Todos se pusieron en marcha. Mia y Joseph se quedaron a tranquilizar a los lobos y vampiros que estaban en el claro, mientras, los caídos junto con Alice y los mellizos fueron al centro del claro. La protección que puso Esther seguía aún, pero debilitada. Lo que tenían que hacer era reforzarla, con magia enoquiana.
- Bien – dice Lucifer mirando a los mellizos, ya que eran los más inexpertos -. Phoebe a podido practicar esta magia con el poder de mi hermano, pero Raffe...
- Lo haré – asegura el chico muy convencido -. Solo dime que tengo que hacer.
Lucifer asiente conforme y les explica a todos lo que deben hacer.
- Se trata de poner símbolos enoquianos en la barrera que protege el claro – explica -. Esos símbolos nos debilitarán y por eso mismo tendremos que salir de aquí en cuanto los pongamos.
Raffe y Phoebe se miraron un segundo. Estaban preocupados. No querían dejar a la manada y menos a sus padres.
- Lo que vamos a hacer los protegerán – susurra Asmodeo al ver la preocupación de Phoebe -. Y estarán más seguros sin nosotros.
Raffe también había escuchado las palabras de Asmodeo y los gemelos lanzaron una rápida mirada a sus padres.
- Empecemos – dicen los dos a la vez.
Todos se cogieron de las manos y repitieron las palabras que Lucifer les dijo. Notaron como el poder se iba reuniendo en el centro del circulo que habían formado, y tras unos minutos pudieron notar la explosión de poder y empezaron a sentirse mal. Esa fue la señal para que todos en el circulo desplegaran sus alas, todos menos Phoebe. Asmodeo se ocupó de cogerla en brazos y alzaron el vuelo y mientras se alejaban, Raffe y Phoebe contactaron con sus padres.
"No salgáis del claro." Les suplicaron y cerraron la conexión.
Stephan volvió al claro justo cuando sus hijos se marchaban volando. Sabía lo que habían echo y las consecuencias que traería.
- No – dice Mia y ve a Stephan, no se lo piensa dos veces y se acerca a él. No le importaba que él fuera Dios, había sido su amigo durante mucho tiempo, pero ahora sabía que podía hacer muchas más cosas de las que creía -. ¿Dónde van?
Él la mira como si fuera la primera vez que la viera. Nunca Mia le había hablado con tanta fiereza y eso que estuvo junto a ella en sus peores momentos.
- No me tienes miedo.
- ¿Debería? – gruñe Joseph colocándose junto a su mujer -. ¿Dónde han ido nuestros hijos?
- Han puesto protecciones contra ángeles en el claro – explica Dios -. Esas protecciones les afectan a ellos y eso incluyen a vuestros hijos. Ellos ahora son en parte ángeles.
- ¿DÓNDE HAN IDO? – ruge Mia. No le importaba lo que hubieran hecho en el claro. Lo único que le importaba era donde se habían ido sus hijos.
- Lejos – responde él -. Lo han hecho para protegeros.
Mia no hace falta que mire a su marido. Los dos empezaron a correr para salir del claro, pero Dios los detuvo, y ahí empezó una pelea en la que los alfas tenían las de perder.
Raffe volaba junto a todos, sin saber dónde se dirigían, hasta que vio la entrada del infierno. No entendió por qué iban allí, pero se adentró y vio como todos los caídos ponían sus manos en las puertas de la entrada. En cuanto hicieron eso todo empezó a sacudirse.
- Aquí no nos encontrarán – dice Lucifer -. Pero no nos quedaremos aquí mucho tiempo.
- ¿Dónde estamos? – pregunta Phoebe.
- En España – contesta Asmodeo -. Tenemos que movernos y este a sido el mejor lugar que se nos a ocurrido.
Phoebe suspira preocupada y los dos hermanos se miran a los ojos. Ambos estaban preocupados por sus padres, ya que sabían que no se iban a quedar de brazos cruzados al saber que sus hijos estaban en peligro, porque lo estaban.
La guerra estaba declarada y los mellizos habían elegido un bando, y no se arrepentían de ello, pero necesitaban hablar con sus padres.
Salieron de la cueva y Raffe sacó su teléfono para hacer una videollamada. Mia no tardó en contestar.
- ¿Dónde estáis? – ruge Mia en la pantalla -. ¿Dónde está Lucifer? ¿Y Asmodeo? Pienso matarlos en cuanto los tenga delante.
- Mamá, tranquilízate – pide Phoebe -. Estamos bien y estaréis más seguros sin nosotros ahí.
Phoebe alza la vista al notar que alguien se acercaba a ellos. Eran Isabelle y Asmodeo.
- Yo me encargo de hablar con vuestra madre – dice As tendiendo su mano para que le dieran el móvil. Cuando lo tiene se aleja.
Aún con la distancia que Asmodeo había puesto se podía escuchar los gritos furiosos de Mia y a ellos se unieron los de Joseph.
Raffe mira a su alrededor. Nunca había estado en España y se sentía un poco perdido. Tampoco sabía que iban a hacer, pero no le gustaba la idea de tener que esconderse.
A los minutos Asmodeo volvió poniendo los ojos en blanco. Había conseguido convencer a los alfas para que se quedasen en el claro e hicieran vida normal, pero sin salir del claro.
- Ya está – les pasa el móvil a los mellizos -. Voy a hablar con Lucifer. No tardéis mucho, que tenemos trabajo que hacer.
Se inclina para dejar un beso en la cabeza de Phoebe y se marcha.
- Voy a destriparlos en cuanto los tenga delante – gruñe Mia y sus hijos ven como coge aire para tranquilizarse -. Vale. Vamos a dejar unas cuantas cosas claras. Os pondréis en contacto con vuestro padre o conmigo todos los días, sois menores de edad y permito esto porque no me queda más remedio.
- Tenéis que llevar mucho cuidado – dice Joseph -. Esto que está pasando no es un juego. Una guerra está a punto de comenzar y debemos estar preparados.
- Protegeros el uno al otro – susurra Mia con lágrimas en los ojos -. Vuestro padre se va a poner en contacto con el banco y se os entregará una tarjeta de crédito y documentación a cada uno. En ella pondrá otros nombres y diferentes edades a las que tenéis. Todo llegará a la casa de Granada de vuestro abuelo Daniel.