Egios despierta en una celda oscura, sus muros levantados en ladrillos grisáceos sólo reciben un pequeño haz de luz por una diminuta rejilla en lo más alto de la pared. En su celda no hay ni una cama, sólo los huesos de su anterior huésped dejados allí intencionalmente para ofrecerle una muestra de su futuro. Solo un poco de agua se filtra entre las rocas ofreciendo la única salida a aquel mundo infernal.
Todas sus pertenencias fueron arrebatadas, y a través de los barrotes de la puerta ve una especie de habitación mágica, a veces uno o dos hombres entran, luego se marchan. Debe llevar allí alrededor de 3 días, es lo que intenta contar, pero el cansancio y la inanición empiezan a hacer jugarretas con su mente. ¿Vendría Kathrinna a rescatarlo? Ella tenía su caja, ¿valdría la pena arriesgarlo todo para venir a salvarlo? ¿Había él logrado una conexión lo suficientemente fuerte con ella como para que decidiera poner en riesgo toda su misión por salvar a un amigo? Tantas preguntas que podrían pasar por su mente, su rostro cansado mostraba la confusión, ¿y que hay de su amigo Ardulan? ¿Haría algo por rescatarlo? Estaba seguro que sí, ¡pero cómo iba a hacerlo sin saber que él estaba en problemas? Busca entre sus ropas, se han llevado todo, los frascos, los anillos, su daga, sus botas, su abrigo, su… escondido entre su camisa, en uno de tantos bolsillos ocultos que le encantaba improvisar encuentra uno de los pergaminos mágicos que su amigo Ardulan le regalara, una leve sonrisa se marca en su rostro, un rayo de esperanza y libertad, Antes que pueda usarlo se acercan dos hombres vistiendo siempre sus icónicas túnicas.
- Egios, hemos venido a negociar. – dice uno de los hombres, su capucha le cubre hasta la nariz dejando ver únicamente su boca, su mentón está totalmente libre de barba.
- ¿Ah sí? eso quiero verlo.
- A estas alturas te habrás dado cuenta que tus compañeros no vendrán por ti, y que a menos que hagas un trato con nosotros jamás dejaras esa celda, tal como aquel hombre de allí – dice señalando los huesos dentro de la celda de Egios - Lo que te ofrezco es la vida y un espacio entre nuestro culto.
- El culto de Qwrarles.
- Qwrarles es uno de los verdaderos señores de este mundo, han sido estigmatizados como demonios por aquellos que adoran a los guardianes, pero ellos son los verdaderos regentes de nuestro mundo. Qwrarles es el señor de la desesperación, porque es allí donde nace la esperanza, el cambio, donde los mortales realmente deben renacer y aferrarse a ese rayo de luz para salir adelante, o morir en la desesperación. El señor Qwrarles sólo desea el bien para el mundo, pero sabe que para lograrlo hay que llevar a los mortales al límite, porque es allí donde pueden renacer.
- ¿Es eso lo que hacen conmigo? ¿En esta celda?
- Es su decisión si decide morir en desesperación, o si prefiere renacer junto a nosotros y destruir a aquellos que robaron lo que no les pertenece.
- Ustedes conocen a Kathrinna, ¿No es verdad?
- Kathrinna es una ladrona, ha tomado algo que no le pertenece.
- ¿Cómo se los robó?
- Esa caja no le es suya, pertenece a nuestro señor Qwrarles y por ende el que la tenga en su poder es una ofensa a nuestro culto, a nuestro señor.
- ¿Qué hay en la caja?
- Una verdad, un artefacto de nuestro señor, que debe ser devuelto a él… y usted nos ayudará a recuperarlo.
- Ni siquiera lo saben…
- Mire señor Egios – dice el hombre quitándose la capota, su cabeza calva y piel blancuzca es nada comparado con el ver que se ha extirpado los ojos y de sus cuencas brotan unas lágrimas negras. – No se confunda, su alma será entregada al señor Qwrarles ya sea en vida… o en muerte.
El hombre termina mostrándole un altar de sacrificios cercano, encima de este, está esculpido el rostro de un demonio sin ojos, sólo el lugar donde estaban, de piel carcomida y dientes afilados. Tras ponerse nuevamente su capucha, los dos hombres se retiran. Egios corre a beber un poco de agua, algunas leves gotas que sacien su sed o al menos parezca que lo hacen. Respira hondo y observa la habitación contigua, asegurándose que no hay nadie más allí, saca su papiro y se dispone a utilizarlo para enviar un mensaje a Ardulan, sin embargo este no funciona, lo intenta varias veces tal y como siempre lo ha hecho, pero el papiro sólo se comporta como un papel ordinario.
- Oye Egios
Le sorprende una voz que le resulta familiar, rápidamente oculta su papiro entre sus ropas y se acerca a los barrotes para descubrir a Yovun quien juega con sus anillos.
- Estos tipos realmente te van a matar. – le dice Yovun – Ya ves, aunque hayas matado a mi compañero… mi amigo,… estoy aquí para avisarte que es mejor que cooperes.
- No seré un vendido como tú Yovun.
- Lo serás, he visto cosas en este lugar que… vaya… no creo que las brujas sean capaces de hacerlas.
- ¿Las harás tú también? ¿Te vas a sacar los ojos Yovun?
- Soy un mercenario,… me pagan por traer la caja y matar a la vampira, eso es todo para mí, pudiste haberte unido a mí y compartir el pago, pero preferiste ser el tipo duro y matar a Barleif, preferiste ser amigo de ese monstruo.
- Ni siquiera te tomaste la molestia de conocer a Kathrinna.
- ¿Para qué? ¿Para caer en su hechizo?... ¿de qué sirvió? Te ha dejado aquí en este lugar, por 5 días pudriéndote en una celda sin comida ni agua. ¿Realmente crees que durarás mucho más?... mira te demostraré que yo sí soy un buen tipo y deseo que tomes la mejor decisión. – le dice Yovun al tiempo que le arroja un pan y algunas frutas. – No están envenenadas,… no te preocupes, si llegara a matarte, estos tipos me diseccionarían.
Editado: 13.09.2018