Marcus lleva una pequeña carreta arrastrada por una mula, Fiona va subida en ella mientras el resto del grupo los sigue a pie, acompañados de otro hombre del refugio, llamado Lao. Regresan por el camino hasta llegar a la estatua y de allí, se dirigen por la vía norte hacia lo profundo del bosque.
Llegan a un lugar lleno de flores, de un aroma dulce y un ambiente cálido, al fondo una hermosa mujer descalza vestida únicamente con una leve túnica, de largos y brillantes cabellos.
- ¿Es una bruja verdad? – le pregunta Yovun a Marcus.
- Claro que sí… es lo único que hay por acá – le contesta el hombre – No te confundas, todo esto, es pura magia… aunque parezca la mujer más bella del mundo su verdadera apariencia es igual a la que viste anoche.
- Qué lástima.
- Vaya que sí mi amigo, - le responde Marcus mientras lanza una carcajada .
Continúan su camino hasta llegar donde se encuentra la mujer, otras dos chicas de apariencia similar aparecen de entre los árboles al otro lado del camino. La mujer les hace una seña para que se detengan y se acerca a Marcus.
- Hola… aún no es momento de cruzar – le dice con suavidad la mujer.
- Sí, bueno,… al parecer algo ha ocurrido en la vía del este. Así que nos hemos visto en la necesidad de ir por provisiones antes del tiempo.
- ¿Y quiénes son estos? – dice la mujer acercándose al grupo.
Mueve su mano lentamente con la intención de acariciar el rostro de Egios, pero Lao lo hala hacia atrás.
- No dejes que te toque – le dice Lao.
La mujer lanza una sonrisa y le guiña el ojo a Egios, luego se vuelve hacia Marcus.
- Es mucha gente Marcus – continúa la mujer – Y nos gustaría que algunos se quedaran… a divertirse.
- No, todos pasamos – dice él – nadie se va a quedar.
- Deja a la niña,… la cuidaremos bien. – dice ella, al tiempo Vicky se altera un poco, pero Marcus le hace señas de que se espere.
- Todos pasaremos, sin excepción… es lo que el maestro Xelos mandó a decir… bueno, eso si quieres los regalos que te envía.
- Ah! regalos,… nos encantan los regalos.
Marcus toma 3 cajas que trae en la carreta y se las entrega una a una a la mujer, las otras dos chicas se acercan también y empiezan a revisar las cajas.
- Qué generosos – dice la mujer.
- Es bueno que haya una buena relación con el maestro Xelos, ¿no creen?
- Claro que si Marcus… vamos... continúen su camino.
Marcus hace una reverencia y entonces continúa el camino seguido de los demás, tras avanzar un poco, Egios regresa la mirada para ver que las mujeres aún siguen jugando con las cajas pero ya no son las mujeres hermosas que aparentaban, sus huesudas y encorvadas figuras se ocultan tras ropas oscuras y rasgadas, y las flores han dado paso a árboles secos y maleza.
- La magia negra… daña las almas – dice Marcus – Es por eso que sus cuerpos son como cadáveres vivos, su piel se seca y resquebraja, sus huesos se atrofian, sólo la magia negra las mantiene con vida pero a su vez las destruye.
- Xelos mencionó que podían volver a la normalidad – dice Egios.
- Sí así es… pero no es fácil, necesitas de un mago, uno muy bueno y que sepa lo que hace, pero esa es la parte fácil, porque para que el ritual funcione, la bruja debe ser sumisa y aceptar el rito,… y ya ves cómo son, sus mentes son perturbadas y dañadas, a decir verdad, jamás he visto que alguna acceda al ritual.
El camino continúa lento e incluso deben hacer una parada esa noche, arman un pequeño campamento para descansar, Marcus utiliza algunos hechizos de Xelos para proteger el lugar. A pesar de los terribles sonidos que se escuchan en el lugar, y del clima particularmente frío, la noche transcurre con gran normalidad. Al amanecer continúan su viaje y hacia el mediodía están llegando a un pequeño caserío de leñadores. Marcus y Lao se despiden tras dejarlos en una casa y se retiran hacia la única tienda del lugar por provisiones. El pequeño pueblo aún dista de la vía central y la única forma de salir hacia el norte es a través del río, los pobladores se ven particularmente precavidos con los nuevos visitantes, no es algo muy común. En el centro del pueblo, hay esculpida una gran estatua de madera con forma de dragón, y alrededor unas 5 casas, un molino, un aserradero y un área común donde algunos intercambian víveres, alrededor del pueblo, hay varias torres pequeñas con hogueras que al parecer mantienen encendidas todo el día y la noche.
Llegan al aserradero donde un hombre accede a llevarlos más hacia el noreste a través del río. Pagan dos embarcaciones y se aventuran hacia las aguas. El río es amplio y bastante caudaloso.
- El pueblo está a 4 horas de aquí – dice uno de los remeros – En el día es calmo, en la noche… nadie debe aventurarse en la noche.
- ¿Por qué viven tan lejos? – le pregunta Kathrinna.
- La madera es muy buena… el lugar tiene tierras muy fértiles, los Banú fueron los primeros en llegar, luego la familia de Haj y luego la mía, los Silond… llevamos 5 años.
- ¿No han tenido problemas? Digo… los bosques son peligrosos.
- Las brujas le tienen miedo al poder de los guardianes – continúa el hombre – en especial al guardián del fuego, él nos ha protegido con su calor.
- ¿Y les ha funcionado? – pregunta Egios.
- Vaya que sí, las brujas no pueden pasar… el fuego normal es dañino para ellas, pero el fuego del guardián es mortal… es una bendición.
- Kathrinna le guiña el ojo a Egios, quien retira la mirada y ella se burla un poco.
- Mi amigo, no cree en los guardianes – le dice Kathrinna al remero.
- Oh! Qué pena… su protección es real, no creas que por estar sentados en sus tronos sólo se olvidan de nosotros.
- Y cómo hacen fuego del guardián – dice Egios – están muy lejos.
- Fuego de dragón, conseguimos rocas del Valle Ígneo, la tierra del señor Xernoz, Guardián del fuego… y una vez que las usamos para crear el fuego, jamás se consumen.
- Eso mientras el guardián no esté dormido. – replica él
- No importa, el guardián no dormirá.
Editado: 13.09.2018