El destino de Megan

Capítulo 13

Robert y sus hombres llegaron a la explanada donde se encontraba su sequito real, habían sido unos días muy intensos, pero a la vez muy felices, desde que era el Rey de Escocia no tenía muchas posibilidades de pasar tiempo con sus amigos y de sentirse el mismo.

La comitiva real estaba formada por los hijos e hijas menores de los jefes de los diferentes clanes, se creó en un principio para unir los clanes, era una forma de hacer participes a los diferentes clanes de los asuntos de la corona escocesa.

Los hijos mayores y herederos de los diferentes clanes se habían convertido en consejeros del rey, compaginaban sus obligaciones en sus respectivas tierras con las que la corona les demandaban. Eran llamados a Inverness cuando el rey necesitaba consejo, le acompañaban a ciertos viajes para garantizar la unión de Escocia.

Los hijos e hijas menores de los diferentes Lairds formaban parte de la comitiva real, acompañaban al rey en sus viajes y pasaban largas temporadas en el castillo. Con el tiempo se convirtió en un lugar de encuentro donde los diferentes clanes buscaban alianzas a través de matrimonios de conveniencia. La influencia inglesa se estaba acomodando en esa comitiva, al fin y al cabo era gente sin un futuro marcado, tiempo libre y en algunos casos deseosos de lujos y comodidades.

A Robert y sus amigos les parecía una pantomima, pero aconsejados por sus padres, los Lairds de los clanes más fuertes de Escocia no habían disuelto esa comitiva. Según sus mayores era una forma de tener en consideración a clanes más pequeños y mantenerlos como aliados, además normalmente en la corte las traiciones, los rencores y las comidillas muchas veces marcaban en rumbo de las situaciones.

Por eso a esa comitiva real pertenecían Rose, Alastair y Donovan, Rose era respetada y envidiada por todos a partes iguales, tenía una gran capacidad de mimetización y aunque prefería estar con el grupo de guerreros riéndose y divirtiéndose era muy importante su papel en la comitiva. Se había convertido por decirlo de alguna manera en la Madame de la comitiva, no pasaba nada sin que ella se enterara o sin que ella lo aprobara. Muchos pensaban que era la amante del Rey, cuestión que a todos les hacía mucha gracia pero que no desaprovechaban cuando tenían que hacer uso de tal título.

Un rato antes habían parado para que Rose pudiera cambiarse de ropa y convertirse en una damisela en apuros, se montó en el carro con Lady Caprichos, la cual se puso muy contenta porque iba a entrar en el campamento al lado de la amante del Rey.

El resto del camino la chica estuvo reprochándole que la había dejado sola durante todo el viaje y que se había aburrido mucho, además de echarle en cara que una dama no debía ir cabalgando con los guerreros.

Cuando llegaron al campamento Rose salió disparada del carro, no aguantaba más el parloteo de esa malcriada, si no fuera porque formaba parte del plan que esa mocosa fuera con ellos la habría tirado del carro, además estaba harta de escuchar halagos hacia Allan, ¡Dios mío! si esa mujer no conocía en absoluto a su amigo, solamente habían estado un rato en los jardines de su castillo. Pobre Allan lo que le esperaba por aguantar, porque sí, habían decidido, aunque les había costado convencer al hombre que flirtearía con ella para tenerla vigilada, pero tenía que tener cuidado para no darle falsas esperanzas.

Buscó con la mirada a Allan, el cual le echó una mirada asesina y ella le respondió con una sonrisa guasona. Se dirigió hacia donde estaba Robert esperándola

  • Amigo, ¿preparado para el espectáculo? - en el fondo a Rose le gustaba hacer pensar a esos guerreros y a esas damiselas que era una dulce y delicada mujer.
  • Qué remedio. - le respondió su amigo poniendo los ojos en blanco y expulsando una gran bocanada de aire.

Y así fue como Rose se agarró del brazo de su gran amigo y se dirigieron hacia el centro de esa multitud que les esperaban como si fuesen dos dioses del olimpo.

  • Oh Robert querido, que ganas tenía de llegar y encontrarme con mis amigos. - dijo una Rose ya metida en el papel de Lady Rose McDonald la adorada y querida Lady del castillo. - ¿No estas contento?
  • Muchísimo mi señora. Han sido días duros, ya estaba deseando estar con amigos y disfrutar de su compañía. - contestó irónico Robert en voz alta para que todos los escucharan.

Poco a poco empezaron a acercarse hombres y mujeres, Robert conforme iba viéndolos pensó que de donde sacarían esas ropas, las mujeres parecían pavos reales y los hombres, bueno los hombres no sabía lo que parecían. Era patético, en cuanto pudiera acabaría con ese espectáculo, se estaba perdiendo la esencia de las Tierras Altas de Escocia con toda esa influencia inglesa que él tanto odiaba.

Todo el mundo les hizo reverencias, les saludó, realizaron el besamanos y todas las tonterías dignas de la corte. Robert pensó que Rose era increíble, podía pasar de ser la damisela más ñoña y sensiblera que jamás había visto, a la Lady más arpía que nadie querría tener a su lado o a la guerrera más sanguinaria y malhablada que todo clan querría tener en sus filas.

Pasados los saludos, gritos, golpecitos de espalda y mentiras varias, porque si algo había en la comitiva real era engaños, falsedades, traiciones y confabulaciones, por eso estaba ahí Rose, para enterarse de todas y cada una y acabar con ellas, del fondo de la comitiva apareció una muchacha de cabellos sueltos negros como el azabache y rizados corriendo hacia los recién llegados.

  • ¡Alastair hermano! - y sin pensárselo se tiró a los brazos de ese gran hombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.