El destino de Megan

Prólogo

Castillo de Duvenger 1288

- Vamos empuja, tienes que sacar a mi hijo de tu inútil vientre. No vales ni para traer hijos al mundo.

- Señor, el niño viene de nalgas, no puede salir.

- Maldita vieja haz lo que sea necesario, pero saca a mi hijo de ahí dentro, y más te vale que salga vivo, vieja

- Señor, se va a desangrar.

- ¿Crees que me importa? Solo quiero a mi heredero.

Briana, la curandera del clan hizo todo lo que pudo por la muchacha, el bebé venía de nalgas, solo tenía una única oportunidad, intentaría darle la vuelta para que pudiera salir.

- Vamos pequeña, tu puedes, un solo esfuerzo más.

Cuando vino otra contracción la curandera apretó con todas sus fuerzas la tripa de la muchacha y acto seguido nació el bebé. Lo había conseguido.

El Laird se acercó a la curandera y le arrancó el bebé de los brazos.

- ¿¿¿Queee??? Serás inútil. Es una niña. - y sin cuidado alguno tiro y salió de la habitación.

- ¡NOOO!!- Gritó la curandera.

Tirar de la niña y estar todavía unida a su madre por el cordón le arrancó a la pobre muchacha las entrañas, y se desangró en cuestión de minutos. Ese hombre era el mismísimo demonio.

George MacLeod subía por las escaleras de la torre con la niña en brazos. “Maldito clan de inútiles, no saben hacer guerreros fuertes”. No podía permitir que esa niña viviese, si alguien descubría el secreto que guardaba podría perder su título, y el maldito documento que le ponía en peligro había desaparecido.

En lo alto de la torre estaba dispuesto a tirar aquel bulto que llevaba en las manos, diría a todo el mundo que la niña había muerto en el parto y mancillaría a esa inútil de esposa hasta que le diera un heredero varón, otra cosa no era viable.

- Si matas a esa niña la oscuridad te acompañará el resto de tu vida malnacido.

George se giró para ver quién era, entre las sombras apareció la curandera que le había seguido al descubrir las intenciones que tenía su Laird.

- Vieja bruja, ¿No deberías estar cuidando de mi esposa? La necesito preparada para volver a introducir mi semilla en ella

- Su esposa ha muerto miserable, le has arrancado las entrañas

- Pues diré que las dos murieron en el parto, de todos modos, no me sirven para nada, está claro que el clan MacLeod es un clan de inútiles.

- Eres un malnacido, si a esa niña le ocurre algo por tu culpa, una sombra te acompañará y te atormentará por toda la eternidad. Piénsalo George McNeil.

- Maldita bruja.

George era un hombre malvado y cruel, sin ningún tipo de piedad por nadie, pero tremendamente supersticioso y que esa mujer le hubiese echado esa maldición hizo que no pudiera arrojar a esa niña al vacío. Ni pedir que nadie la matara por él, ni provocarle ningún accidente, Pero nada le obligaba a cuidar de ella.

Cogió a la niña y la llevo a una de las alcobas, dónde la dejo a su suerte. Ordenó al servicio del castillo que la alimentarán y la mantuvieran con vida, pero que no quería verla por el castillo ni que se la considerara su hija.

Durante los siguientes años en todos los clanes vecinos se conocía la existencia de su hija, pero nadie la conocía en persona. El Laird y su nueva familia se habían encargado de difundir que la niña había nacido con una maldición, motivo por el cual su madre había muerto y por eso la tenían encerrada.

Pero Meg, ni tenía maldición ni estaba encerrada, Meg trabajaba de sol a sol para conseguir un cuscurro que llevarse a la boca y se había convertido en el juguete de sus hermanastros.




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