Luego de despedirse de Merne, Nucere fue llevado por su madre a uno de los muelles donde los esperaba una enorme embarcación metálica de color gris, poseía cuatro pisos de donde se distinguían varias compuertas que ocultaban armas de fuego en su interior. La cabina estaba en la mitad de la cubierta en donde el capitán y el primer oficial pasaban la mayor parte del tiempo.
—Cadete Nucere, bienvenido nuevamente al barco Victoria Arum—dijo Danzzel con orgullo—¿Lo ves diferente?
—Los mecánicos lo dejaron increíble, antes estaba muy deteriorado.
—Vamos adentro así puedes verlo mejor.
Toda la tripulación de Victoria Arum ocupó sus puestos. Los cadetes fueron divididos de acuerdo a sus labores. Se les leyó el reglamento de conducta dentro del barco, y una carta de bienvenida.
—Bien, ya les leí todo lo que necesitaban saber—dijo Danzzel apagando su dispositivo electrónico—-Debo seguir mi camino con los otros. Cadetes enfermeros, los dejo con su jefe de sección. Adiós.
—Muchas gracias, capitán—dijo Salamina—¡Cadetes enfermeros, a partir de hoy termina su entrenamiento básico! Forman parte de una de las mejores tripulaciones de la Armada de Vigilancia Marina. Los solados combaten contra bestias peligrosas y actividad ilegal que ponen en riesgo la integridad física de todos los habitantes de nuestro hermoso planeta. Por otro lado, nuestro trabajo es ayudarlos a ellos a mejorar cuando están heridos o enfermos; debemos vigilar su alimentación, y asistirlos para que recuperaren su movilidad lo antes posible. Sin nuestro apoyo, los soldados no podrían ir muy lejos. Cadetes, recuerden que en esta tripulación nadie es superior a nadie en nuestro cargo, ¿comprendido?
—¡Sí, señora!—respondieron todos al unísono.
Salamina guió a su grupo al área central el cual era ocupado por el comedor y el salón de descanso. Allí los estaba esperando el sub-jefe de enfermeros que se trataba de un alienígena de aspecto humanoide de tez gris topo, corto cabello gris oscuro y ojos sin pupilas color azul intenso.
Los saludó afectuosamente.
—Los que nombre vendrán conmigo y trabajaremos en los dos primeros pisos del barco—dijo el sub-jefe de nombre Rochei mientras sacaba un dispositivo rectangular y lo encendía.
—El resto viene conmigo.
Después de un rato, Nucere junto a otros trece jóvenes siguieron a Salamina a unas escaleras con luces de colores que los llevaría hasta el cuarto piso.
—¡Este lugar es enorme!—comento una cadete.
—Aqui descansan los altos mandos de todo el barco. Eso quiere decir que somos los enfermeros personales del capitán, el primer oficial, el jefe de maquinistas, los jefes entrenadores de cadetes superiores e inferiores, el jefe de cocineros, el jefe cirugía, los jefes de carga y descarga, la jefa de mozos y camareros y la jefa de comunicaciones subacuáticas. Eso quiere decir que nuestro trabajo debe ser impecable y sin fallas.
Nucere se puso nervioso al saber que estaría a cargo de la salud de personas realmente importantes.
El cuarto piso era bastante amplio y luminoso, los camarotes estaban ubicados a cada lado de las paredes y al costado derecho de cada uno de ellos se podía apreciar un cartel luminoso con el nombre correspondiente a cada jefe.
Caminaron hasta toparse con una puerta mucho más grande que las otras, que al abrirse dejó ver varias camas individuales, monitores, pantallas color verde. Al ingresar se les mencionó que disponían de una sala de rehabilitación y una sala de operaciones.
—Todas las heridas deben tomarse con la misma magnitud; ya sean heridas por tropezarse en la cubierta o por combates contra algún pirata o monstruo marino, ¿de acuerdo?
—¡Sí, señora!—contestaron los niños.
En ese momento un alien de piel zafiro, ojos verdes y cabello que en realidad eran sus propios tentáculos, se hizo presente y los saludó con cariño. Muchos lo reconocieron como el jefe de cirugía del navío.
—Soy Bima, el jefe de cirugía. Es un placer conocerlos, cadetes—dijo el alien.
Los nuevos respondieron con agrado.
Por su parte, Salamina sacó su tablet de pantalla holográfica y presionó un botón verde.
—Cadete Nucere, te encargarás de la rehabilitación del jefe de maquinistas. El señor Argy tiene una lesión en el pie izquierdo. Usarás uno de los tanques especiales de la otra habitación—dijo Salamina.
—S-sí, señora—contestó nuestro protagonista bastante nervioso.
La mujer le hizo entrega de su tablet en donde figuraban los datos del susodicho.
—El resto observará el procedimiento—concluyó la jefa.
Unos minutos más tardes, ingresó un hombre de tez coral, de ojos muy separados de color negro y largo cabello rosa pastel. Su atuendo como jefe de maquinistas consistía en un traje en tonos granate y bordes negros. Las rayas verticales negras de su boina dejaba en evidencia su rango.
Se lo notaba molesto por el dolor.
—Señor Argy, el cadete Nucere se encargará de su tratamiento el día de hoy—le comunicó Salamina—-Al ser nuevo, le suplico que sea paciente con él.
—Salamina, no soy TAN malo—respondió el maquinista—-Además se trata de nuestro pequeño Nucere.
—Señor, le recuerdo que Nucere el dia de hoy está ejerciendo como cadete enfermero y no como mi hijo.
—Comprendo. Comprendo.
Salamina guió a todos a la sala de rehabilitación: allí se encontraban varios tanques de diferentes alturas y formas, también había un sin fin de frascos, y otros instrumentos para ayudar a mejorar el estado físico de los pacientes.
La mujer le indicó a su hijo que podía utilizar el aparato más bajo que era ideal para colocar un pie.
Nucere conocía el procedimiento a la perfección ya que había sido una de las materias en la Academia Naval. Se sentó en un pequeño banco y abrió una de las válvulas conectadas al taque.
Mientras el aparato se llenaba de agua azul noche, el joven enfermero se levantaba a buscar los frascos que contenían las moléculas de relajantes y antinflamatorias para luego echar unas gotas en la máquina, transformando el color azul a un verde oscuro.