Al parecer abue ha invitado a los O’Neill a cenar esta noche. Sinceramente siento miedo de estar cerca de ellos.
Me causan escalofríos.
Ayudo a mi abue a preparar la cena y la mesa, ella hace una lasaña deliciosa y al parecer a la señora Lea le encanta. Para eso de las seis, me doy una ducha rápida, me pongo ropa cómoda (para nada pienso verme bien para ellos) y bajo a la sala para esperar mi tormento.
El timbre suena y abue me manda a abrir la puerta.
Al hacerlo, me encuentro con el rostro sonriente de la señora Lea y a su derecha se halla Adrien, al parecer Evan no ha venido con ellos, no es bueno pero al menos no tendré que verlos a los dos juntos.
―!Pero que alegría me da verte de nuevo Mely! ―me da un abrazo fuerte y cuando termina me he quedado sin aliento.
Adrien solo me mira por un instante y acto seguido entra a casa sin decir nada.
Por primera vez en la vida me alegra que me ignoren.
―Mi abue está en el comedor esperándolos― digo mientras termino de cerrar la puerta.
La cabeza comienza a dolerme de manera extraña, igual que esta mañana, pero esta vez soy más discreta y por tanto solo hago una mueca y me quedo en silencio.
―Mely, ayúdame a servir los platos― dice abue. Una vez hecho lo que me ha ordenado, los cuatro tomamos asiento y comenzamos con la merienda.
Los primeros diez minutos transcurren con normalidad, ellas hablan sobre sus experiencias y sobre cosas que planean hacer más adelante. Eso me hace recordar las cenas que teníamos mis padre y yo, hablábamos de todo lo que haríamos en vacaciones, algunas cosas si las cumplimos, pero solo porque yo era más pequeña. Deseaba conocer Disneyland, Sea World y otros más. Pero al crecer, esas pláticas quedaron atrás, ahora los planes solo incluyen a papá y mamá, y más que enojarme, me alegra. Mi madre me trajo a luz antes de los veinte años, prácticamente su juventud se la paso cambiando pañales y calentando biberones.
―!Mely! ―El grito me saca de mi ensoñación.
―Perdón, ¿Qué decías abue?
―El postre. ―Sin pensarlo me pongo de pie y recojo los platos, me voy a la cocina y tomo el pastel de limon que hemos preparado, y no es por nada pero nos ha quedado delicioso.
Me dirijo de nuevo al comedor, conforme, al ver que platican de sus cosas y no se centran en lo que yo hago. Dejo el pastel en la mesa y me dispongo a ir por los platos para servir, pero un extraño ruido me detiene, y no solo a mi me causa intriga. Adrien mira hacia mi abue y luego hacia arriba donde se encuentra un gran candelabro de vidrio, ambos nos quedamos en silencio hasta que el objeto comienza a caer, mis pies se quedan pegados al suelo, como si fueran un tronco amarrado por sus rices, solo me queda cerrar los ojos y esperar lo peor.
Pero nada.
No hay estruendo.
No hay nada.
Abro mis parpados y me quedo atónita.
Trozos de cristal flotan en el aire formando un espectáculo inimaginable, y tanto Adrien como su madre, mantienen sus brazos alzados hacia los lados y con un último movimiento, todo vuelve a la normalidad.
Como si nada hubiera pasado, excepto que todos los aquí presentes hemos sido testigos de lo que ha ocurrido.
―Como te decía Lea, ese viaje fue de lo más increíble― abue continua hablando como si solo hubiera sido distraída con un mosco y la señora Lea la escucha con atención.
― ¿Qué ha sido eso? ―Mas que una pregunta, ha sido una exigencia.
Porque eso es lo que quiero, necesito saber como es que todos actúan como si nada hubiera pasado.
Los tres voltean a verme con intriga, abue se pone de pie y en unos instantes está a mi lado.
― ¿Sucede algo Mely?
Este es un pueblo de locos, y tenía que darme cuenta a estas alturas de la situación.
―Yo… solo necesito un poco de aire― digo.
Al salir del comedor, me recargo en la pared y trato de tranquilizarme. El corazón no deja de latir con fuerza y extrañamente me han invadido las ganas de llorar, pero me reprendo por mi ataque de histeria. Una vez más tranquila, salgo de casa y camino por el pasto.
Aquí afuera todo parece tan normal, el sonido de los grillos escondido entre las plantas me arrulla, y por tan solo unos minutos me permito imaginar que estoy allí adentro conviviendo como una persona normal con personas normales.
Asi debería de haber sido; pero el haber es amigo cercano del hubiera, y él hubiera no existe.
La puerta suena al abrirse y Adrien aparece.
―Ellas me enviaron para saber cómo estas― argumenta.
Lo único que me consuela es verlo trastornado, eso quiere decir que sabe como me siento.
―No deberías estar aquí― digo de forma brusca.
―Si te duele algo puedo…
― ¿Qué si me duele algo? ¡Solo eso me faltaba! ― Lo interrumpo.
Camina hacia mi con grandes zancadas y me arrastra hasta que estamos lo suficientemente alejados de la entrada.
―Puedes asustar a la señora Johnson.
Pongo los ojos en blanco ante su comentario insolente.
¿Qué acaso tengo la cara de estúpida?
―Los únicos que dan miedo son todo ustedes― alardeo― y si tuvieran un poquito de vergüenza, ya se habría largado de aquí. Se lo que son Adrien, se que vienen de una tribu de brujos o algo parecido. Y también sé que no me apetece en lo absoluto estar cerca de ti. ― Cuando termino, siento como me escuece la garganta.