Capítulo 3.
- ¿Cómo? – pregunta Mia -. ¿Me estás diciendo que la beta de mi hijo va a ser un ángel? ¿Y el de Phoebe un caído? – mira a Asmodeo -. Tú.
- ¿Qué? – Joseph mira de Mia a Asmodeo -. ¿Él?
- A nuestra hija le gusta Asmodeo – dice Mia -. Tú eres el caído.
- Y creo que parte del sello se ha roto porque mi hermano y tu hija se han besado – dice Lucifer.
Asmodeo mira hacia la puerta, furioso con su hermano. Había abierto su boca para meterlo en un lío. Uno muy grande.
- ¿Cómo? – Joseph se acerca al caído con paso amenazante -. Dime que no se te ha ocurrido tocar a mi hija.
- Puedo explicarlo.
Joseph lo coge por el cuello, pero al final decide no hacer nada. Él y Mia estaban cansados de pasar por todo esto. No estaban disfrutando de sus hijos. Les habían mentido, todo por ese maldito sello.
- Se acabó – declara -. Se acabó toda esta mierda. Le estoy muy agradecido a tu hermano por crearnos, pero no voy a malgastar mi vida en esto.
Mia estaba de acuerdo con lo que había dicho su marido. Estaba cansada de todo esto, y sentía que no podía seguir así. No cuando sus hijos estaban por medio. Ellos dos habían sufrido mucho por culpa de esos sellos y no pensaban permitir que Raffe y Phoebe pasaran por lo mismo.
- Llévanos de vuelta – pide Mia.
Los mellizos no tardaron en encontrar el viejo libro con el que su madre siempre iba, pero también dieron con una pequeña agenda. Mia anotaba cosas en ella. Era como un diario.
No durmieron esa noche, y se sintieron indignados al descubrir todo. En las anotaciones de Mia ponía todo sobre los sellos y las profecías. Todo por lo que había pasado los lobos e incluso hablaba a Alice y de Lucifer.
No se podían creer que sus padres no les hubieran contado nada de eso, pues ellos estaban relacionados con la última profecía, una que había tenido Samuel.
- ¿Tú con la luz y yo con la oscuridad? – pregunta Phoebe -. No me creo que mamá y papá nunca nos hayan dicho nada de esto.
- Sí, esto es la guinda del pastel.
Escuchan las ruedas de un coche, seguido del sonido de la puerta abriéndose.
- No, no vamos a hablar más del tema – escuchan decir a Mia, y por su tono, parecía enfadada -. Y no te quiero cerca de mi hija, Asmodeo.
- Pero si no le he hecho nada a tu hija, Mia – se defiende el caído -. Y no entiendo por qué van a dejar esto. Solo queda un sello.
- Uno en el que mis hijos están involucrados – brama Joseph -. Nosotros ya hemos sufrido por culpa de esos sellos. Mis padres murieron, Mia no creció con la manada y para colmo por culpa de todo esto estuvimos separados por dos años, As. Dos putos años. Se acabó aquí. Búsquense la vida para quebrar el último sello.
Los tres se detienen de golpe al llegar al salón. Raffe y Phoebe los miraban furiosos. Habían escuchado todo y habían confirmado que sus padres les habían estado mintiendo todo este tiempo.
- Ni una palabra – gruñe Mia a sus hijos. Esto era la gota que colmaba el vaso. Ve que sus hijos tenían sus anotaciones y el libro con la dedicatoria de Alice -. No quiero oír nada de nadie. Ya hablaremos de esto cuando esté más tranquila.
Se marcha para la habitación, cierra la puerta y se escucha el agua correr.
El como Mia había reaccionado había dejado de piedra a los mellizos, pues no habían pensado que su madre saldría con esas, pero aún quedaba Joseph. El hombre parecía agotado.
- ¿Nos piensas explicar tú? – pregunta Raffe -. Porque nos han estado mintiendo todo este tiempo.
- Y un ángel quiso matarnos – Phoebe alza las notas de Mia, donde en ellas se podía leer el incidente con el ángel -. Por eso nos marchamos de Warren.
Esto también estaba superando a Joseph, pero no podía atrasar esta conversación.
- Siéntense, por favor – pide con un suspiro -. Miren, entiendo que estén enfadados, pero poneros en nuestro lugar. Ya les contamos por todo lo que pasamos. Solo queríamos protegerlos.
- ¿Mintiendo? – dice Raffe -. Sí, puede que lo pasaran mal, pero merecíamos saber todo esto. Nos han estado mintiendo toda nuestra vida.
- ¿Cómo vamos a confiar en vosotros? – pregunta Phoebe enfadada.
A Asmodeo le parecía una exageración lo que los mellizos estaban haciendo.
- ¿Pero que están diciendo? – pregunta el caído -. Ya saben por lo que pasaron, sí, no estuve de acuerdo con esto de mentirles, pero lo hicieron con buena intención – Joseph se queda un poco sorprendido por las palabras de Asmodeo -. Vosotros no vieron el sufrimiento de vuestro padre cuando mataron a su manada frente a él. No vieron como Mia sufría al creer que su familia la había abandonado, y que deciros de esos dos años que estuvieron separados. Supongo que vuestra madre ya os habrá contado que estuvo a punto de convertirse en una omega. ¿Comprenden eso? Yo si que lo vi. He visto todo lo que les han pasado a Mia y Joseph. Ellos solo querían protegerlos, para que no tuvieran que pasar por nada parecido – Asmodeo mira a Mia, acababa de salir y estaba apoyada en el marco de la puerta. Había escuchado todo -. Es una tontería que no confíen en ellos, porque son las personas que más los aman.
A Mia y Joseph les conmovió mucho el discurso, y le estaban muy agradecido.
- Lo sentimos – dice Mia -. Esperaba que este día no llegase, pero es lo que hay.
- Queremos que nos expliquen todo – pide Raffe, que ahora estaba más tranquilo por las palabras de Asmodeo -. Y no más mentiras.
- Está bien – Joseph asiente -. Hablaremos de esto en el claro. ¿Les parece bien?
Ellos asienten a regañadientes, pero los alfas necesitaban tiempo para aclarar sus ideas. Lo que Lucifer había dicho los había trastocado mucho.
Los chicos fueron a por sus maletas y los mayores se quedaron con Asmodeo.
- Nos hemos precipitado – dice Mia, que ya tenía las ideas un poco más claras -. Nos comprometimos a ayudar, y lo haremos hasta el final.
- Es cierto – susurra el alfa -. Pero una cosa te digo, si de verdad eres tú el caído que está destinado a mi hija…
- No necesariamente – lo interrumpe -. Miren, lo que sucedió en el pantano… Lo siento mucho, de verdad. Tengo que admitir que Phoebe es hermosa, pero me dejé llevar. No volverá a ocurrir.
- Pero se supone que un caído está destinado a estar con mi hija.
- Lo sé, Mia, pero hay más ángeles caídos a parte de mis hermanos y yo. No tengo porqué ser yo.