El destino de Megan

Capítulo 8

Todos los amigos se quedaron mirando a Rose, esa mujer era increíble, era la persona más valiente que habían conocido y una estratega perfecta.

Pocos sabían que era una excelente guerrera, era conocida por todos los clanes como Lady Rose McDonald consejera y amiga personal del Rey, y según algunos su amante. Antes de alejarse de los hombres y llevarse a Lady Marion de allí se giró y disimuladamente sin que nadie más se diera cuenta buscó a Niall con la mirada y se despidió guiñándole un ojo.

Era el momento de Allan, Lady Ellie se había quedado sola mirando con cara de odio a su madre. Esas dos mujeres se habían ido y la habían dejado ahí, ni siquiera se habían dado cuenta de su presencia.

Rose había dejado adrede a Ellie allí sola, el plan era que Allan la conquistara con sus encantos, por eso tuvo que hacer el desaire, tampoco es que le costara mucho ya que no soportaba a esa mujer de cuerpo extraño, cara de búho y personalidad de sabandija.

Elli MacLeod envidiaba a Lady Rose, sabía que gozaba de los favores del Rey y siempre estaba rodeada de los guerreros más guapos y fuertes, su personalidad cautivadora y su gran belleza era la envidia de muchas de las mujeres de las Highland, cosa que Rose sabía utilizar a su favor.

Estaba sumida en sus pensamientos y no se percató que Allan se había acercado a ella.

  • Lady Elisabeth, veo que se ha quedado sin compañía, y entiendo que las conversaciones de unos guerreros sin escrúpulos no le interesen. ¿Puedo llamarla Lady Elisabeth o prefiere que la llame Lady Ellie? - dijo Allan en tono adulador

Donovan tuvo que disimular una carcajada, si había un hombre embaucador con las mujeres ese era su amigo Allan, un par de miradas, tres frases hechas y las mujeres caían derretidas a sus pies.

  • Oh, me es indiferente, cualesquiera de los dos nombres me gustan. – dijo coqueta la muchacha

Ian se atragantó con el vino que estaba tomando al escuchar a su hermana, ella odiaba el nombre de Elisabeth, lo que eran capaces de hacer las mujeres por tener a un hombre entre las piernas.

  • Entonces, Lady Elisabeth, creo que es un nombre perfecto. - dijo Allan muy cerca del oído de la muchacha. - Me apetece salir a tomar un poco de aire fresco, si no le parece descortés me gustaría pedirle permiso a su padre para que me acompañe, si usted quiere claro.
  • me encantaría Lord MacCollins. – Dijo la muchacha que a falta de las atenciones del rey se conformaría con las de uno de sus consejeros.

Donovan se compadecía un poco de su amigo, esa mujer le parecía insoportable y soporífera, solo de pensar en tener que pasar un rato con ella cogida del brazo le ponía la piel de gallina, aunque su amigo había pasado por situaciones mucho más complicadas.

Allan solicitó permiso a George MacLeod para salir con su hija a dar un paseo por los jardines, el Laird se lo concedió, aunque le dio la sensación a Allan que ni siquiera se había percatado de lo que había consentido, a George le daba lo mismo lo que esa muchacha hiciera ni si su honor corría peligro o no, total ni tan siquiera era hija suya.

Allan ofreció el brazo a la mujer y salió por uno de los laterales del salón que daban a los jardines. La segunda presa estaba entre los dientes de su depredador.

Una vez las damas habían salido de la estancia los hombres que quedaban comenzaron a hablar sobre la guerra y las batallas que habían tenido que librar para llegar donde estaban ahora. Robert aprovechó la conversación para acorralar a su presa.

  • George, me gustaría poder hablar con usted tranquilamente, es un hombre maduro y sabio curtido en las artes de la guerra, y de todos es sabido que sus guerreros son unos de los más temidos en el campo de batalla. - mintió a medias Robert,

Los guerreros MacLeod eran temidos no solo en el campo de batalla sino en cualquier sitio donde aparecían, pero no por su valentía sino por su falta de principios, pero ese no era el tema ahora, tenía un objetivo que cumplir.

  • Por supuesto majestad, un ejército bien formado es la base de un clan fuerte. - dijo el Laird con orgullo

Ian estaba entrando en cólera, era a él a quien el Rey tenía que pedirle consejo, ese viejo decrépito y cobarde no había pisado nunca el campo de batalla, era él quien dirigía a sus hombres y era a él a quien obedecían, y ahora ese viejo estaba llevándose los honores que le correspondían.

  • Si nos disculpan, me gustaría seguir tratando este tema en privado con el Laird, entiendo que no quiera exponer públicamente sus estrategias a otros clanes, aunque todos somos aliados cada uno tiene sus pequeños secretos. - afirmó Niall guiñándole un ojo.

Niall pensó que si fuera en otras circunstancias debería haberse sentido ofendido por las palabras del Rey, pero todo era un plan muy bien orquestado y el objetivo era ganarse la confianza de Laird MacLeod y qué mejor forma de hacerlo que menospreciando a los hermanos Mackington. Robert era el mejor estratega que conocía y confiaba plenamente en él.

Sin más que decir y con el asentimiento por parte de los guerreros que quedaban en la mesa, el Rey se levantó y se dirigió con el Laird a sus oficinas privadas. Otra presa capturada.




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