Carta I
Anmahbir, SL XXIII – 267 Odogan 3.
A mi más estimado y querido amigo Ardulan.
Hoy ha sido un día de lo más común, la gente en la plaza se peleaba por el delicioso pan de Ebernan, las frutas de Maquías siguen podridas pero el hombre aún jura que va a venderlas, supongo que algún tonto caerá en sus trucos y engaños. El alboroto y las multitudes nunca han sido de mi agrado, por lo que ya sabes, evito pasar mucho tiempo allí.
En todo caso, vino a visitarme ese amigo tuyo, el dazzard, lo invité a tomar un té y en todo el tiempo, jamás dejó de sonreír, ni siquiera cuando me contó cómo destrozó a un comerciante que le debía dinero, fue algo muy macabro, pero supongo que incluso ese tipo de personas tienen algún uso. Me dejó un pequeño cofre, dijo que era un encargo y como no me gusta retrasarme, aquí mismo te lo envío. Parecía algo urgente ya que el hombre insistió mucho en que te lo enviara pronto.
¿Recuerdas que te conté que había comprado algunas gallinas?, bueno, parece que el tipo que me las vendió, me timó y de qué forma. Los infelices animales casi no ponían huevos y aunque los atiborre de comida no llegaron a pesar más que un par de kilos, en fin, el hombre de la ladera sur me compró los animales a un precio decente, logré recuperar una buena parte del dinero, ¿pero y qué hay de mi tiempo? ¿Acaso no vale? Espero nunca volver a ver a ese tipo de las gallinas.
Estaré viajando a Lovuhr el próximo mes, eso, si completo a tiempo el dinero, de todos modos te estaré avisando.
Con gran aprecio.
Egios
Capítulo 1
Odogan, el 7° mes del año, mes otorgado al guardián durmiente, mes donde los habitantes de cada país celebran su amor por la patria, su amor por la libertad, sus sueños y logros, porque este mes es para la gente que lucha día a día por vivir, o sobrevivir y que sabe que aún atrapado en un sueño eterno, el guardián siempre está vigilando, siempre está protegiendo... o... al menos eso es lo que pretenden creer.
Egios se levanta temprano como es costumbre, tras un baño pasa un buen rato arreglándose el cabello y la barba, siempre ha sido un poco narcisista y ya hoy en día le da igual lo que los demás piensen, es un gusto el cuidar de su imagen. Arregla su traje con cuidado, ajustando cada detalle y entonces sale de su casa.
- Buenos días señor Egios! - Le grita una muchacha con picardía, lleva un vistoso vestido rojo y un pequeño bolso, las chicas de su edad buscan un buen esposo y saben que él es un buen partido.
- Buen día señorita - responde él, dando una leve sonrisa pero pasando de largo para no mostrar mucho interés.
Egios mantiene un círculo de amistades muy cerrado, se cuida muy bien de las personas con las que habla y suele evitar los eventos sociales, a menos que sea alguno para promover sus libros. Baja por la calle, saludando a un par de personas más, una anciana que se prepara para vender sus panes de todos los días y a quien le compra de vez en cuando, y un joven chico que pasa por las casas recogiendo el correo, es un chico muy enérgico y confiable, pero aun así Egios jamás lo ha contratado para llevar sus cartas.
El pueblo de Verdespino fue nombrado así por los frondosos bosques que lo rodeaban, el río más cercano toma cerca de medio día en alcanzarse, pero la playa está sólo a algunos minutos, allí se construyó el puerto, lo que permitió al pueblo prosperar. Varios granjeros decidieron cultivar en sus tierras, y poco a poco fue creciendo hasta la comunidad que es hoy. Tras varios años, finalmente ha llegado al punto donde los pueblerinos se les empieza a hacer difícil recordar a todos los que allí habitan. Casi todos los servicios principales se encuentran cerca al parque central, el mismo que colinda con el mercado, pero con la cantidad cada vez mayor de barcos que arriban, las personas que trabajan en el puerto y los turistas que esperan han terminado por construir un segundo parque en aquel lugar.
Egios llega al mercado donde aún a pesar de ser tan temprano, ya los mercaderes están en su jornada diaria, son los clientes los que aún escasean, los guardias vigilan el lugar como todos los días, y como siempre el viejo Kony duerme de más en su esquina. Egios se dirige hasta una pequeña oficina postal y nota que aún está cerrada.
- ¡Hey Egios! Buenos días – le saluda un hombre regordete, con pantalones sostenidos por cargaderas y un prominente bigote, aunque con poco cabello.
- Señor Remoun, que agradable día hace, ¿no es verdad?
- Sí, es un bonito día, espero que lleguen muchos barcos el día de hoy.
- ¿No es la época en que llegan los navíos desde Nouungar?
- Han estado retrasados,... al parecer las tormentas hacia el sur no han cesado... pero dígame, ¿espera alguna carta?
- Oh no,... voy a enviar una, pero sería agradable tener la sorpresa de una carta.
- Siempre es bueno tener a alguien que te escriba.
- Claro que sí.
- Hilka se preguntaba si los viñedos han crecido bien.
- ¡Por supuesto! Sus semillas han sido como una bendición de los dioses, crecen muy rápido y tienen muy buena apariencia.
- Qué bueno escuchar eso, estaba preocupado que creyeras que te había timado, - termina el hombre con una ligera risa.
- Bueno, puede estar tranquila, he quedado muy a gusto con las semillas, dile que para la próxima vez también recurriré a ella... Oh buenos días, señor Tlufni, - le dice Egios a un enano que solo hace un gesto hacia los hombres y entonces se apresura a abrir la puerta de la oficina.
- Perdonen la tardanza.
- No no... - dice Remoun – es temprano aún, es culpa nuestra el haber madrugado tanto.
- Suelo estar a estas horas aquí en la oficina, pero me temo que he dormido de más, - El enano se posa detrás del mostrador, pone su maleta sobre un escritorio y luego agarra un pequeño escalón, lo pone cerca al mostrador y entonces se para sobre él para poder aparecer encima de la mesa - En fin, en que puedo ayudarles. – les dice.
- Yo vengo a dejar una carta, ya he puesto los datos y la estampilla, es muy importante que se entregue a tiempo. – Dice Egios
- Ah por supuesto, el depósito son 25 Ezen.
- Sí, aquí tiene. – Dice Egios pasándole algunas monedas al enano.
- Muy bien, le informaré si ocurre algo inesperado, la carta se enviará esta misma tarde.
- ¡Muchas gracias! – luego voltea a mirar a Remoun – Me pasaré más tarde por el puerto, siempre me encanta ver las olas, me inspiran, y ahora lo necesito porque no logro decidirme por la historia que contaré en mi próximo libro.
- El hombre sonríe - seguro que es buena, ya sabes que no leo, pero Hilka siempre anda hablando de todo tipo de libros, quizás algún día me lea alguno.
- Es algo muy sano, te gustará, envíale saludos a tu esposa de mi parte.
- Por supuesto, te veo luego amigo mío.
Editado: 13.09.2018