El destino del alfa. (el destino 3.)

Capítulo 21.

Tras hablar con Jacob, y que aceptase entrenar a Raffe los dos se despidieron de ellos, pero As le dijo que volverían enseguida. No les iba a llevar mucho trabajo arreglar el tema de las puertas. Como mucho un par de días.

Cuando Raffe vio que estaba solo, se sintió un poco extraño. Al principio había pensado que todo esto sería una gran experiencia, que se sentiría a gusto con esos lobos, pero no era así. Estaban en guerra contra los vampiros, y el chico no sabía lo que era eso, pero no era tan malo como tener que enfrentarse a ángeles.

Jacob lo llevó hasta una cabaña, donde el chico dormiría el tiempo que estuviese con ellos.

- Mañana empezará tú entrenamiento, Raphael – dice Jacob con una sonrisa.

- Prefiero Raffe – susurra el chico -. ¿En qué va a consistir mi entrenamiento?

Jacob sonríe aún más.

- Mañana lo verás. Y no seas impuntual.

Raffe se queda plantado en medio de la pequeña cabaña. Vio que todo estaba bien equipado. Una cama individual, una pequeña cocina con una nevera, dos ventanas con cortinas y la única puerta que había a parte de la salida. El chico supuso que era el baño.

Se acerca a la cama y deja su pequeña maleta junto a ella, entonces se pone a explorar la cabaña. Como supuso, la puerta que había visto era el baño, era pequeño, como era de esperar, pero le serviría a Raffe.

La exploración fue muy rápida y se sentía inquieto, así que decidió salir a dar una vuelta.

Justo cuando abrió la puerta para salir se encuentra con un pequeño de ojos azules y cabellos rubios. Traía el pelo alborotado por sus rizos y miraba a Raffe con mucha curiosidad.

- He oído decir a mi padre que eres un verdadero alfa – habla el niño con voz cantarina.

Raffe no pudo evitar sonreír. Aquel niño era su padre y seguía pareciéndole extraño verlo tan pequeño.

- Así es – dice Raffe.

- ¿Puedo ver tus ojos? – al pequeño Joseph le brillaban los ojos al preguntar eso. Raffe cierra los ojos sin que sus sonrisa desapareciera y cuando los abre son rojos -. Vaya. Yo también quiero ser un verdadero alfa y tenerlos así, como los tuyos.

- Puede que lo seas – Raffe se inclina para estar a la altura del niño -. Pero ser un verdadero alfa no es un juego.

Joseph lo mira muy serio, demasiado para ser un niño tan pequeño. De repente alguien lo llama y el niño sale corriendo, alejándose de donde había venido la voz. Raffe mira a ambos lados y se topa con Casandra, su abuela. Al pasar junto a él le sonríe y sigue buscando a su hijo.

El joven alfa sacude la cabeza con una sonrisa y empieza a caminar para salir de ese claro.

Se transforma en lobo y sin darse cuenta ve que se está acercando a la manada Castel, donde estaban sus abuelos maternos, sus tíos y Mia, su madre.

- Yo de ti no iría más lejos – Raffe escucha una voz y, al mirar a su alrededor ve a Akiva. Estaba apoyado en un árbol, mirándolo con los brazos cruzados -. Los Castel y los media luna no nos llevamos muy bien.

Le lanza unos pantalones a Raffe, y este los coge con la boca y se aleja para volver a su forma humana.

- ¿Qué sucedió? – pregunta el chico cuando vuelve. Sabía perfectamente lo que les había pasado con la manada Castel, pero lo hizo para disimular -. Pensé que eran una gran manada.

- Y lo fuimos – asiente Akiva -. Hace mucho tiempo, pero somos lobos. No podemos impedir pelearnos.

Sabía que eso era mentira, pero no quiso indagar más.

- Así que es cierto lo que mi hermano dice de ti, eres un verdadero alfa – Akiva se aleja del árbol para acercarse al chico y frunce el ceño al ver la horrible cicatriz en su estómago -. ¿Qué te pasó?

Raffe baja la vista hacia su cicatriz y el dolor lo atraviesa al recordar como Miguel se llevó a Izzy. Tenía que rescatarla, a ella y a su hermana.

- Me la hice luchando – responde Raffe -. Un maldito me atravesó con su espada antes de llevarse a mi beta.

Akiva alza ambas cejas. Para los lobos las betas de los alfas eran sagradas, pues eran las que más fuerza le daban al alfa.

- Vaya, lo siento – susurra el hombre -. Pero ahora todo tiene más sentido.

- ¿Sentido?

- Pude notar tu dolor, chico. Nada más verte supe que estabas sufriendo – Raffe ríe. No sabía cuánto estaba sufriendo -. Lo que no entiendo es por qué Stephan quiere que Jacob te entrene.

- Porque aún no soy un verdadero alfa, no del todo al menos – Raffe se pasa una mano por el pelo -. Pero no sé cómo hacerlo. Llevo seis meses entrenando con una manada, pero sigo igual. No he avanzado nada, y si no consigo ser un alfa mi beta y mi hermana lo pasarán muy mal.

- ¿Tienes una hermana?

- Sí, es mi melliza – contesta Raffe -. Y se la llevó el mismo que se llevó a mi beta.

Akiva se queda pensativo por la información que le ha dado Raffe y le pide que le siga de vuelta al claro media luna.

Su hermano Jacob le había pedido que supiera a que nivel estaba el chico, pero por lo que le había dicho Raffe, este estaba en buena forma.

Jacob observaban como Akiva y Raffe entrenaban y tenía que admitir que el joven lo hacía muy bien, pero se pudo percatar del problema que tenía Raffe. No se llevaba del todo bien con su lobo y por eso mismo no sacaba todo su potencial.

- Es muy fuerte – Jacob baja la vista para mirar a su hijo -. Antes he ido a verlo.

- Lo he supuesto – sonríe Jacob -. Joseph, tu madre te está buscando para que te des una ducha. 

- ¿Puedo hacerlo después? – pregunta el pequeño esperanzado -. Quiero ver como pelea ese chico.

Padre e hijo se quedan mirando como iba el entrenamiento y es cuando Jacob le cuenta la historia del lobo blanco y el lobo negro, dado que ese era más o menos el problema de Raffe, pero eso no se lo dijo a Joseph, solo le explicó lo importante que era tener un equilibrio entre la bestia que dormía en el interior de todo lobo y cuando eran humanos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.