Después de regresar al Reino Inmortal sobrevolando los cielos del mismo mientras me dirigía a mi antiguo hogar, al día siguiente, con mi tío, nos dirigimos al Palacio de Cristal, donde comenzaría mi aventura y mi camino hacia Gu Shen, para devolverlo al lugar de dónde escapó y también fortalecerme, refinando mi poder como desde los comienzos.
Desde lejos, el Palacio de Cristal parecía todo blanco, pero a medida que me acercaba, las paredes de cristal iridiscente, reflejaban la luz del sol en tonos amarillos y naranjas como los del atardecer, encantando a quienes lo veían por primera vez.
Aunque no estaba de acuerdo con que Li Wei lo hubiera construido en mi honor, no pude evitar sentirme cautivada por su encanto.
Mi tío se acercó, y mirándome intrigado me preguntó:
– ¿Qué te parece? ¿Qué sientes al verlo?
– La verdad... no mucho. – respondí serenamente. – Aunque debo admitir que tiene un encanto extraordinario, seguramente su majestuosidad sorprende a muchos aprendices que llegan por primera vez aquí… En mi caso, honestamente no siento nada respecto a él y sigo pensando que esto era innecesario, aunque de alguna forma puedo percibir la noble intención de Li Wei en él.
Luego de estas palabras, continuamos avanzando, subiendo las escaleras de mármol blanco que nos conducían a las puertas principales del palacio.
Una vez dentro, con mi tío recorrimos el enorme salón, descubriendo amplios salones con columnas de cristal blanco que se alzaban hacia el techo abovedado y cada esquina, estaba decorada con fuentes de agua cristalina, alimentadas por manantiales subterráneos, cuyo vapor formaban arcoiris cuando la luz del sol entraba por los enormes ventanales del palacio.
Mientras observaba esto con suma atención, mi tío me avisó que debía retirarse por un momento, para hablar con un maestro inmortal sobre un asunto importante que nada tenía que ver conmigo. Yo le dije que lo esperaría allí y cuando decidió retirarse definitivamente, seguí avanzando, ingresando a los pasillos más angostos del palacio, los mismos, estaban decorados con figuras bajo relieve, cuidadosamente talladas con líneas finas que contaban historias de antiguos dioses, destacando especialmente al ave fénix.
Al pasar mi dedo por la figura, esta hizo un destello de luz fugaz que recorrió cada una de sus líneas, iluminando ligeramente el cristal blanco.
De repente, una voz a mis espaldas me habló.
– No te parece hermoso. - dijo.
Me sobresalté y me di la vuelta para ver quién me hablaba.
Era Li Wei, mi antiguo amigo, actual Dios de la Guerra y protector del Reino Inmortal.
Al verlo, no pude evitar sentir cierto rechazo, pues a mi mente, vinieron los recuerdos de aquel día, cuando tuve que dejar el Reino Inmortal por su causa, y evitar una guerra entre los dos reinos más importantes del mundo. De todas formas, no le guardaba rencor y gracias a él, pude librarme del yugo que me ataba a este lugar y hoy en día estoy en él porque quiero, y no por la obligación de estar.
Por un momento pensé, que tal vez había descubierto que el fénix, había sido iluminado por mi propio poder, pero no parecía haber señales de que lo hubiera notado.
Acto seguido, me tranquilicé cuando Li Wei, con una sonrisa amable me preguntó:
– ¿Cuál es tu nombre?
Con la serenidad que me caracterizaba, respondí devolviéndole la sonrisa y con una leve reverencia lo siguiente:
– Mi nombre es Mei Feng, soy aprendiz de magia curativa y alquimia. Mi maestro, es Zhou que también es mi tío.
– Ah, así que eres su nueva aprendiz. Te doy la bienvenida al Reino Inmortal. Soy Li Wei, Dios de la Guerra y fundador de este palacio.
– Oh, ¿eres el fundador de este lugar? – pregunté, fingiendo no saber.
– Así es… Lo hice en honor a una vieja amiga.
Pensativa por un momento, le pregunté:
– ¿Quién era su amiga, si puedo saberlo?
Li Wei, pareció reflexionar por unos instantes antes de responder:
– La Diosa Fénix. Ella sufrió mucho en una guerra hace tiempo y siento culpable por ello.
Mientras Li Wei parecía sumido en sus propios pensamientos, luego de que me respondió, yo bajé la vista y contesté:
– Tal vez sea atrevido de mi parte decirle esto, pero no debería sentirse culpable… Las desgracias suceden y son inevitables.
Con estas palabras me retiré haciendo una leve reverencia y Li Wei me quedó observando pensativamente, mientras me alejaba.