El Destino de Moon

14. Dioses

~Audrey~

Se quedó mirándolo con sorpresa— ¿A-Ahora?—pregunta nerviosa.

Joder, apenas se había bañado, el cabello estaba hecho un desastre y ni hablar de que no se ha depilado las piernas...

El asiente caminando hacia el ventanal dejándola parada en medio de la habitación a punto de sufrir un colapso nervioso.

— ¿No puede ser otro día?—pregunta girando la cabeza para verlo. Albergaba la esperanza de que al menos le diera un día para así deshacerse de ciertas cosillas y estar bien presentable.

—No—contesta girándose para verla.

—A-Ah... —susurra con una sonrisa nerviosa.

«Mátenme».

—Puedes tomarte el tiempo que quieras— le dice acomodándose en el mueble grande—esperare —susurra mirándola.

Trago saliva asintiendo.

Ahora tenía que elegir un buen atuendo con un perfecto maquillaje y combinarlos para que no pareciera un payaso de circo.

Se paró en el espejo viendo las pequeñas ojeras que empezaban a salirle, su cabello seco empezando a verse horrible...

Entro a la ducha a depilarse y lavarse el cabello.

Luego de tres horas arreglándose ya estaba lista. Se había puesto un vestido blanco por encima de las rodillas de tiros y un escote con flores doradas y unas plataformas blancas cómoda y el cabello suelto con un maquillaje sencillo.

Tomo un pequeño bolso plateado el cual había dejado en el baño hace unos días atrás, entro su teléfono y su labial.

Salió del baño y miro directamente a Zack acostado en el mueble como un ovillo dormido. Su cabello cubría su frente y su ojo derecho, se veía tan lindo y adorable.

Se acercó a él poniendo una mano en su hombro moviéndolo un poco—Zack—lo llamo suavemente.

— Unmm... —susurro.

—Despierta...

—Cinco...cinco minutos más... —susurro.

Se rio sentándose en la orilla de la cama viéndolo plácidamente dormido, Conto los minutos en el reloj de la pared y volvió a llamarlo, pero no respondió.

Tomo una de sus almohadas lanzándosela en la cara— ¡Zack!—grito.

Se despertó de una vez cayendo al suelo estrepitosamente. Se llevó ambas manos a sus ojos, luego retiro su cabello rubio de su frente alzando la vista hacia ella algo desorientado.

— ¿No crees que es hora de irnos?—susurra molestándose—son las ocho, mañana se supone que tengo que ir a clases, no puedo faltar otro día más.

El lunes Dalia se había enterado de que no estaba viviendo en su casa y por eso falto el día siguiente y ese día porque no sabía que mierda decirle. La única opción que tenía era que la evitarla hasta tener una excusa perfecta por ser tan mala mintiendo.

—Si... lo siento—susurra levantándose del suelo— ¿Por qué has faltado a la escuela?—pregunto confundido—sé que las otras dos fueron... bueno, eso.

Se levantó de la cama mirándolo irritada—por ti, ¿Por qué más seria?—contesto caminando hacia la puerta abriéndola—vamos...

La miro antes de salir del pasillo empezando a caminar hacia las escaleras, hizo lo mismo cerrando la puerta. Se encontró con sus hermanas en batas de baño yendo hacia su habitación riendo entre ellas. Se detuvieron de inmediato al ver a Zack pasar por su lado, el las saludo empezando a descender por las escaleras.

—Tarde—dijo cuándo se giraron hacia ella con la boca abierta sorprendidas.

El la esperaba cerca de la puerta paso por su lado.

Ahora estaba molesta porque tenía que pasar el resto del año escolar escondiéndose de su mejor amiga la loca por guardar el secreto y no saber mentir bien.

Camino hacia su auto hecha una furia dando zancadas.

— ¿Ahora que hice?—pregunta detrás de ella como un perrito regañado—¿Por qué estas molesta conmigo?

Se giró hacia el haciendo que se detuviera de sopetón mirándola tragando saliva nervioso.

Lo señalo con su dedo índice enojada— ¡Porque ahora tengo que estar corriendo de un lado a otro en la escuela por no saber mentir bien!—grito— ¡mi mejor amiga sabe que no vivo en mi antigua casa desde hace semanas y ahora vive acosándome para que le explique porque desaparecí tan repentina mente sin decir nada cuando me estabas haciendo tuya! ¡Por eso! ¡Es tu culpa!—se dio la vuelta caminando los pocos pasos que quedaban para entrar a su auto y cerrar la puerta bruscamente poniéndose el cinturón.

Lo miro aun parado sorprendido por su confesión.

Recibió otra llamada de Dalia y apago el teléfono.

El entro en sumo silencio al auto poniéndose en marcha hacia su mansión.

Durante todo el trayecto ninguno de los dos dijo nada y así ella lo quería. Si decía, aunque sea "a" terminaría lanzándolo fuera del auto. No estaba para nada de humor.

Llegaron a la mansión Vandelier. Estaciono el auto, ambos se retiraron el cinturón saliendo del auto.

Al salir lo miro parado delante del auto dándole su mano, lo miro de arriba abajo y paso por al lado de él murmurando lo idiota que era.

—De acuerdo... —susurro siguiéndola.

Subió los escalones del porche deteniéndose enfrente de la puerta no sabiendo si estaba abierta o cerrada. Sintió la respiración de el en su cabeza dándole escalofríos por todo su cuerpo, una de sus manos paso por su lado abriendo la puerta con una llave.

Camino directo hacia el jardín, la última vez que estuvo allí Claudya le había mostrado la casa. Se detuvo de nuevo frente a la puerta porque después de todo, él era el que tenía que presentarla no ella. No podía salir y decir: "Hey miren, soy la mujer de su alfa, Adiós."

El abrió la puerta saliendo de primero dándole de nuevo la mano, esta vez se la tomo a regañadientes saliendo a fuera.

Decir cuántos eran en total era difícil, eran demasiados. Tanto que trago saliva nerviosa, ¿Cómo lideraba a tanta gente?

El carraspeo llamando la atención de todos—Buenas noches—habla— hace unos días corría el rumor de que ya había encontrado mi Soulmate, no había dicho nada respecto al tema hasta hoy... —Suelta su mano para ponerla en su cintura acercándola más a el—debo decir que es cierto, después de ochenta y dos años por fin la encontré... —la mira y sonríe.




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