El Destino de Moon

40 Egoísta

Un salto en el tiempo parte 3

Había pasado una semana desde que cerró aquel trato. No se arrepentía de nada.

Estaba sentado en lo más alto de la roca mirando la cascada con una botella de Whiskey. Escuchaba Arcade a todo volumen a través de los audífonos. Si caía desde ahí la muerte era segura, pero era un cobarde.

Solo contemplaba el suicidio con una satisfacción inefable. Ahora se sentía bien, alguien más lo haría por él, pondría fin todo el sufrimiento, ya no tendría más pesadillas.

La gente decía que las personas que se suicidaban irían a parar al infierno.

Sonrió, con todos sus pecados sería justo ir a parar allí. No era un santo, eso lo tenía claro, su muerte sería una justicia para los que había asesinado...

— ¿Qué haces aquí?—giró la cabeza para ver a la persona que pondría fin a todo esto.

— ¿Tú qué crees que hago aquí?—responde mirando al frente dando otro trago.

—Hicimos un trato, ¿acaso no lo cumplirás?

Sonrió mirándola— ¿Qué sucede si no lo cumplo?

Bajo la mirada al suelo jugueteando con sus dedos pulgares. Suspiro volviendo a mirar la cascada.

Luego de un rato en silencio pregunto— ¿Por qué quieres morir? Debes de tener una razón al menos, ¿no?

Bajo la mirada al suelo debatiendo en sí hablar o no, luego la miro— ¿Por qué quieres saber?—pregunto con una ceja alzada.

—Presiento que matarte seria como una salida para algún problema que estés enfrentando ahora mismo, por eso... quiero saber cuál es ese problema que te hace desear demasiado la muerte.

—Es una historia muy larga...—reconoció—no creo que quieras escucharla.

— ¿Quién dice que no?—dice apareciendo sentándose al lado de él sorprendiéndolo—adelante, habla.

Respiro profundamente retirando los audífonos mirando al horizonte, dentro de poco caería la noche.

—De acuerdo... el declive de mi vida vino cuando llegamos por primera vez a América. Los primeros días nos quedamos en Nueva York en un albergue para mendigos. Mi madre había dicho que nos quedaríamos ahí por unos días hasta que encontrara un apartamento, en esos días no sabía nada de lo que estaba pasando, estaba confundido, me preguntaba dónde estaba papa y Max, mi perro.

Recuerdo que mi madre tenía un ojo morado y los labios partidos, también tenía muchos moretones por todo el cuerpo y grandes hematomas, en esos momentos no me importo, pues decía que se había caído de las escaleras así que no le tome importancia.

Duramos un mes completo en ese albergue y no hacía más que preguntar por papa y Max y porque estábamos ahí, quería ir a casa. Ella solo respondía que ahora estábamos bien, que papa y Max se quedaron en casa porque no quisieron venir, yo no le creí, así que una noche me escape, trate de llegar a casa por lo que me perdí.

No dure más de veinticuatro horas perdido. Un policía me encontró en el muelle donde admiraba el mar en silencio. Ese policía nos ayudó a mi madre y a mí por un largo tiempo, nos dejó quedarnos en su casa, me apuntaron en una escuela y después se convirtió en mi padrastro.

Entonces empecé a odiarlos a ambos. Los veía muy felices y contentos en su mundo y a mí me habían dejado a un lado, bueno, eso pensaba yo en esos momentos.

Solamente estaba enfocado en que, ¿Por qué nos habíamos ido de casa así de la nada? ¿Dónde estaba papa? ¿Por qué no estaba con nosotros? Y... ¿Dónde estaba Max?

Ella nunca sabía que responderme, decía que olvidara nuestra vida en Italia, que teníamos una nueva. Si hubiera hablado conmigo antes, me dijera por todo lo que tuvo que pasar por mí, lo hubiese entendido.

Solo quería respuestas y ella no me las daba, pero la entendía, quería dejar el pasado atrás y empezar una nueva vida, no quería hablar de eso y mucho menos que yo lo supiera.

Y al no saber el problema la odié y a ese hombre también, me había alejado de mi familia y amigos para estar con otro hombre y a mí me arrastro sin siquiera preguntarme.

No la culpo por todo lo que hice, yo tome mis propias decisiones por lo que yo debo de tomar responsabilidad de ellas. Y... a esa edad eres muy influenciable por lo que personas pueden envenenarte la mente y hacer que hagas lo que desean—Suspiro dando otro trago a la botella de whiskey.

— ¿Qué paso después?—pregunta.

La miro sonriendo con amargura—Me convertí en un asesino de una de las mafias más peligrosa del mundo, la Rusa—vio su sorpresa en sus ojos ámbar por lo que asintió mirando al frente de nuevo—todo empezó cuando conocí a Alex. Todos en la escuela lo respetaban y lo trataban desde lejos. Nuestra amistad empezó cuando me salvo de unos bravucones, luego de eso empezó a sentarse conmigo en la cafetería y a perseguirme por todos lados, le había dicho que quería conmigo.

Su respuesta fue "Solo quiero ser tu amigo ¿hay algo de malo con eso?", al principio me sentía incómodo con eso por lo que lo rechace, estaba planeando escaparme de casa y volver a Italia de alguna manera. Pero Alex nunca lo hizo, no se alejó, así que, de poco a poco me fui acostumbrando a su presencia.

Me enseño muchas cosas, en ese momento fue mi mejor amigo y la persona que me hizo distraer de mis problemas en casa porque discutía todo el tiempo con mama y mi padrastro y cada vez las discusiones se fueron volviendo más seguida cuando conocieron a Alex y mama quedo embarazada demasiado pronto.

Solo llevaba meses casada con él, tuvo a Allison, Abby, y Ashley una detrás de la otra. En esos momentos pensé que Moon era su hija, pero ahora veo que no.

Eso fue lo que me hizo odiarla más y comencé a no llegar a casa por las noches, me quedaba en casa de Alex jugando videojuegos toda la noche y de ahí iba a la escuela.

Cuando ellas nacieron pase hacer nada en la casa, toda la atención era para ellas, al menos eso creía yo. Tuve que hacerme cargo de ellas.

Un día Alex me llevo a una casa abandonada en el bajo mundo.




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