecto ha cruzado medio continente sin llamar la atención?

—Justamente por eso lo traigo. Es alguien que no pasa desapercibido… y sin embargo, nadie sabe de dónde salió. No hay registros, ni títulos, ni familia conocida. Solo rumores. Y todos apuntan a Methisarys.

Natalia se acercó a la mesa, sus dedos enguantados se deslizaron con precisión por el pergamino extendido, empujando a un lado los rollos sin abrir. Luego se acercó al mapa desplegado sobre la mesa, trazando con los dedos las rutas que unían Azurova, Striba y la costa oeste. Luego clavó la mirada en Methisarys, como si pudiera perforar el papel con la mirada.

—Una reunión diplomática. Emisarios extranjeros. Sacerdotes. Y un posible vínculo entre Gadiris y el vidente...

—Hay más —añadió Calveran, bajando la voz—. Nuestras sombras en la región creen que este festival podría encubrir conversaciones secretas. Una alianza. Una coalición de reinos importante.

Natalia no necesitaba más.

—¿Quién está cerca?

—El Guante Carmesí. Se internaron en Striba hace once días. Actualmente se aproximan a Eshmar, un poblado cercano al castillo donde pernoctará una de las comitivas diplomáticas en tránsito hacia Methisarys.

Natalia sonrió, aunque sin rastro de alegría.

—Envía un cuervo a Striba con un mensaje cifrado —ordenó Natalia, sin apartar la vista del mapa—. Dales la orden: que se infiltren en esa comitiva y entren como invitados. El objetivo es doble. El Vidente... y el supuesto sanador. A ambos los quiero vivos.

Calveran asintió.

—¿Y si no pueden sacarlos discretamente?

—Si fallan —dijo Natalia, volviéndose hacia él con voz baja—, dile a Cassian que no me traiga excusas. Que me traiga cortados los dedos de su propia mano.

Calveran asintió, recogió el pergamino sellado y se marchó entre sombras, mientras Natalia volvía a salir al viento nocturno.

Varios días después, cuando el sol apenas tocaba los tejados de la aldea donde se ocultaban, Velka apareció junto al fuego con un gesto agrio, un rollo de cuero atado con cordel en la mano y un cuervo aún en el antebrazo, picoteando con fastidio la manga de su capa.

—Órdenes —gruñó, tirando el mensaje al suelo frente a Cassian—. Directo de Natalia. Sellado con doble trazo. Y no venía solo —añadió, señalando el ave con el pulgar—. Esta belleza casi me saca un ojo por intentar leerlo antes que tú.

Cassian Drehl, sentado sobre una caja vacía, levantó el pergamino sin apuro. Lo desató, lo leyó en silencio. No cambió el gesto. Solo soltó un suspiro breve, como si hubiera leído la lista del mercado.



#1442 en Fantasía
#768 en Personajes sobrenaturales
#1979 en Otros
#145 en Aventura

En el texto hay: aventura, epico, elegidos

Editado: 23.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.