El destino del alfa. (el destino 3.)

Capítulo 8.

Asmodeo miraba a Mefisto. El cabreo por lo que acababa de decir hacía que desease matarlo. No iba a permitir que hablase así de Phoebe, por ese motivo hace aparecer una bola de fuego celestial en la palma de su mano y se la lanza. No lo mataría, pero sí que le haría daño. También era cierto que ahora era más poderoso y que él ya no tenía todo su poder, pero no se iba a rendir. Mira por un segundo a Raffe y Joseph. Están los dos tirados en el suelo.

El rugido de una bestia hace que vuelva a mirar al frente. No podía concebir lo que estaba viendo. Mefisto se acababa de transformar en lobo, pero uno deforme, con el pelaje negro opaco y blanco brillante. Tenía un ojo completamente rojo y otro azul y era más grande que un hombre lobo cuando se transformaba.

El gigantesco lobo deforme se lanza a por él con las fauces abiertas y As lo detiene cogiendo la mandíbula, pero eso causó que se clavase las tres hileras de dientes que tenía. Asmodeo había visto mucho en su vida, pero nunca una bestia como Mefisto.

El lobo consigue cerrar sus fauces, clavando más profundo sus dientes en las manos de Asmodeo. El caído lanza un grito de dolor y se lo quita de encima.

El que no pudiera matarlo era un problema. El lobo deforme vuelve a atacarle, pero algo raro pasa. Por un segundo los ojos de este cambian, a unos rojos. Como los de Phoebe. Eran rojos como los de un verdadero alfa, y eso hace que el lobo se detuviera.

Un aullido hace que el caído se gire. Joseph estaba despierto y aún en su forma de lobo. Y para su gran sorpresa, estaba sometiendo al lobo deforme.

El lobo blanco se acerca al deforme, gruñendo y mostrando sus dientes. As notaba el poder que destilaba Joseph, y es ahí cuando decide atacar. Pero se lleva una gran sorpresa cuando intenta meter su mano en el pecho del lobo deforme.

  • ¡Qué has hecho! – Asmodeo lo lanza contra un árbol, furioso de no poder quitarle el poder robado.
  • Lo que tenía que hacer – contesta Mefisto volviendo a su forma humana -. Nunca podrás deshacer este hechizo.
  • Eso ya lo veremos.

Asmodeo le da un puñetazo que lo deja inconsciente.

Para cerciorarse de que no saldría corriendo, As hace aparecer unas cadenas que crearon los caídos para contener a los demonios, pero le hizo un cambio antes de encadenar a Mefisto. Hizo que fueran de plata pura y para mayor seguridad le inyectó una pequeña dosis de acónito.

  • ¿Por qué haces eso? – pregunta Raffe furioso -. Tienes que hacer que el lobo de mi hermana vuelva a ella.
  • No puedo – susurra Asmodeo y le toca apartarse rápidamente, ya que Raffe iba golpearle.
  • ¡Raphael! – Joseph coge a su hijo del brazo y lo mira a los ojos -. ¿Se puede saber que te pasa? Asmodeo no tiene la culpa.

Raffe aparta la mirada e intenta deshacerse del agarre de su padre, pero es en valde. Joseph no iba a soltar a su hijo. Entendía muy bien por lo que estaba pasando, pues él también tuvo dieciséis años, pero no era el mismo caso.

  • Pasó algo parecido en el infierno – suspira el alfa -. Hijo, puedo entender cómo te sientes, y lo único que quiero saber es qué te tiene así.
  • Tú con mi edad eras peor – se defiende.
  • Sí, tienes razón, pero yo era así de retraído y tenía mal genio porque con tan solo cinco años vi como asesinaban a mis padres – Raffe traga saliva -. Tú no has tenido que pasar por nada traumático, así que dime, ¿qué te tiene así?
  • No lo sé – susurra.
  • Yo sí lo sé – sacude la cabeza con los ojos en blanco -. Os hemos dado una vida muy cómoda y los hemos mimado demasiado. En primer lugar tú, siempre has hecho lo que has querido, ya que tenías toda nuestra confianza, pero lo que has hecho pasa de castaño oscuro – señala a Asmodeo -. As ha estado junto a vosotros, os ha protegido. Es un miembro de la familia y no pienso consentir que vayas enfrentándote a él cuando te dé la gana – mira a su hijo a los ojos -. Va siendo hora de que entiendan lo que de verdad significa ser un lobo y que nosotros protegemos a nuestra familia.
  • ¿Qué quieres decir?
  • Que mientras arreglamos el problema de tu hermana, vas a empezar a tomar decisiones como deben tomarlas los alfas – Raffe lo mira sorprendido -. Tu madre se hizo alfa a tu edad, así que vas a implicarte con los ancianos y vas a tomar decisiones, que tu madre y yo sopesaremos para ver si las llevamos a cavo o no. Creo que te vendrá bien tener responsabilidades. Se acabaron las fiestas, la borracheras y tantas salidas con los amigos – lo suelta y se cruza de brazos -. Tú y tu hermana van a empezar a implicarse más y tomar responsabilidades. Se acabó el tratarlos como niños.

Raffe se marcha al coche pensando en todo lo que le había dicho su padre. Sabía que había tenido una vida fácil comparada con la de ellos, pero él no se sentía preparado para tener la carga de la manada. Puede que su padre tuviera razón en eso de que salía mucho con sus amigos y se pasaba de copas, pero era un adolescente y quería disfrutar. Pero por otra parte, también quería ser un poco más responsable. No podía ir así por la vida y si seguía por ese camino lograría que Isabelle se alejase de él, y no quería eso.

  • ¿Crees que será bueno para ellos? Son muy jóvenes para estar tomando decisiones.
  • No lo son, por lo menos no sus lobos – mira de reojo a Mefisto -. ¿Lograrás que mi hija vuelva a ser la que era?
  • No descansaré hasta que Phoebe vuelva a ser una loba – Joseph lo mira con el ceño fruncido, pues por el tono del caído, sabía que acababa de hacer una promesa.

Joseph no era tonto. Se había percatado de como su hija miraba a Asmodeo, pero también como el caído miraba a su hija. Llegó a pensar que acabarían juntos, pero al ver los desplantes que le hacía a su hija y como iba con varias mujeres cambió de idea y no le gustó pensar que él estuviese con Phoebe. Pero cuando se enteró de que el beta de su hija sería un caído pensó en él, y prefería que su hija estuviera con Asmodeo que con un desconocido. Y no podía olvidar el estado del caído cuando trajo a su hija. No se había fijado mucho en él, ya que la preocupación por su pequeña le hizo enfocarse solo en ella, pero cuando llegó al hospital junto a sus dos hermanos sí que se fijó en él. Ahí supo con certeza que Asmodeo quería a su hija, y lo estaba demostrando.

  • Gracias – dice él -. Mi familia es lo más importante para mí.




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